La Cuarta Transformación: un contexto histórico

Por: Dario Riva Palacio

La Revolución Mexicana fue una respuesta histórica en contra de un sistema dictatorial que buscaba impulsar la innovación y crecimiento económico, pero de manera focalizada y a expensas de la mayoría, generando una enorme brecha de desigualdad, acompañada de represión a la prensa y explotación.

Dicha respuesta no enarbola únicamente el periodo entre la lucha armada que inicia en 1910, hasta la presidencia de Lázaro Cárdenas. Durante el periodo presidencial del General Lázaro Cárdenas del Río que comienza una trayectoria de estabilidad en el país posterior a la Revolución y al Maximato. Producto (en gran medida) de la nacionalización del petróleo (que se refleja en un apoyo de la ciudadanía al ejecutivo) y los ferrocarriles (el 13 de junio de 1937), la creación de Instituto Politécnico Nacional (IPN, en 1936) y el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH, en 1939), y el reparto agrario, comienza, a fines de su sexenio (en 1940), una trayectoria que se conocería como el Milagro Mexicano, que se caracterizó por la modernización e industrialización del país.

Es en 1958 que inicia una etapa particular de esta misma trayectoria, producto de una serie de modificaciones en cuanto a la política económica (monetaria y fiscal). Por un lado se buscaba encausar institucionalmente la inversión productiva, previo ahorro, con instrumentos como el control de tasas de interés en depósitos bancarios, el encaje legal y la asignación de crédito. Por otro, la política fiscal buscaba incentivar el ahorro, y el efecto Crowding in (atraer inversión privada, previa inversión pública) con herramientas como exenciones tributarias, subsidios a secretos productivos y estímulos fiscales para fomentar la reinversión de la utilidad. Había una visión estratégica en cuanto a los sectores productivos, y en ese sentido, existían empresas públicas para la siderurgia, la energía, el petróleo, las comunicaciones y el transporte. A su vez, se buscaba estimular el desarrollo y la productividad a través de la inversión del gobierno en infraestructura. Los efectos del modelo del desarrollo estabilizador se reflejaron en un crecimiento promedio del PIB de 6.6%, acompañada de una inflación media de 10.7%.

Esta trayectoria de auge no concluyó por resultados del modelo en sí. Comenzó a fenecer a mediados de los setenta, entre un endeudamiento agresivo (un sobre-endeudamiento y sobre-prestamo dado el exceso de liquidez en bancos extranjeros que colocaron créditos en América Latina) y un contexto global de dos crisis petroleras. En los ochenta, frente a las crecientes tasas de interés (que aumentaron de entre 4 y 6 hasta el 20%) y otros factores, México se ve incapaz de seguir pagando el servicio de deuda, y declara una moratoria de pagos el viernes 13 de agosto de 1982. El tema es regional, y para el año siguiente, 27 países ya habían re-escalonado su deuda.

El neoliberalismo es la respuesta a esta crisis. A partir de 1982 se siguieron las recetas de este modelo económico-ideológico cuyos resultados se estiman en un crecimiento medio del PIB del 2.2% y una inflación media del 34.6%. Se devaluó la moneda en repetidas ocasiones, se quitaron barreras arancelarias para el comercio exterior, se privatizan bancos, puertos, minas, electricidad, ferrocarriles, aeropuertos, y más, generando la desigualdad lacerante en que está inmersa el país. La ideología neoliberal dictaba que el Estado no debía intervenir en la economía, ya que “el mercado” se autorregularía por sí solo. Los resultados no son solo deplorables en términos económicos, sino que la puesta en práctica a partir de reformas a las leyes se implementó de manera impositiva a expensas de la legitimidad.

En la introducción de la obra Cincuenta años de políticas financieras para el desarrollo en México (1958-2008), las doctoras Guadalupe Mántey y Noemí Levy precisan, como lo hace Antonio Ortiz Mena en su obra El desarrollo estabilizador: reflexiones sobre una época, que el agotamiento del modelo del desarrollo estabilizador no era sino una hipótesis propuesta por quienes buscaban justificar el cambio de trayectoria en pro del modelo ideológico neoliberal. En lo empírico, tanto el PIB, como los salarios, pasaron de un evidente crecimiento a una pendiente negativa.

Hoy, nuestro país escribe en la historia una vez más que el Estado no es una agencia para enriquecer a los grupos que ostentan el poder, sino una estructura de instituciones con objetivos correlacionados con el interés nacional.

Como dice el Doctor Enrique Dussel, la política no puede ser un “proyecto perfecto”. El ser humano está limitado para la construcción a voluntad absoluta el futuro. Voy a precisar: Sí bien existe un proyecto concreto para el sexenio, la Cuarta Transformación no se limitará a la presidencia de Andrés Manuel López Obrador ni a los resultados que se obtengan estos 6 años, sino a estructurar y cimentar el inicio de una trayectoria orientada a los intereses éticos del país. Añado que en el siglo XXI, debe entenderse el interés nacional en el marco del respeto intercultural nacional e internacional.

Un nuevo y necesario cambio de trayectoria, que funja como el alba luego de la larga noche neoliberal, no es regresar a la política económica tal como se hacían en el pasado (como especulan algunos). El tiempo es flechado, es decir, irreversible. El cambio sí es regresarle al Estado un rol activo en el desarrollo económico, en vez de dejarlo a la suerte del mercado o de la mano invisible. Es continuar con el comercio internacional que ha existido desde hace muchos modelos. Significa incentivar el gasto. Significa la atención al bienestar social. Significa, para su inauguración, el paquete económico presentado este sábado, y que deberá ser aprobado por el Congreso antes del fin de año.

Y más allá, la Cuarta Transformación deberá ser una respuesta ética al neoliberalismo. Respuesta que busca el mundo. Respuesta que, efectivamente, hará historia. He ahí la importancia de nuestros tiempos. Todos debemos contribuir desde la construcción que apoya, e incluso desde la oposición, es decir, desde la legitimidad de todo el pueblo. Y debería documentarse de manera veraz en los medios. Es esa también una responsabilidad histórica.

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