Catalunya y la reconfiguración del régimen del 78
El 1 de octubre de 2017 es un día histórico porque representa un punto de ruptura en el Reino de España y de la propia Unión Europea. Los hechos son bastante conocidos: una tremenda represión por parte del gobierno de Mariano Rajoy con un saldo de más de 800 heridos para frenar el referéndum convocado por el Parlament de Cataluña y declarado ilegal por el Tribunal Constitucional de España.
La historia podría haber sido distinta. El gobierno de Rajoy podría haber dejado hacer la consulta y una vez obtenidos los resultados, negar toda posibilidad de acuerdo de separación de Cataluña con España. En este escenario, el gobierno con sede en Madrid, incluso tendría una poderosa arma política que esgrimir si la participación en la consulta no rebasaba el 50% del censo y la misma no tuviera avales internacionales de peso, como fue el caso. Aun con más del 50% de la participación, y con un triunfo apabullante del Sí (como podría haber pasado en este supuesto y como pasó) hubiera sido muy difícil la constitución de la nueva República Catalana. Esta, se toparía con pared con la Unión Europea que optaría por su fiel socio, el Reino de España, y como se dijo unas líneas arriba, contra el propio Gobierno Español justificado en el respeto a la Constitución Española y a la declaración de invalidez del referéndum. Así, el gobierno de España mantendría las sedes del gobierno en la comunidad autonómica y todo lo relativo a temas como las pensiones y la hacienda pública dependiente del gobierno central, impedirían que Cataluña lograra constituirse como una república. Y aunque las movilizaciones en la calle pudieran haber sido multitudinarias y continuas para defender la nueva república, todo parece indicar que no sería más de la mitad de la población la que saldría a hacerlo y no queda claro con cuanta intensidad lo haría ni por cuanto tiempo. Pero al fin y al cabo, todo esto es una especulación.
Todo indica que lo que el gobierno de Rajoy quiso impedir a toda costa fue la imagen de una enorme masa de personas que civilizadamente acudían a las urnas para decidir el destino de su pueblo y que esta imagen fuera usada para presionar al Estado español y buscar el apoyo internacional para que se llevara a cabo un referéndum acordado con el Reino de España además de mandar un mensaje a los Catalanes y a toda España de que él es el que manda. Quien piense que lo que Rajoy buscó fue simplemente defender el orden constitucional o el estado de derecho seguramente desconoce que el Presidente del Gobierno, dirige un partido político plagado de casos de corrupción y condenado por financiar ilegalmente campañas políticas entre otras tantas cosas.
El discurso de la noche del domingo del Presidente Rajoy fue muy claro: para él, el referéndum no existió. La estrategia policial llevada a cabo tenía como objetivo deslegitimar el referéndum, de ahí su obsesión de buscar e incautar papeletas, urnas y complicar toda la logística del proceso. De ahí que intervinieran unos cuantos colegios electorales y no todos los que se abrieron, sabiendo que, reventando una determinada cantidad de los mismos, los resultados que se presentaran iban a quedar empañados por la falta de garantías para llevar a cabo una elección tan importante como la del encaje legal de la comunidad Catalana. Sin embargo, las pretensiones de desactivar la legitimidad del ejercicio basándose en su ilegalidad, provocarían un enorme descontento en la población catalana, ya no solo en el sector que avalaba la consulta (independentistas o no), sino también en un segmento de la población que no lo hacía (independentistas o no) pero que consideraba que la actuación del gobierno de Rajoy sobrepasaba todo límite y era violatoria de derechos fundamentales. Así, antes del 1 de octubre ya se hablaba de violación a la libertad de expresión y de reunión (en Madrid, un juez prohibió al Ayuntamiento de la capital española el préstamo de un espacio municipal a una organización que pretendía debatir acerca del derecho a la autodeterminación), se detuvo a cargos de la Consellería de Economía de la Generalitat, se le retiraron competencias a esa misma Consellería como el pago de proveedores los cuales los llevarían a cabo desde el Gobierno Español y ordenarían a los Mossos de Escuadra, la policía autonómica, a atender indicaciones del Gobierno central por sobre el Govern de la Generalitat, lo que supuso, según no pocos juristas, la aplicación de facto de la suspensión de la autonomía del Govern Catalán. Suspensión de autonomía de facto porque no se llevó a cabo el procedimiento constitucional que requiere tomar medidas de este tipo. Todo parecía indicar que para defender la Constitución, había que violar la Constitución.
