Conversar
“No les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar” es el emblemático fragmento de un poema de Oliverio Girondo que aparece en la fantástica película de Eliseo Subiela, “El lado oscuro del corazón”.
Más allá de que la película contiene un repertorio de poesía inflamada -y desde un enfoque de género, machista- creo que es una obra espléndida.
Exigirle de más, utilizando parámetros ideológicos -que es una práctica común en la crítica de arte contemporánea-, es un despropósito.
Pero pienso en el poema y en las ideas que me atraviesan hoy. Ideas que uno interioriza tanto que termina perteneciendo a ellas.
Y pienso que hoy no busco que sepan volar. Tampoco lo exijo. Esto por dos razones: primero, porque “exigirles” volar es una demanda pasiva y egoísta, a la que uno no antepone nada; en segundo término, porque mi forma de entender el propósito fundamental de la vida -la trascendencia- no empata con la idea del vuelo.
Hoy, no exigiría volar, porque no me siento con el derecho de exigir y porque no creo que las ganas de volar puedan someter a otros deseos, menos externos, más modestos y probablemente más preciosos, parafraseando a López Velarde.
Hoy no les exijo volar. Ni les exijo nada. Hoy, le propongo, así, en singular, que es una idea que recupero de mi adolescencia, conversar.
Si no sabemos conversar, perdemos el tiempo juntos.