Soy papá y quiero ser feminista
Desde que me enteré que sería papá de una mujer, me empezaron a llegar a la mente todos esos recuerdos de cuando de más joven fui un patán, y daba por hecho que existían roles para mujeres y otros para hombres, peor aún, los reproducía creyendo que era lo que tenía que hacer. Cuando era adolescente suponía ciertas cosas sólo podían hacerse por mujeres, y que quien debía llevar las riendas, manejo y control de una relación tenía que ser yo (porque era el hombre).
En la era de la desinformación, o el exceso de información en medios de comunicación y en medios sociales como Facebook, es una osadía navegar en contracorriente a la desinformación y quitarse de encima prejuicios, mentiras y violencias culturales. Ahora me ha quedado claro que el feminismo es la búsqueda de la igualdad, reconociendo que históricamente se ha beneficiado a los hombres en detrimento de las mujeres. Conozco a los de mi especie y no puedo defender a todos los hombres heteronormados, porque por acto u omisión, ejercen violencias que no están respetando pisos mínimos de igualdad. El feminismo es esto, y aunque resulte obvio para las personas sobreeducadas y expertas en el tema, puede ser difícil por educación o conciencia, que un hombre simple y mortal, se dé cuenta que puede ser feminista.
Recientemente vi videos en los que Barack Obama y Justin Trudeau se declaraban feministas y la verdad, es que no terminaba de entender por qué, sobre todo cuando seguía creyendo vilmente en el resumen desinteresado y negativo que hacen algunos medios masivos comunicación cuando hablan sobre feminismo. Porque algunos de estos medios y uno que otro troll en medios sociales, han logrado su cometido; el de sembrar miedo, odio y desinformación. Tal y como ocurrió con el movimiento All Lives Matters, que intentaba apagar con su racismo, la necesidad de reconocer los derechos de las comunidades afroamericanas en Estados Unidos, el Black Lives Matter.
Casos como estos nos demuestran que el discurso hegemónico de la heteronormatividad nos acorrala sin que si quiera nos demos cuenta, hasta llegar al punto del desinterés personal, o de la reproducción de esas maneras monopólicas de pensamiento. Esto cambió definitivamente hasta que leí un libro llamado Las mujeres son seres humanos de Laura Lencona (2016), a tal punto que me sentí seguro de salir al mundo y decir “quiero ser feminista”.
El acto personal de reconocerse a sí mismo como algo, o de cambiar algo que he venido haciendo y reproduciendo no es sencillo, porque como me pasó a mi, a muchos nos pasó que en ninguna de las aulas de la escuela primaria o secundaria, se habló desde el feminismo, jamás hubo preocupaciones sobre las desigualdades de género y haciendo cuentas, ni en mi familia ni en mi círculo de amigos provincianos lo hubo. El respeto a una mujer se limitaba en no golpear a una, pero jamás se ponía en cuestión los roles preexistentes de quién tenía que cocinar y lavar los trastes en la casa, y quién no.
Por otro lado, es tan especializada y selectiva la información para acceder a la teoría feminista que, o la ves en carteles y planes de estudios en las universidades más progresistas, o algún amigo o amiga te acerca al tema por casualidad de pláticas entre mezcales y cervezas. Pero ¿y esos millones de seres humanos que no van a la universidad y no tienen amigos feministas, cómo le hacen? ¿Cómo nos enteramos del feminismo sino es por los medios masivos, los medios sociales o la casualidad?
Dar por hecho la obviedad de que el feminismo es la búsqueda de la igualdad, y ningunear a quien no piensa así, o hasta apenas se enteró que de eso se trataba el feminismo, sólo denota prepotencia intelectual. Ningunear al otro porque no sabe que las nuevas masculinidades y el feminismo son necesarios en un momento en el que el cambio de paradigmas es necesario y está pasando, evidencia la falta de criterio y sensibilidad como para socializar la teoría feminista. Es igual de impertinente ejercer cualquier tipo de violencia sobre las mujeres, como dar por hecho que se es pendejo por no saber qué es el feminismo y, sobre todo, cómo ejercerlo.
Sin embargo, el libro de Lencona es un abrazo a la ignorancia, así la mía se fue extinguiendo y dejó a su paso, la necesidad de proteger a mi hija de todas estructuras desiguales que siguen estado en favor de los hombres. Me he puesto a pensar en cada palabra que digo y en cada acción que hago. En ocasiones me siento por el solo hecho de ver a una mujer en la calle y pensar que está guapa. Quito la mirada y me voy cabizbajo, porque ya no sé hasta qué punto sigo siendo el patán adolescente o verdaderamente estoy cambiando.