De esta forma, para antes del 1 de octubre, ya había un fuerte descontento en Cataluña por las actuaciones de Rajoy. El descontento había desbordado a los sectores que avalaban el referéndum como vinculante llegando hasta sectores que lo consideraban simple y llanamente como una masiva movilización popular. Entre estos últimos se encuentra Ada Colau, la alcaldesa de Barcelona, quien ha pedido diálogo entre las partes, el gobierno español y la Generalitat, para lograr un referéndum.
Llegado el día “D” Rajoy desplegó la siguiente etapa de la estrategia. Mandó a la policía a los colegios y estos actuaron con la barbaridad que decenas de videos en YouTube evidencian. El Gobierno de Rajoy podrá decir (y lo dijo) que el referéndum no se puede considerar tal ya que muchos colegios electorales no funcionaron gracias a su intervención, pero no podrá sostener nunca que esa intervención fuera proporcional de ninguna manera.
La actuación policial del 1-O, haría que Cataluña se sintiera enfurecida. Independentistas y no independentistas, se han sentido fuertemente agraviados al ver cómo la policía española cargaba con violencia contra personas que ofrecían resistencia pacífica. Se creó un ambiente de indignación total con las imágenes de adultos mayores ensangrentados y de personas heridas por balas de goma, de uso prohibido en Catalunya, que llevara al quirófano a un vecino de la Barceloneta. En las filas de votación no paraban los rumores y cada que un video nuevo aparecía en Facebook, Twitter o Whatsapp, el orden de la fila para la votación se rompía para verlo en el teléfono de quien lo había encontrado o recibido. A las 22:00 horas, la cacerolada que llevaba 15 días haciéndose presente, se sintió con más intensidad que nunca. Desde donde yo la viví, en el barrio de Gracia, en Barcelona, resultaba impresionante, apabullante. El sonido del golpeo del metal de las cacerolas se convirtió en el sonido de la indignación.
El lunes sería un día raro. Se conocerían los resultados y se haría un recuento de daños de la accidentada jornada electoral. Se sentía la tensión en Barcelona donde al parecer solo algunos despistados turistas no sabían de bien a bien que era lo que pasaba. Era también un día para recuperar energías, sobre todo del lado de toda la población que se había movilizado desde hace unas semanas pero con mucho mayor intensidad los últimos días, en donde se habían puesto como tarea proteger los colegios electorales de su cierre y del embate de la policía en la misma jornada electoral. Descanso también para guardar energías para el día siguiente, que una semana atrás se había destinado para una huelga general convocada por la Confederación General de Trabajadores en protesta por las medidas impuestas por el gobierno de Rajoy que vulneraron derechos civiles y políticos.
Así, el martes llegó la huelga general. A la indignación provocada por la violación de derechos civiles y políticos hasta antes de la consulta, se sumaba el enfurecimiento de la gente con la actuación de la policía el día de la jornada electoral. Millones de personas salieron a las calles en todas las ciudades y pueblos de las 4 provincias de Cataluña. Paró el servicio de transporte (taxis, metro, autobuses, trenes), los servicios de la Generalitat así como la de los Ayuntamientos. El 3 octubre se recordará en la historia de Catalunya como el día en que la indignación tomó la calle.
A lo noche, el Rey Felipe VI mandaría un mensaje a todos los españoles. En la línea del Presidente de Gobierno defendió que el respeto a la Constitución es el respeto a la democracia. No tuvo una sola palabra para todos las personas agredidos por la policía. El tono del Rey, más que de serenidad y prudencia, era belicoso. Su discurso, más que pedir u ofrecer diálogo, predicaba enfrentamiento.
¿Qué está pasando?
