Taloneo en Regina: comprar un dulce o que te roben el celular

Por Manuel Ocaranza

 

Me cuenta Índira sobre los poemas que le han ayudado a sobreponerse a los conflictos de la memoria, a la carga del tiempo y a la imposibilidad de alejarse a pesar de los años. Veo en sus ojos la desesperación por hacerme entender que el arte importa y sigue vivo, está a punto de soltar alguna lágrima cuando se acerca un niño de aproximadamente trece años:

— Uy, dos mil varitos en chinga por sus teléfonos… ah no se crean, mejor cómprenme un chocolate, no están rotos y están ricos. Uno en veinte, dos por treinta

Índira (asustada y nerviosa): Sólo tengo doce pesos, te sirven?

—  Vale, ahorita te traigo otro dulce de ese precio

Mi amiga me comenta ligeramente apenada que lo hizo ” por si las dudas”.

A decir verdad no me sorprendió la escena del “talón”, tantas veces me he sentado a charlar y meditar en las inmediaciones del templo de Regina Coeli y en las faldas del cercano claustro de Sor Juana que conozco las cicatrices de presentación de varios de los que aseguran que “después de veinte minutos de reposo en las jardineras se empieza a cobrar derecho de piso”; me han tocado lo mismo jóvenes flacos con heridas en los brazos, señoras con apariencia de tradicionales amas de casa, niños y sobre todo adultos jóvenes que invitan amablemente a donarles algo más que limosnas.

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Desde que se abrió el corredor peatonal Regina hablamos de uno de los puntos de reunión más variados de la zona centro, para todos los gustos y bolsillos. No es la típica zona de personajes homogeneizados que brindan en la Roma o en Polanco, tampoco la atmósfera  festiva que permea la calle de Madero, es ello más las expresiones de conciencia cultural de lo mexicano representado por centros culturales y cafés donde se dan cita artistas de diferentes disciplinas ya sea para presentar su trabajo o bien como punto de reunión para compartir ideas.

A pesar de tomarse como una línea de importantes transacciones comerciales no se ha roto del todo el paisaje de convivencia general con el que fue abierto, es común ver gente que sólo quiere caminar por la zona. Justo es ello lo que hace que el catálogo de víctimas de la delincuencia sea aún más amplio, robo a transeúntes, carterismo en las zonas de mayor concentración, taloneo a los comensales, todo propiciado por el descuido de las autoridades a los giros que se expanden por el corredor y en los callejones aledaños, quien sabe si por no ser parte de alguna franquicia grande.

Hace algunos años cuando explotó la violencia en las calles de la colonia Roma se acusaba a la gentrificación de la zona y el creciente número de bares y restaurantes, ¿qué ocurre en el caso de esta famosa calle cercana a la estación Isabel la Católica?, ¿será que su estilo afín a la imagen del Centro Histórico exige que se mantenga de algún modo una tónica tradicional que entorpecerían protocolos de seguridad según el plan que se aplica a plazas comerciales? A fin de cuentas el problema es el mismo y no es la gentrificación

El reciente ataque a la hostería “La Bota” habla del enfoque que se le ha dado a este tipo de recintos con tradición ya dentro de la escena cultural, uno en el que no se les considera como bares pero tampoco como centros culturales, simplemente como espacios más o menos marginados a los que en realidad no importa tanto la atención que pueda brindársele, un descuido que no tiene que ver tanto con el funcionamiento del espacio como sí del abandono de los locales dada la negativa tajante de las autoridades para reconocer la existencia de la delincuencia organizada en la CDMX. Y es que el problema dejó de ser el de los saqueadores minoritarios que arriba se enlistaron para conformar grupos que trastocan no a la clientela de los sitios como sí a la estructura de proyectos y negocios, golpeando a las economías monetarias y culturales. Ojo, no se señala algún cartel como responsable de este tipo de atentados sino a sociedades delimitadas que conocen bien la logística de los espacios para poder actuar bajo el amparo de la impunidad.

Pensar que el problema radica en el crecimiento de un espacio como foco de esparcimiento es generador de coartamiento de la cultura; y minimizar que la escalada de la violencia proviene desde las altas esferas (corrupción) tiene que ver con el pensamiento con el que los gobernantes de sexenios anteriores han legitimizado su actuar, donde la hierba se corta sin atender los resabios de su semilla.

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