Quizás estoy exagerando un poco, pero son preguntas genuinas desde la desinformación, por eso es que he intentado poner atención a cada detalle porque insisto, es otro lenguaje y otra narrativa de vida la que desde el feminismo se plantea. Es como si hubiera vivido todo este tiempo sin saber o suponer que necesitaba lentes y de repente, sí necesito mirar con detalle y alta definición, porque no puedo seguir repitiendo los patrones patriarcales del sexo que represento; de aquellos hombres que han dominado y ninguneado a la mujer.
Quiero ser feminista porque sé que es un camino en búsqueda de la igualdad, y porque al igual que otras un mil maneras de buscarla, hay que reconocer el estado actual del mundo y procurar otro posible. Tener hijas e hijos implica quererle dejar al mundo personas críticas y sensibles, capaces de pensar el mundo y remediarlo. Tampoco creo que por decir “ya soy feminista” todo se resuelva mágicamente, es más, hasta quisiera presentar un examen o algo como para no beneficiar mi narcisismo intelectual y creer que, por decirlo, ya lo estoy siendo.
Verbalizarlo en las comidas familiares, decirlo en los espacios de la vida cotidiana como el súper, la gasolinera o la cafetería; es ahí donde supongo que se debe actuar, porque la heteronormatividad se ejerce en acto y habla. No hacerla ni decirla, es un paso más en esa búsqueda de la igualdad.
Una igualdad que reconozca las desventajas en vez de normalizar las diferencias. Si mi hija quiere amar a alguien, que lo haga libremente, pero sabiendo las condiciones sociales en las que la sociedad en la que vive, han querido regular y normalizar las formas de amar y a quién amar. Que sepa que puede identificarse como mejor le parezca, desde la heterosexualidad, hasta lo transgénero, bigénero, género no binario, gay, etcétera.
Tal y como la edición especial de National Geographic publicó recientemente sobre la revolución del género. De aquí me queda claro que hay un abanico de posibilidades desde las cuales las niñas y los niños nacidas y nacidos como tal, pueden identificarse, ser y definirse en el amor como acto y no como definición. Mi preocupación como nuevo y recién padre, es que sea feliz y que ame, tal y como supongo, como cualquier otro progenitor debe pensar. Que ame sabiendo cómo han ido transformándose esas formas de amar y que escoja por convicción a quién y cómo amar.
Y al mismo tiempo que lo pienso, me siento tranquilo al saber que mi círculo más cercano está en la misma sintonía, ya no es la desinformación de mi adolescencia, afortunadamente estoy rodeado de personas que me han cambiado y ahora, por fin sé que el feminismo es una apuesta más sobre la mesa para cambiar el mundo.
¿Y si ahora quiero tener un hijo y volverlo al feminismo?
Pero al final de todo esto, y después de tener mi claro deseo de devenir feminista, una duda que me vino a la mente: ¿Y si ahora quiero tener un hijo y volverlo al feminismo? Porque la tarea no sólo está en dotar a mi hija de la teoría y simpatía que debe tener como para hacer defender sus derechos, sino que también está la responsabilidad de hacerle ver a mi hijo que quiero tener, que por haber nacido como hombre, no tiene por qué ser un violador en potencia, que no tiene por qué suponer que debe ganar más que sus colegas en el trabajo, que sus hormonas también pueden hacerlo llorar en el deporte, en las artes, en su escuela y su trabajo.
Al final de todos mis deseos y decisiones, está la evidencia de la desigual y violenta manera con la que los hombres seguimos tratando a nuestras mujeres, reconocer el hecho y promover el respeto e igualdad entre hombres, mujeres e intersexuales (como seres biológicamente nacidos así), debe ser una premisa que hay que tener, verbalizar y defender. Falta que nuevos papás y mamás nos volvamos al feminismo, porque esta es una manera más de ir borrando el desamor que hay en el mundo.
3 comentarios
Concuerdo. Exageras.
Es bonito y reconfortante saber que no estoy solo. No estamos solos.La equidad, la igualdad no nos hará libre quizá, pero hay que luchar buscando, investigando, leyendo, reflexionando y difundiendo por un mejor mundo para nuestros seres más amados.
yo tengo una hija de 2 años y pasé pro algo similar… mi intención no etiquetarme como “feminista” sino respaldar al 100% el feminismo, aprenderlo y promoverlo… ser PRO-FEMINISMO, pero cada que entraba a algun foro de feministas para resolver mis dudas, terminaba recibiendo agresiones por “invadir su espacio”, me decían que la lucha era de ellas, que yo no me metiera, que no fuera hipócrita, que los hombres deberíamos mantenernos al margen, y vaya.. esas son las “suaves”, por que hubo insultos muy fuertes que supongo eran de gente con problemas y no juzgo a todo el feminismo por unas cuantas, al final encontre quienes si me dieron la oportunidad de aprender y me explicaban a detalle cada duda que tenía. Me di cuenta de lo difícil que es como hombre, apoyar al feminismo, por las mismas mujeres que no comprenden o distorsionan la esencia del movimiento y lo convierten en otra cosa..