¿Es peligroso este “nuevo amor”?

Por Débora Hadaza

“No habrá divorcio entre el pueblo y gobierno, les digo de corazón de manera sincera, les necesito… y les digo no me dejen solo porque sin ustedes no valgo nada, o casi nada, yo ya no me pertenezco, soy de ustedes, soy del pueblo de México…” Andrés Manuel López Obrador

Siempre es difícil ser objetivos. Los historiadores rara vez pueden desprenderse de sus pasiones e ideologías para hablar de un momento histórico. Por ejemplo si lees a Lucas Alamán, no importa lo progre que seas, terminas sintiendo algo de amorcito por los conservadores.  Yo no soy analista política ni historiadora. Soy una ciudadana “de a pie”, una de las tantas que anhelaba un cambio y esperaba un fraude, una de los millones que lloró de alegría al ver que al despertar por fin el dinosaurio no estaría ahí, una de los muchos que tiene esperanza, aunque también muchas dudas y desconfianza, pero es que la burra no era arisca…

Algo que critican ardorosamente los detractores de AMLO de manera constante es la devoción de sus seguidores. Y tienen razón, lo visto en los mítines, en el cierre de campaña y últimamente en la entrega del bastón de mando, fue un derroche de amor. Y no es que los mexicanos no “amaran” a su gobierno anterior, es que ese “amor” parecía más bien síndrome de Estocolmo, o para decirlo en mexicano síndrome de la migajita. Por si alguien no lo sabe el Romance de la migajita va de una mujer que luego de recibir la paliza de su vida por el celoso de su marido, se entera de que cuando  se lo llevaron a la cárcel ahí, porque además la joyita era un pendenciero, otro preso lo mata, entonces ella se vuelve loca y dice entre otras cosas esto:

Tú, ampáralo con tu sombra,
Sálvalo, Virgen María:
Que si en esta positura
Me puso, lo merecía;
No porque le diera causa,
Pues era suya mi vida

Así de tiernamente estúpido sonaba México cada vez votaba por el PRI. Recuerdo un meme que circuló en el 2012 en el que la fotografía de una mujer moreteada tenía esta leyenda México te convertiste en la mujer golpeada que perdonó a su marido porque le dijo que ya cambió. Recuerdo también que uno de los comentarios al meme era mejor ser la esposa golpeada que la puta que se va con otro. Sí, así la “fe” para votar, seguir votando, votar diferente, en la idiosincrasia mexicana tiene que ver con una “relación de amor”. Y sí, así me parece cuando escucho que un ciudadano se queja de las consultas, me recuerda a esas mujeres que han vivido en una relación abusiva en la que eran ninguneadas e ignoradas, y cuando por fin tienen una pareja que las trata con respeto se indignan cuando les preguntan su opinión, con una mezcla de desconfianza en sí mismas y deseos que las vuelvan a someter. Quizá el reclamo que se me atora en la garganta ante los detractores del nuevo gobierno es ¿por qué se tardaron tanto en criticar la actitud de enamorada, codependiente  y sumisa que ha tenido México en los últimos 70 años?

El discurso del nuevo presidente hacia el “pueblo de México” ha sido de enamorado. Desde el los amo desaforadamente del 2006, hasta el sin ustedes no soy nada… yo ya no me pertenezco, soy de ustedes del sábado pasado, son declaraciones de una pasión que en la historia reciente no habíamos recibido de un mandatario. Habían querido defender nuestro peso como perros pero para comprarnos algo nunca traían cash, nos tenían una paciencia hasta límites criticables pero nos terminaban matando a los hijos, ante nuestros reclamos por el maltrato nos respondían ya supérenlo, ante nuestras demandas ¿y yo por qué? Haiga sido como haiga sido resultó que ningún chile nos embona, pero ¿y si ahora sí? ¿Qué pasaría si está vez sí nos dejan satisfechos, si esta vez sí nos dan el ancho?

Aun así hay algo que no me termina de cuadrar. Este “nuevo amor” que México se permitió vivir, que parece buscar un trato igualitario y no de machito rabioso ¿es el tipo de amor que merece una nación? Tal vez soy extremadamente idealista pero no deja de venir a mi mente una de las frases de Morelos Yo no quiero ser llamado sino siervo de la nación. Soy siervo de la nación porque esta asume la más grande, legítima e inviolable de las soberanías. Cuando el presidente dice no va haber divorcio implica que hubo matrimonio, un marido no es un siervo, una esposa tampoco debe serlo, pero pensando en esto me gusta más la relación de amor apasionado de la que habla Morelos, y digo que es amor apasionado porque nadie que no ame así puede decir Morir es nada cuando por la patria se muere. Pero Morelos no se puso en posición de consorte, me recuerda también al amor cortesano, al juglar que le cantaba y juraba amor incondicional, a muerte, a su dama, pero desde la distancia, sin esperar poseerla, sin pretender igualdad. En el amor de matrimonio se espera respeto, negociación, y que las dos partes lleguen a acuerdos convenientes para ambos, en el amor juglar sólo se desea amar y servir. Por eso quizá las leyes del tiempo de Morelos no se llamaron Constitución, sino Sentimientos de la Nación, se quería, al menos en sus ideales, que la patria viviera según su sentir.

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Lo cierto es que después del abuso a nuestras riquezas, del maltrato real a nuestras personas, de la censura que nos han impuesto a punta de asesinados y represión, México se merece alguien que lo ame, que escuche y cumpla sus demandas, necesidades y deseos; alguien que lo respete y le permita ver enjuiciados a su verdugos; alguien que no sirva a su estómago ni a su ego, que no estorbe el que todos puedan comer, trabajar y vivir con dignidad. México se merece alguien que lo ame y que así lo sirva, aunque tal vez haga falta quién le ame más allá del amor apasionado, no como marido con derechos sino como amante ilegal, para que cuando se canse y no parezca recibir ninguna honra o reconocimiento sino puro trabajo, aparentemente estéril, no se rinda, no se venda. Y quizá ni siquiera alcance un amante sino tal vez  con sólo un “simple” siervo.

 

 

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