De tesis, plagios y otras galimatías

La educación se ha convertido en un commodity moderno que se puede poseer en distintos niveles y con diferentes representaciones, ya sean éstas objetivas o subjetivas. Es decir, se puede poseer educación a partir de un documento impreso en piel de cerdo, un diploma de especialidad; o bien, por la parte subjetiva, puede darse en el ejercicio de un poder simbólico como lo son las representaciones de estatus, ¿quién no ha escuchado a alguien decir, “Mira, perenganito es egresado de tal universidad”?

En días recientes la periodista Carmen Aristegui desveló información sobre que una parte del trabajo recepcional del Presidente Enrique Peña Nieto; con el cual obtuvo el título de Licenciado en Derecho por la Universidad Panamericana; contiene párrafos plagiados de autores como Enrique Krauze, para ser exactos, según Aristegui, de 682 párrafos que integran el trabajo, el mandatario copió 197 de obras de otros autores.

Los memes que refieren a la burla descafeinada sobre la falacia de “todos lo hacen”, es un indicador fuerte de que a la sociedad mexicana
Como es costumbre, la opinión pública sale de nuevo a jugar al ágora de las Redes Sociales y las manifestaciones van desde la impotencia, la burla, hasta la indiferencia. Los memes que refieren a la burla descafeinada sobre la falacia de “todos lo hacen”, es un indicador fuerte de que a la sociedad mexicana, sus gobernantes y demás esferas, les encanta simular. Y parafraseando a Paz, se disfruta de simular que simulamos; simulamos que estudiamos una carrera universitaria, se simula que nos importa o no nos importa que el presidente, paladín de las instituciones democráticas, defensor a ultranza del Estado de Derecho, haya plagiado su tesis; el mismo Presidente que hace unos años comenzó una reforma educativa –más laboral y con miras políticas–, bajo el discurso vacío y repetido mil veces de que “nuestros hijos” (no sé si los de él), merecen una educación de calidad. Esto sin más que la verborrea y acciones unilaterales punitivas hacia el último eslabón de la cadena magisterial, el profesor de a pie, antes que un verdadero compromiso con la construcción de modelos educativos pertinentes y el apoyo infraestructural.

Asimismo, se le ha restado relevancia a la investigación del equipo de periodistas de Carmen Aristegui, con argumentos como el emitido por el Secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño, quien mencionó en entrevista con Carlos Loret de Mola, que “es un señalamiento que no corresponde con la realidad ni realmente con algo trascendente o importante”. Y así, como este tipo de argumentos, existen otros en la opinión pública que demeritan la acción de haber evidenciado un plagio de hace 25 años.

La trascendencia radica primeramente, en que el asunto es de orden público, esto debido a que se trata del trabajo que le valió un título universitario al ahora Presidente de México; en segundo lugar, la trascendencia es de orden cultural, ya que desvela una de las ilusiones de la modernidad: que todo aquel que estudie, llegará por sus méritos a escalar socialmente.

En este orden cultural, la falacia de la meritocracia; ensanchada por el ala empresarial; ha pregonado que el asenso social va en proporción de los estudios y el trabajo, es decir, que la producción de las riquezas y la distribución de éstas, atienden a la escala de méritos obtenidos por las personas en un sistema determinado de valores. Dicha falacia está perpetuada en la creencia de que si se trabaja arduamente, las personas pueden llegar a ser o tener lo que deseen.

“El desfase entre las aspiraciones que el sistema de enseñanza produce y las posibilidades que ofrece realmente es, en una etapa de inflación de los títulos, un hecho estructural que afecta –en distinto grado, según la distinción de sus títulos y según su origen social– al conjunto de miembros de una generación escolar” (Bourdieu, 2011, p. 155) 1Bourdieu, P. (2011) Las Estrategias de la Reproducción Social. Argentina, Siglo XXI.

Como se puede leer en la cita de Pierre Bourdieu, el sistema escolar, genera aspiraciones entre sus miembros, las cuales construyen una ilusión de que los títulos universitarios tienen un gran valor en la sociedad. El desfase del que habla el autor en dicho texto, se manifiesta cuando al concluir los estudios superiores, la persona no ve reflejados la inversión de tiempo y dinero que destinó a la obtención del grado. Lo complejo radica en que si bien los títulos sí generan un estatus, también están en una etapa de inflación, donde a partir de dinámicas comerciales, se busca obtener el grado como un simple paso más en la carrera escolar y muchas de las instituciones privadas de educación superior han optado por programas de “titulación cero”, donde ya no es necesario realizar un trabajo de investigación que puede llevar meses. Esto se puede cotejar con cifras arrojadas por la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES), quienes acotan que sólo cinco estudiantes de diez que ingresan a una institución pública de educación superior se titula, contra siete de cada diez en una privada.

