Una respuesta de los millennials para Krauze y compañía
Krauze, Navalón y Grecko aseguran, cada uno a su manera, que el problema de México somos los jóvenes. Y el inconveniente no es que lo digan, sino que lo crean, y aún más, que no tengan ni por asomo un ejercicio de autocrítica. Un titubeo. En ese sentido, no es tan difícil distinguirnos de ellos. Si los jóvenes estamos dispuestos a mirar nuestro rostro con honestidad, sin afeites ni retoques, ya vamos un paso adelante de sus ideas más actuales.
Hablar de generaciones en abstracto puede ser una trampa. Aunque estemos atravesados por los mismos eventos, nos separa todo lo demás. Es una categoría que, en todo caso, sirve para marcar con una cruz nuestro acontecer en el tiempo. Y nada más. Propongo por eso que nos situemonos en lo concreto: en las generaciones políticas, intelectuales, económicas.
Comparto la premisa central del más reciente artículo de Martín Caparros, quien acierta a escribir que, hablando de generaciones políticas, suelen ser pocos los que asumen la tarea de dejar el mundo un poco mejor de lo que lo encontraron. Son los menos quienes luchan y se sacrifican; la mayoría está ocupada en otras cosas. Algunos, en lo más básico, como sobrevivir. Otros, en que sus hijos vivan un poco mejor. Unos más, en sacar ventaja del desbarajuste.
Este México en guerra, de fosas rebosantes, de violencia, de narcotráfico, del Estado como realidad balcanizada, no es el que conformamos los jóvenes. Proviene en realidad de esa generación que ya era parte de la escena pública cuando nosotros ni siquiera habíamos nacido. Sin embargo, hay que huir del recurso del reproche; también en ese aspecto necesitamos superar a quienes culpan del mal presente a los jóvenes. Lo más sencillo sería regresar la bofetada y responderles que cuando llegamos, ya todo estaba así; luego, transcurrido el tiempo adecuado, podríamos cargar, como ellos, contra el eslabón más débil de la cadena, es decir, contra quienes sean jóvenes en treinta o cuarenta años, y alimentar el ciclo perverso.
La costumbre de depositar frustraciones en los demás sólo se rompe regresando a la vieja cuestión de la libertad. Lo que se elije, pesa menos. Aunque los jóvenes de hoy podríamos desentendernos de nuestro país, de cuarenta y tres desaparecidos -y tantos más-, de los ataques contra periodistas, de los feminicidios, no lo estamos haciendo. México es nuestra responsabilidad, pero en el sentido de que elegimos imponernos tareas, y no como un fardo que hay que aventar a quienes vayan pasando cuando las cosas pintan mal.
Si miramos más allá de nuestras fronteras, descubriremos que también son los jóvenes quienes están actuando en contra el neofascismo, el racismo y la guerra. Por ejemplo, el 73% de quienes tienen entre 18 y 25 años votaron en Reino Unido en contra del Brexit. También el 63% de las personas de entre 18 y 29 años en EUA fueron a las urnas y eligieron a alguien distinto a Trump -55% votó en favor de Hillary Clinton, mientras que el 8% se decantó por otros candidatos-. Fueron jóvenes universitarios quienes organizaron movilizaciones multitudinarias en más de trece ciudades de Colombia para impulsar los Acuerdos de Paz, y son también jóvenes quienes están urgiendo un cambio en los regímenes autoritarios.
El vínculo entre generaciones políticas dispares, sin embargo, no tiene que vivirse como un despropósito. De hecho, actualmente existe una fuerte conexión entre los jóvenes y los abuelos rebeldes como Sanders, Mujica, Carmena y Mélenchon. La generación de los indignados -una categoría de la que hay que sospechar- se ha dejado interpelar por ellos, además de por figuras como José Luis Sampedro, Noam Chomsky, Stéphane Hessel (quien murió en 2013) y Antonio Negri. ¿Cómo encajan tan bien esos políticos e intelectuales con chicos a los que aventajan medio siglo de vida?
En una época cínica como la nuestra, la confianza cotiza a la alza, y los “abuelos de izquierda” la generan porque representan todo lo contrario del oportunismo. Son quienes lucharon durante toda su vida en favor de las causas perdidas, y que por lo mismo, perdieron casi siempre. Por eso convencen. Incluso parece que sólo quisieran ir a las elecciones o levantar la voz en el espacio público para llevar sus principios lo más lejos que sea posible, como un gesto de generosidad más que como estrategia política.
No hay que pasar por alto que los abuelos indigandos tienen largas trayectorias como parte del sistema vigente. No son outsiders. Su legitimidad radica en que, como los jóvenes, han visto sus esperanzas aplastadas, y que como ellos, están dispuestos a hacer algo al respecto. Si un líder es aquel que logra representar mejor el drama del momento, estos políticos e intelectuales son el símbolo de las promesas incumplidas de la globalización.
En una conferencia a la que asistí hace algunos meses, Mauricio Merino dijo públicamente que los jóvenes somos “los juniors de la democracia”. En su visión, las instituciones de la transición son como un automovil que está listo para arrancar, con el motor bien diseñado, llantas anti-baches y un sistema de frenos perfectamente operativo. No entiende que somos tan malagradecidos como para no pelearnos por subirnos a ese coche y conducir sin sobresaltos hacia esas democracias que se colorean con verde en los informes de Freedom House.