España vive una profunda crisis de régimen. El régimen del 78, heredero de la dictadura de Franco con sus instituciones y leyes se está reconfigurando. El crecimiento del independentismo catalán viene a sumarse a otra serie de acontecimientos, como el nacimiento de PODEMOS, que preconizan el nacimiento de un nuevo orden en el país Ibérico. En gran medida, esta ruptura de régimen tiene sus orígenes en el movimiento popular conocido como el de “los indignados” del 15M del 2011, como respuesta a la burbuja inmobiliaria que generó la fortísima crisis del 2008 y a un bipartidismo (PP y PSOE) manchado de corrupción y responsable en buena medida del deterioro de la vida en España.
PODEMOS dio respuesta a la indignación constituyéndose como partido político que aspira a gobernar España. Nacido en 2014, la formación morada ha obtenido en las últimas elecciones alrededor de 5,000,000 de votos. Dichos votos no salieron de la nada, salieron del ambiente de indignación general que constituyó al 15M. Mientras que el movimiento independentista canalizaría los argumentos del 15M a la cuestión nacional, ya que su propuesta ante el escenario de insatisfacción fue la ruptura con España y sostenida en la idea de que, siendo un propio estado, la vida de los catalanes mejoraría. Así, dos “patas” fundamentales del régimen están hoy en cuestión: el bipartidismo se rompió con PODEMOS y orilló al régimen a la creación de Ciudadanos (para competir el espacio de la renovación política) y la comunidad autonómica se está viendo devaluada por el independentismo, situación que ha forzado a hablar a algunos de la necesidad de un nuevo encaje de corte plurinacional, republicano y federalista que rompería con el principio según el cual la nación española es una sola y llevaría a replantear la figura del jefe del estado que hoy recae en el Rey.
La actuación del gobierno del PP encabezado por Rajoy, el discurso del Rey Felipe VI e incluso el tibio reclamo del PSOE por la violencia policiaca y la petición insistente de Ciudadanos de que se convoquen nuevas elecciones en Catalunya son un intento del régimen por adaptarse a la reconfiguración que les permita seguir teniendo el poder. Pensándolo así, las piezas pueden encajar y podremos entender los siguientes movimientos del régimen.
Es de pensarse que, ante una posible declaración de independencia el gobierno de Rajoy, con el respaldo de las palabras pronunciadas por el jefe del estado, promueva la suspensión de la autonomía de Cataluña. Para hacerlo, necesitaría la aprobación del Senado, cuya composición (el Partido Popular y el PSOE suman 211 de 266 senadores) le hace factible llevar adelante la medida. Un escenario así solo haría que la crisis política se agravara. Si bien, todo parece indicar que hoy una cantidad importante de catalanes no está de acuerdo con la declaración unilateral de la independencia, la medida de suspender la autonomía parece más anticlimática aun. Todavía peor sería que, sin declarar unilateralmente la independencia por parte del Parlament, se llevara a cabo la suspensión de la autonomía de Cataluña.
Por lo pronto, la prensa internacional ha consignado la brutalidad con la cual ha actuado la policía española el 1-O (mientras la prensa española ha dado un tratamiento miserable a la misma) y el gobierno de Rajoy se ha ganado el desprestigio de la comunidad internacional. Sin embargo y a pesar de todas las evidencias, el silencio de los líderes de Europa solo demuestra una vez más que para la Unión, por mucha retórica de democracia y de Derechos Humanos, es más importante estar bien y apoyar al socio. Una confirmación más de que para la Unión Europea, cuando hay controversia entre Derechos Humanos y Gobiernos de estados aliados al proyecto económico neoliberal, es más importante sostener a los aliados. Quien siga creyendo que la Unión Europea es un proyecto democrático, tiene bastantes elementos para pensarlo mejor (digo, por si lo sucedido con Grecia no bastara…).
Es posible pensar que Rajoy, después de un discurso del jefe de Estado que ha acusado de “desleal” al gobierno de Cataluña y del apoyo de los líderes Europeos bajo el discurso de respeto irrestricto al estado de derecho, cargará con más fuerza en los siguientes días. Y aunque queda por verse como actuará el Govern de Cataluña y el Parlament, algo está claro: el régimen está herido, en Cataluña el gobierno del Partido Popular ha traspasado límites y las consecuencias políticas de este acontecimiento, más los que vengan, evidenciarán que el régimen del 78 se encuentra prácticamente obsoleto.