La ciencia latinoamericana hecha por mujeres
En Tercera Vía nos interesa rescatar las aportaciones hechas por mujeres a los diferentes campos científicos, entre las cuales encontramos el extraordinario trabajo de estas cinco investigadoras latinoamericanas que destacan por sus investigaciones y la apertura que han logrado en un gremio que se caracteriza históricamente por desplazarlas y subestimar sus importantes aportaciones.
1. Adriana Ocampo Uría: (5 de enero de 1955, Barranquilla, Colombia). Geóloga planetaria colombiana. Vivió en Argentina hasta la edad de 15 años, tras lo cual su familia se muda a Pasdena, California. Estudió Geología en la Universidad Estatal de California, para después obtener una maestría en Geología Planetaria en la misma institución y posteriormente un doctorado en la Universidad Vrije de Holanda.
Su interés por el espacio se manifestó a temprana edad, trabajó en diversos proyectos ligados a la exploración del cosmos hasta llegar a la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio (NASA), donde lleva más de 20 años trabajando en el Laboratorio de Propulsión a Chorro (JPL por sus siglas en inglés), al cual ingresó en 1973, cuando apenas iniciaba la preparatoria.
Ocampo fue la primera en observar que una serie de depresiones (cenotes) en forma de anillo en la Península de Yucatán que formaban parte del cráter Chicxulub, lugar donde impactó el asteroide que terminó con el 60% de las especies en el planeta hace 65 millones de años. Hasta el momento ha dirigido seis expediciones al sitio de impacto. Sus investigaciones sobre el cráter han sido vitales para el estudio de la superficie de marte.
Además de esto, su labor se enfoca desde hace años en la cooperación internacional y el desarrollo a través de las ciencias, así como en el mapeo planetario. Actualmente lidera el proyecto de exploración de Jupiter de la NASA, a través de una sonda que llegó a destino el 4 de julio de 2016 tras cinco años de viaje. La misión se propone conocer más sobre la formación del sistema solar y sus planetas.
Barboza explora selvas y cuevas en busca de murciélagos. En 2006 redescubrió, junto con Aidée Vargas al murciélago nariz de espada (Lonchorhina aurita) en la cueva de “La Curicha” localizada en San Matías y Santo Corazón del departamento de Santa Cruz en Bolivia y que se puede encontrar en México, Perú, Bolivia y el sudeste de Brasil. Antes de esto, el murciélago se registró en Bolivia en el año 1932.
El campo de estudio al cual se dedica Kathrin es la bioacústica de los murciélagos. La bioacústica es el estudio de las señales acústicas (sonidos) que producen los seres vivos, en el caso de los murciélagos se refiere a la ecolocación, la emisión de un pulso (ultrasonido) y la percepción del eco que reciben a partir de ese pulso. Estos estudios ayudan a entender de manera más completa la biodiversidad, así como el desarrollo de tecnologías. Uno de los objetivos de la bióloga boliviana es un mayor entendimiento de los murciélagos y sus beneficios para el medio ambiente.
En una entrevista en 2013, Barboza dijo sobre ser mujer en las ciencias: “Siendo mujer cumples un reto más grande todavía porque te toca desarrollarte en una sociedad que todavía sigue siendo machista, lo que exige que tengas que sacrificarte aún más para que tu trabajo pueda ser reconocido”.
3. Ariana Barberá Betancourt: (1981, Cuba). Bioquímica, investigadora del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB). Sus indagaciones se centran en las enfermedades autoinmunes y la búsqueda de medicamentos para tratarlas. En 2013 recibió la beca L’OREAL-UNESCO para mujeres en las ciencias.
Su investigación principal tiene como objetivo el estudio de medicamentos para el tratamiento de enfermedades como la artritis reumatoide, la diabetes mellitus y la enfermedad de Chron. De acuerdo con Barbera, los fármacos fallan en la mejora de los padecimientos, inclusive en países desarrollados.
