The moment: La película que controlas con tu mente
En Tercera Vía ya hemos platicado de algunas de las plataformas de Hardware de Código Abierto que están revolucionando nuestra forma de relacionarnos con la tecnología. En particular revisamos hace algún tiempo el proyecto Open BCI, que por sus bajos costos pone a disposición de un público muy extenso la capacidad de realizar investigación y crear aplicaciones tecnológicas basadas en las neurociencias.
Pues bien, un buen ejemplo de las aplicaciones que pueden derivar de personas interesadas y que no necesariamente pretenden dialogar con la comunidad científica, sino crear proyectos que salgan de los entornos académicos, lo pone Richard Ramchurn, artista y director de cine que en los últimos años se ha dedicado a crear películas que el espectador puede controlar con su mente. Para lograrlo, basta con emplear un casco como el ultracortex del Open BCI capaz de detectar la actividad eléctrica del cerebro. Aunque cabe aclarar que Ramchurn utiliza un caso similar que cuesta menos de 100 euros.
Ramchurn está terminando su último trabajo. Se trata de una innovadora historia de 27 minutos llamada The Moment, que explora un oscuro futuro en el que las interfaces cerebro-máquina (ICC, por sus siglas en inglés) se han convertido en algo normal. Mientras termina el trabajo de edición, Ramchurn ha empezado a proyectar un tráiler cerca de Nottingham.
El dispositivo analiza el nivel de atención del usuario a través de la actividad eléctrica de su cerebro. Se cree que existe un rango de frecuencia para las ondas cerebrales que corresponde a la atención. Las medidas, que se toman continuamente, son enviadas de forma inalámbrica a un ordenador portátil. Allí, un software diseñado por Ramchurn utiliza los datos para modificar la edición de las escenas y el flujo de la música de fondo, entre otras cosas. El espectador no tiene que mover ni un dedo.
El simple hecho de haber logrado que todo esto funcione es emocionante para Ramchurn. Pero más allá de eso, el artista visual cree que permitir que el espectador pueda dirigir la película, ya sea de forma consiente pensando en ello o respondiendo de forma natural a lo que está sucediendo en la pantalla, ofrece una retroalimentación doble. La película cambia en función de cómo se siente el espectador, y también en función de cómo el espectador vive los cambios de la película.
La proyección está habilitada para un grupo de entre seis y ocho espectadores que pueden sentarse y ver el tráiler al mismo tiempo, aunque solo uno de ellos controla las imágenes que los demás observan. Este mes, lo proyectará en el festival de cine documental de Sheffield (Reino Unido).
Una película con billones de rutas
Para The Moment, Ramchurn se centró en los datos de atención. Esta característica tiende a subir y bajar creando una curva sinusouidal a medida que la atención varía, algo que suele decaer cada seis segundos. Así que utilizó estas pérdidas de atención naturales para meter los cortes entre escenas. En cualquier momento dado, la película alterna entre dos de sus tres hilos narrativos, que siguen a tres personajes que interactúan en todo momento.
Dado el número de posibles cambios que la mente puede ejercer sobre la película, Ramchurn calcula que, aproximadamente, hay 101 billones versiones diferentes que el espectador podría ver. Para ofrecer todas estas opciones en una película que solo dura 27 minutos, el director tuvo que generar el triple de imágenes de las que suelen ser necesarias para esta duración, y tuvo que reunir un volumen de audio seis veces mayor de lo normal.
Según Rachel Metz, quien redacta la revisión del proyecto de Ramchurn en la que nos basamos para hacer esta nota, al comparar dos versiones de la película [producidas por la interacción neuronal entre dos espectadores distintos] “las diferencias entre ambas eran bastante sutiles, centradas en variaciones en la música y en las partes animadas que se intercalan entre las escenas de actores reales. Pero también había algunas diferencias claras: una de las versiones mostraba el contenido de un cuaderno que uno de los personajes principales estaba escribiendo y dibujando, e incluía más diálogos que ayudaron a dar cuerpo a la historia”.
Buscando la interacción colectiva
El profesor asistente de cine y medios de la Universidad de California en Berkeley (EE. UU.) Jacob Gaboury señala que “A menudo, uno se empeña en contar historias de una manera particular en el cine, por lo que podría ser interesante ver cómo evolucionan más allá del punto de vista del director“.
Pero como la película de Ramchurn solo puede controlarla una persona, es complicado imaginar cómo el producto podría funcionar en un cine lleno de gente. Ramchurn también ha estado analizando formas de llevar su tecnología a un público más amplio. Por ejemplo, plantea opciones como hacer que tres personas compitan para ser el controlador principal (pestañeando más y obteniendo puntajes de observación más altos), o controlar la película mediante la reacción media generada por el conjunto de los espectadores.
Después de probar unas cuantas opciones, Ramchurn afirma que la de controlar la película de forma cooperativa (uno controla la banda sonora, otro el cambio de escenas, otro la mezcla de elementos…) fue la que mejor funcionó… “Las películas controladas en equipo fluyen mejor”, concluye el director.
Con información de MIT Technology Review. | Selección, edición y notas del Colectivo Alterius.