#VérticeEnElTiempo Poesía erótica para inventar el fin de semana

La reunión de poetas Vértice en el tiempo que se lleva a cabo en el Museo de la Ciudad de México en punto de las 5 pm, tendrá su segunda presentación este sábado 24 de septiembre. En la mesa de lectura participarán los siguientes poetas Víctor Manuel Mendiola, Alí Calderón, Fernando Salazar Torres, Roberto Amézquita y Mariel Martínez Damián.

Todo encuentro de poetas es una celebración de la palabra, sobre todo en el actual estado de crisis que vive el país, donde el lenguaje está secuestrado por la violencia y la represión. Como parte de una oposición al silencio que ejercen los grandes poderes contra las manifestaciones culturas, compartimos una breve muestra del trabajo poético de dos poetas participantes en esta mesa: Alí Calderón y Víctor Manuel Mendiola, cuya obra –tan divergente es sus posturas estéticas y vitales— mantiene un vértice en el que coincide el tema erótico como una consigna para reinventar  el amor –esa emoción que sobrevive a todos los fines de semana.     

Alí Calderón:

Pole position

Y mi pecho una supercarretera
de ocho, dieciséis, treinta y dos carriles
con miles y millones de caballos de fuerza
vertiginosos corriendo
y derramando lumbre en mis arterias.

Aquellas peligrosísimas curvas
impostergables y letárgicas
y particularmente inabordables
cada vez que tú, Lesbia, no me miras.

Ese imperioso arrancar en segunda
cuando tus sí se vuelven indecibles,
impronunciables,
inminentemente pospuestos
turbiamente y con perfidia
por tus no unánimes e inconmovibles.
Sólo tú echas a andar este Ferrari rojo,
incalculablemente insaciable,
impaciente por recorrer solemne
las largas calles de tus piernas
siempre prodigiosas, siempre proféticas
y en lo que a mí respecta,
absolutamente litúrgicas,
plenas de infinitud.

Que la batería desbarate su potencia
en tu cintura inenarrable
porque finalmente y después de todo:
este bólido, Lesbia, no carbura
sin tus estrechos jeans a la cadera.

**

_____

_____

[Pobre Valerio Catulo]

A quién darás hoy tus versos, infeliz Catulo?
sobre qué muslos posarás la mirada? Qué cintura rodeará tu brazo?
cuáles pezones y cuáles labios habrás de morder inagotable hasta el hastío?
Termine ya la dolorosa pantomima: fue siempre Lesbia,
exquisito poeta, caro amigo,
__________________________un reducto inexpugnable.
A qué recordar su mano floreciente de jazmines o aquellos leves gorjeos
_________________________________________________________sonando tibios en tu oído?
para qué hablar del amor o del deseo si ella es su imagen misma?
por qué evocarla y consagrarle un sitio perdurable en la memoria? por qué Catulo?
_________________________________________________________________por qué?
Que tus versos no giren más en torno a sus jeans, a su blusa sisada,
que tu cuerpo se habitúe a esa densa soledad absurda y prematura,
que su nombre y su figura de palmera y su mirada de gladiola
_____________________________________se pierdan, poco a poco,
ineluctablemente y de modo irreversible,
_____________________________________en el incierto y doloroso
__________________ir y venir de los días.
Y que a nadie importe si se llamaba Denisse, Clodia o Valentina
qué caso tiene pobre Valerio Catulo? qué caso tiene?

Víctor Manuel Mendiola:

Te crece la cara,

cuando te aproximas a su cuerpo

te crece la cara.

Arrodillado

entre las blandas

esferas de sus pechos;

bebido y zafio

en el puño de su pubis,

te crece la cara.

Se te ensancha en una extensión


sobre su espalda abierta

y sus pequeños hombros,

sube entre sus rodillas

o sigue el miedo de sus pies.


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Primero, medio día,

después, toda su carne,

hasta que tu rostro

es un sol aproximado y lleno,

una piedra de sangre

en la atmósfera

iluminada de sus piernas.

Te crece la cara

cuando te doblas

en la raya incendiada de su cuerpo.   

**

Cruzas las rodillas

Te desperezas y abres la ventana;

la luz está dormida y tú desnuda.

Afuera, el tiempo todavía duda

entre la lentitud y la mañana.

 

Tiene el laurel una humedad oscura

y los alrededores de la casa

una velocidad que se retrasa.

La enredadera en el silencio dura.

 

Tu espalda con el aire se estremece;

te sientas en el borde de la cama,

cubres tus pechos, tocas tus mejillas.

 

Por ti el laurel, con intención, se mece

y en la flor de la mesa se derrama

una luz. Mientras, cruzas las rodillas.

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