Erotismo y brevedad: 5 minificciones de Victoria García Jolly

Victoria García Jolly es una escritora mexicana que se define de la siguiente manera: “soy una diseñadora que ya no diseña y una escritora que no debía ser escritora”. Su trabajo literario ha sido merecedor de diferentes premios, ha publicado los libros ¡Cuidado! Café cargado (2010) y ¡Mmm! Chocolate sin culpa (2015), El libro de las letras. De la a a la z y no es diccionario (2011) y Para amar al arte (2016). Es cofundadora de la revista Algarabía, en donde se ha desempeñado en diversas actividades como el diseño, la dirección editorial y, por supuesto, la escritura. Además de esto cultiva la minificción como una forma de procurar oxígeno a su propia existencia.

A continuación presentamos una brevísima selección de sus minificciones:

Desde hoy creo en los fantasmas

A partir de esta noche cambiaré mi forma de despedirme antes de ir a la cama, no más hasta mañana. Te diré solícita y seductora: ven a jalarme los pies, te estoy esperando, amor.


El Autillo

El Autillo es una especie de búho —Otus scops— que se dedica a escuchar con atención las palabras que los amantes se dicen. Cuenta la leyenda que cuando los amantes se disgustan y no se hablan, de noche el Autillo sobrevuela las casas de los desdichados emitiendo un ulular suave y dulce, en una frecuencia especial, sólo percibida por ellos. Este sonido inusual, nunca antes escuchado, produce el mismo efecto que las palabras de amor. De esta manera, al despertar, los amantes no tienen mayor anhelo ni deseo más grande que olvidar sus rencillas y rencores, dejar todo e ir en busca de su pareja para repetirle, con la misma dulzura, las palabras escuchadas durante el sueño.


Sobre sirenas

Las sirenas pueden ser bondadosas o perversas. No importa si tienen cuerpos de gallina o colas de pez, todas viven frustradas al no tener vagina. Viven permanentemente tristes e impenetradas a pesar de su rara belleza. Su canto es una suerte de lamento para despertar la ternura, la admiración o el deseo de los hombres. La dulzura que emana de sus voces demanda piedad y amor. Pero, tarde o temprano, todo concluye en tragedia: sea con la muerte de los marineros o con su eterna virginidad a cuestas. ¿Alguien las ha escuchado reír?


Variaciones sobre un tema trillado

Diario le digo que lo amo, y de nada sirve porque es sordo.

Diario le digo que lo amo, y él, lacónico, me da las gracias.

Diario le digo que lo amo y él, entusiasmado y agradecido, mueve la cola.

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Diario le digo que lo amo, no importa que no responda. Luego salgo corriendo del cementerio para llegar temprano al trabajo.

Diario le digo que lo amo, excepto sábados y domingos. Sólo somos novios entre semana.

Diario le digo que lo amo, diario le digo que lo amo. Padezco ecolalia, padezco ecolalia.


La primera carta

—¡¿Qué haces?! ¡¿Te has vuelto loca?!

—No sé por qué te sorprende que amenace con disparar ahora y no hasta mañana, si en esta carta, que muy amablemente me dejaste en el escritorio, ya anticipabas que lo haría. Cuando la encontré tempranito hacía frío y me senté, emocionada, a leerla mientras bebía el primer café del día. Recogí mis piernas sobre el sofá y me hice borujo para no sentir el dolor que los pies helados infringían a mi cuerpo completo. Todo era silencio y penumbra, ansiedad de leer la primera carta que de tu puño me hacías llegar. Ilusionada y sonriente, leí:

«Hay buenas noticias, amor, que significan mucho trabajo, las malditas me quitan de la mente las imágenes fantasiosas de ti y de mí caminando como un par de bobos por la calle tomados de la mano, me borran la imagen erótica, aquella que se fijó en tu mente y en la mía en nuestros primeros días de relación: mis labios sobre tu vagina como si fuera otra boca, labios más carnosos, sensuales, humedecidos por el placer del amor. Besarte, joderte, lamerte, fue algo celestial. Esta escena vuelve a mí una y otra vez y me estremece, me hace pensar en tu respuesta, es la misma fotografía, pero desde otro ángulo: “Mi orgasmo en tu boca, tu cabeza entre mis piernas, tu mirada por encima de mi pubis se posa en mis ojos como preguntando si estoy complacida. No sé si ellos te lo dijeron: absolutamente. Tu media cara se veía joven y luminosa. Te adoré.”

«Me pregunto entonces, ¿cómo haremos el amor mañana? ¿Qué me pondré para gustarte? Prefiero verme seductor. ¿Cómo carajo logro eso? ¿Qué parte de tu cuerpo deseo besar primero? ¿Cuál tocarás tú? ¿Me morderás los labios? ¿Meteré mi nariz en tu pelo? ¿Qué loción mía te enciende? ¿Qué mirada es la que te derrite? Nada puedo planear, nada me puedo imaginar, me encomiendo a la espontaneidad del amor que está en suspenso, del sexo que está en latencia, de mis ganas perennes de entrar a tu boca y acariciarla, de penetrar tu piel, de arrancarte un gemido largo y otro feliz, partirte en dos la mirada mientras me hablas de amor y tus aventuras tontas.

«Tal vez deba llevar mi libro de hechizos mágicos, y tú los polvos de bruja que guardas en la despensa. Llevaré un frasco de toloache para derramar en tu vientre de donde beberé amor. En una de ésas llevo también pastelitos de miel y galletas de melaza en lugar de palabritas rosas para seducir tus oídos, para encontrar unos “te amo” novedosos como nunca los has escuchado, como nunca los he dicho. Cerraré los ojos para sentir tus respuestas y trazar en el aire las maneras en que tus manos me acariciarán, callaré para atender el sonido que produzca tu piel sobre la mía, tus pensamientos en los míos, tu amor en el mío, mi sexo en el tuyo.

«Al final abrirás los ojos lentamente para buscar los míos, tal vez en silencio te cantes, como sueles hacerlo, una hermosa y apasionada aria, esa que dice: “Io son l’amore, io son l’amore”.

«Me pregunto entonces cómo hacer para llevar a Miriam, sí, a esa amiga mía que te parece admirable por el valor que tuvo de amar a un hombre más allá de la vida y más allá de la muerte. Cómo haré para que aceptes complacida que, en lugar de tus labios, sean los suyos los que bese, para que mis manos penetren su piel y no la tuya, para que, húmeda, nos contemples y participes sin pensar que Miriam no eres tú, sin sentir el arrebato de los celos cuando mi cuerpo quede sobre el suyo y apenas mi mano sobre tu pecho. ¿Cómo hacer para despertar uno solo de tus instintos, el vital? ¿Cómo apaciguar tu furia?

«Sé que te has declarado incapaz de compartirme, que me has amenazado al igual que me has amado. ¿Aceptarás a Miriam? En el fondo lo que me pregunto es si todavía tienes cargada el arma que guardas en el buró; mi mayor preocupación no es que dispares, ciega de celos, contra el hermoso y suave cuerpo de Miriam, sino que falles y sea el mío el que quede ahí, gozoso y sin vida.

Tuyo, Raúl.»


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