El peculiar camino de Netflix hacía la película interactiva de Black Mirror

¡Feliz Navidad Atrasada! Luego de que Channel 4 no pudiera sostener la producción de Black Mirror, Netflix tomó las riendas del financiamiento de la serie creada por el escritor Charlie Brooker y con esto vinieron dos regalos para los entusiastas de la televisión:

  • La continuidad del serial, cada vez más caro para un canal británico que tiene ingresos por publicidad limitada a su región, junto a ventas internacionales.
  • La cancelación del proyecto de una versión americanizada de la serie, sin tener claro si iban a ser las mismas tramas con actores americanos o si era parte una participación de los productores ejecutivos Annabel Jones y Charlie Brooker. Una teoría era que simplemente fuera una evolución con dinero gringo y nuevas historias.

Al final, el dinero de Netflix ganó y tuvimos una fusión de ambos esquemas. La tercera temporada, que para varios es la más débil, debutó en la plataforma con un conjunto de episodios reiterativos en cuanto al miedo a la nube y la inmersión tecnológica, sin la crítica social de aquella mágica primera temporada que hizo una lectura excelente a las sensibilidades políticas de Reino Unido.

A pesar de eso, en el tercer ciclo hubo una anomalía: San Junipero, el raro episodio que acaba con esperanza y tal vez el mejor en toda la historia de la serie.

Algo curioso es que la temporada estrenada en 2016 es una especie de versión americana de Black Mirror, ya que el episodio inicial (Nosedive) sigue teniendo las obsesiones de Brooker y sus guionistas, pero su estética es marcadamente californiana y está el hecho de que por primera vez tenemos a una estrella norteamericana de cine en el papel principal: Bryce Dallas Howard.

La cuarta temporada le bajó dos rayitas a este aspecto ya que tenemos historias que se alejan de conceptos visuales coloridos, para pasar a los descafeínados cafés y naranjas de los ciclos iniciales. Otra anomalía es un capítulo entero grabado en una locación sueca, aspecto atractivo pero superficial porque al final es otra historia acerca del doble rasero de tener acceso a la información de manera instantánea además de la violación a la privacidad que nosotros mismos permitimos en nuestros dispositivos.

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Un aspecto que empobrece como un todo dicha temporada es un capítulo espantoso, dirigido por Jodie Foster, acerca de una madre obsesionada con monitorear a su hija. ¿Por qué es terrible? Tiene una ambientación deliberadamente aburrida, junto al problema que más guiones de Black Mirror han explorado: lo peligroso de tener acceso a toda la información (en este caso, una transmisión en tiempo real de lo que hacen nuestros hijos) y la obsesión que conlleva este control. Esto, sin aportar nada nuevo.

Esta última semana del 2018 se estrena Bandersnatch, una película interactiva que Netflix y Brooker están promocionando como una especie de evento. Los redactores de Tercera Vía aún no hemos podido disfrutarla (oh, el trabajo y la paternidad) pero promete la estética inspirada en los ochenta y lo más importante: una sensación de rareza y extrañeza como la que nos enamoró desde las primeras temporadas.

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