Lo que Merino no ve es que cuando su generación encontró la respuesta, a los jóvenes nos cambiaron la pregunta. El gran mérito de ellos radicó en que crearon un piso mínimo institucional que no existía. Muchas gracias, lo valoramos, pero con eso ya no alcanza. Surgieron otras cuestiones: ¿Qué demonios pasó para que acabáramos viviendo con más violencia, desapariciones y asesinatos en democracia que en el régimen de partido hegemónico? ¿Por qué no producen certeza los resultados de los procesos electorales? ¿Qué se hizo o se dejó de hacer para que nos vaya peor en casi todas las cifras? ¿Cómo es que pasamos de ser la novena economía del mundo en el año 2000 a ser la diecisesava en el 2017? ¿Por qué aumentó la pobreza a pesar de que se invierte más de 72 mil millones de pesos anuales en programas sociales? ¿Cómo es que caímos en este pozo sin fondo?
No creo que seamos juniors, sino todo lo contrario. Somos 37 millones que en el fondo sabemos que no existen condiciones para que la mayoría vivamos mejor que nuestros padres: el 41% de los profesionistas jóvenes están desempleados o trabajan en la informalidad, en acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo. El 70% carecemos de Seguridad Social. No tardamos en abandonar la casa de nuestros padres por infantilismo -el promedio de edad al que nos independizamos es de 28 años- sino porque comprar una casa nos parece fuera de nuestro alcance, mientras que rentar consume en promedio el 47% de nuestro sueldo mensual. Para ser juniors, la tenemos bastante difícil.
Por otro lado, el narcisismo del que nos acusan -por tener cuentas de instagram- no es ni por asomo comparable al estremecimiento que seguramente sienten en la vieja guardia cuando se miran a sí mismos. Al final, demuestran con sus comentarios que su generación política e intelectual abona a la crisis omnilateral que vivimos. Su frivolidad, su asencia de rigor, su viceralidad, son el testimonio de que forman parte de eso que no todavía acaba de morir, pero que hace todo lo posible porque nada nuevo termine por nacer.
11 comentarios
¿Toman en serio al payaso de Te-Te-Témoris Grecko?
Excelente respuesta para los pequeños inquisidores de los jóvenes. no deja de ser interesante la postura anterior y la nueva. Es definitivo que lo anterior tiene consecuencias para el futuro. Entonces hay mucho de razonable en el sentir de la juventud actual.
Me encantó tu artículo.
Aburrido.
“Las quejas ante las nuevas generaciones son muy frecuentes. Para relativizarlo tenemos que recordar que es una constante histórica el despotricar contra la mala educación de la juventud y echar de menos el respeto a los padres o el mejor comportamiento de las generaciones anteriores. Los antiguos romanos ya se quejaban de las jóvenes generaciones y de su falta de respeto por los mayores. Cuenta Plinio que los romanos creían que ellos habían sido mucho más respetuosos con sus padres y habían tenido una mejor educación que la que tenían ‘los jóvenes de hoy’. Hablaban de la insensibilidad de los jóvenes, de sus gamberradas, su ignorancia, su falta de respeto por los mayores. Es decir, en todas las épocas se escucha esta diatriba contra las nuevas generaciones y acerca de lo caprichosos y malcriados que son ‘los jóvenes de hoy’. Como si hubieran leído a Plinio, estos jóvenes padres, que quieren ser más liberales y democráticos que lo que fueron sus padres, reiteran esa cantinela de que se ha perdido el respeto y que la juventud goza de demasiada libertad.” Inés Alberdi y Pilar Escario, “Los hombres jóvenes y la paternidad”.
No tengo acceso a lo que cada quién ha dicho con precisión, pero andar tirando culpas no es práctico. Admiro a los millennials en general, me parecen muy picudos, sobre todo a los que tienen ese despapajo para andar moviendo proyectos al por mayor. Políticamente, tienen hasta cierto punto, razón. Tendría que leer lo que escribieron los autores que citas, dentro de contexto. Sugiero que pongas las referencias.
Gracias por la cautela. Yo NO escribí estupideces como ésas. Invito a leer mi respuesta. https://www.facebook.com/temoris/posts/10154683729448017
Si le das click a sus nombres al inicio del texto, te manda a sus artículos. Salvo en el caso de un tal Navalón, yo no veo la gravedad de lo expresado.
Para variar, Krauze y Cia metiéndose con quien no debe…el problema son las viejas reliquias priistas como él y sus secuaces…los jóvenes son los que van a borrar su memoria de este mundo.
Muy bien la respuesta, sobre todo a Krauze que muchas veces se apasiona, ahora en lo personal no es una queja como tal lo que yo diría si no el hecho de que actualmente quieren todo de ya y digerido, creo que lo que si hace falta a nuevas generaciones es solo que vean el esfuerzo por construir lo que tienen, es decir que vayan a una biblioteca al menos y no usar siempre google, que por lo menos intenten disfrutar de todo sin usar internet por lo menos un día, no quiero decir que se evite o no se use, solo que valoren un poco mas las cosas sin depender de un dispositivo para llamar la atención o para comunicarse por lo demás es solo adaptarse.
La respuesta de un periodista sorprendido porque le atribuyen cosas que de ninguna forma piensa, y agraviado porque lo ponen en malas compañías
https://www.facebook.com/temoris/posts/10154683729448017