Entre estas enfermedades, la artritis reumatoide y la diabetes tipo I, afectan principalmente a las mujeres (representan un 78% de los casos a nivel mundial). La científica cubana espera que su investigación ayude a mejorar la calidad de vida de quienes presentan las condiciones, especialmente las mujeres.
Ha colaborado en investigaciones como “Un ligando peptídico alterado como novedoso fármaco para el tratamiento de la artritis idiopática juvenil” y “Caracterización de Moléculas HLA tipo II y evaluación de citocinas en pacientes cubanos con Artritis Reumatoide”.
4. Herminia Pasantes Ordóñez: (18 de diciembre de 1936, Ciudad de México, México). Estudió Biología en la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde, durante el examen médico para ingresar a la licenciatura, el médico que hacía las evaluaciones a los postulantes le dijo que, como era mujer, mejor estudiara en la Facultad de Filosofía y Letras, cosa que no sucedió.
Posteriormente realizó su maestría en Bioquímica en la Facultad de Química de la misma institución y su doctorado en Ciencias en la Universidad de Estrasburgo (Francia), en México se le negó la posibilidad de hacer el doctorado porque tenía un hijo.
Tiene una trayectoria de más de 35 años de investigación y como docente en la UNAM en las Facultades de Ciencias y Psicología. Sus estudios se dirigen específicamente al área de la fisiología, de hecho, es una de las fundadoras del Instituto de Fisiología Celular y fundadora del estudio de la neuroquímica en México.
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Su interés por el estudio de la química del cerebro la llevó a centrarse en la retina y los aminoácidos que yacen en ésta, específicamente, la taurina. Este interés generó que descubriera la importancia de la taurina para modular la permeabilidad de las membranas, así como el alivio del edema. Su investigación y experiencia son parte aguas en el campo de la neuroquímica y la fisiología celular en México.
Tiene múltiples condecoraciones y premios, entre ellos el Premio Universidad Nacional en Ciencias Naturales por parte de la UNAM en 1991, el Premio Nacional María Lavalle Urbina y el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el área de Ciencias Físico-Matemáticas y Naturales en 2001. Además, es Investigadora Emérita del Instituto de Fisiología Celular de la UNAM.
5. María Carlota Monroy Escobar: (23 de julio de 1954, Ciudad de Guatemala, Guatemala). Bióloga por parte de la Facultad de Ciencias Químicas y Farmacia de la Universidad de San Carlos de Guatemala, tiene una maestría en Microbiología Médica por parte de la Universidad de Karolinska en Suecia y un doctorado en Entomología Médica de la Universidad de Uppsala en Suecia. También es fundadora del Laboratorio de Entomología Aplicada y Parasitología.
Sus aportaciones en los campos de la zoología, ecología y parasitología son muy reconocidas. Sin embargo, su investigación más conocida se relaciona con la enfermedad de Chagas desde un enfoque comunitario, más específicamente los vectores que persisten en las viviendas y que propagan la enfermedad. Parte de la solución involucra a las mujeres, con quienes se trabajó para eliminar insectos transmisores, que usualmente se esconden en huecos y grietas de las paredes.
Le enfermedad de Chagas es causada por el parásito Trypanosoma cruzi que se transmite a través de las heces y orines de las chinches que entran al torrente sanguíneo a través de la mordida del animal (también puede transmitirse por transplantes de órganos, sangre y de madres a hijes). Es una enfermedad crónica, que, detectada a tiempo, puede ser tratada y afecta en el mundo a entre 6 y 7 millones de personas.
Gracias a su labor en esta área fue galardonada con la Medalla Nacional de Ciencia y Tecnología del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de Guatemala. La doctora Monroy ha dicho sobre sus investigaciones: “Con nuestras intervenciones la gente vive mejor y se siente bien. En Guatemala decimos que una sola golondrina no hace verano. Mi obligación es la investigación, pero si no se aplica y se colabora con las comunidades, para qué sirve”.
Con información de Montserrat Pérez para La Crítica | Edición y notas del Proyecto Alterius