O hay golpe de timón o Peña debe irse
La encuesta de Reforma del día de hoy no deja espacio para la duda: el 86% desaprueba el trabajo de Enrique Peña Nieto como presidente de la República. En Tercera Vía nos preguntamos: ¿Cuanto más tendría que precipitarse su gobierno para cambiar la hoja de ruta? ¿Qué forma debe cobrar el desastre para que se tomen medidas a la altura de las circunstancias?
Es un hecho que vivimos una crisis de espectro completo. El aumento al precio de los combustibles, sin embargo, activó a franjas sociales que usualmente no se movilizan, en estados donde las protestas masivas son eventos inéditos. La respuesta del presidente, sin embargo, retrata su incapacidad: “¿Y ustedes que hubieran hecho?”
La famosa cita de María Antonieta puede servir como analogía de las respuestas infames ante el descontento popular: “¿No tienen pan? Que coman pasteles”. Ambas frases desnudan a gobernantes que no alcanzan a entender las causas de las protestas sociales, y que por por tanto, no pueden tampoco plantear salidas satisfactorias a una crisis cuando ésta se presenta.
Es posible que la impopularidad presidencial haya dejado de ser un criterio de gobierno, sobre todo cuando la aprobación a EPN se precipitó a los índices más bajos desde que se tiene registro. El costo político, puede pensar éste gobierno, ha sido pagado. Y eso es lo más preocupante: cuando un poder se instala en la indolencia y el cinismo, se vuelve un peligroso enemigo de los ciudadanos. Las malas decisiones que se tomen hoy -desestimando el impacto que tendrán en la sociedad- pueden tardar muchas décadas en revertirse.
Un gobierno de coalición sin Peña puede ser una salida en el corto plazo para superar la situación de parálisis y desconcierto que vivimos. Un procedimiento de ese tipo tendrá que acompañarse de cambios importantes en la agenda pública: redefinir la estrategia de seguridad interna, la relación bilateral con EUA, la apertura a nuevos actores en el tablero democrático, y sobre todo, las políticas que ataquen la desigualdad, esa falla tectónica de nuestro modelo de país.
El reto de la política, en suma, es convertir el consenso contra Peña en la base de un nuevo acuerdo por México.