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Lo anterior no significa que haya mejor calidad en la educación superior, pero sí que a pesar de las carencias del sistema educativo, la sociedad connota que una posibilidad de asenso social radica en la obtención de un título, fuera cual fuera la institución y los medios económicos que quepan dentro de sus posibilidades, y  muchas veces acarreando todos los rezagos que se pueden observar en algunos egresados de cualquier institución.

Efectivamente, en muchos casos tener un título significa la posibilidad de asenso, pero en otros; como ocurre en todas las esferas de la realidad; no, por ejemplo: dos sujetos en igualdad de condiciones y de contexto, pueden obtener resultados completamente distintos, a pesar de que el camino a seguir haya sido el mismo. Lo que nos refiere lo anterior, es que si bien un par de gemelos puede graduarse al mismo tiempo, de la misma carrera, habiendo estudiado en las mismas condiciones, uno puede tener éxito y el otro no. Luego entonces retomando lo que significa un título para una persona, lo que el Presidente Enrique Peña Nieto llevó a cabo hace 25 años, no es para dejarse pasar y es de relevancia tanto periodística como cultural.

Lo que a alguien con un nivel socio-económico bajo le cuesta más trabajo y tiempo, contra lo que a Presidente le tomó titularse, es la brecha que el sistema educativo sigue evitando. Regresando a Bourdieu, no le vale lo mismo a alguien con carencias, que a alguien con holgura de medios. Y esto, por supuesto es obvio, ya que la realidad social no sólo tiene como variable el éxito educativo; existe una incongoscible cantidad de variables que pueden llevar a alguien a escalar socialmente, así como prácticas –legales e ilegales– para lograrlo.

Hace 25 años, el Presidente se “tituló” de una de las carreras más estudiadas en este país, y es risible que en un país donde se dedica tanta inversión de tiempo y dinero al estudio del Derecho, se carezca del mismo. Nos encontremos sumidos en  diversas crisis que tienen que ver con la impartición de justicia, desigualdad social, grupos vulnerables que aún no logran hacer patente el derecho a la igualdad constitucional y un bajo nivel de justicia y de respeto hacia los derechos humanos. Lo risible también es, que quien en su discurso pregone justicia social, Estado de Derecho, respeto y “profecionalización del maestro”, se vea exhibido en su génesis como político y estadista, y se nos muestre como alguien que por encima de estatutos éticos e institucionales de honestidad, no reculó –por error o no– al apropiarse de ideas y faltar a la ética profesional y con esto poner en duda su profesionalización como abogado.

Quizá sea irrelevante para muchos la noticia que habla del plagio de un documento que avala los estudios de licenciatura del Presidente de México. Puede ser intrascendente para quienes sólo lo vean como un acto arraigado a las prácticas académicas, pero como se puede reproducir, también se puede denunciar y hacer público cuando la ética es presa de quienes detentan el poder.

La Secretaría de Educación Pública menciona que es irrelevante, que hay cosas más importantes en las cuales poner atención y por supuesto que las hay. Lo que acontece parece no alarmar a muchos, pero lo que sale a relucir, es que en un país como México, el asenso social muchas veces está peleado con la ética, o en otras palabras, que la ética es sólo una materia que se imparte en algunas aulas y que no sirve más que para divagar.

La pregunta que surge y es casi obvia, ¿Cuál sería el sentir del opinador cotidiano si se revelara que la tesis doctoral de Angela Merkel sobre química cuántica fue un plagio?, ¿O que el mismo Barack Obama copió 197 párrafos de su tesis en Harvard? Quizá la respuesta es incierta, pero lo que es cierto, es que el en año 2012, el entonces presidente de Hungría, Pál Schmitt, renunció a su cargo tras perder un juicio donde se encontró que había plagiado parte de su tesis doctoral, juicio que también le costara el grado de Doctor.

Lo que acontece parece no alarmar a muchos, pero lo que sale a relucir, es que en un país como México, el asenso social muchas veces está peleado con la ética, o en otras palabras, que la ética es sólo una materia que se imparte en algunas aulas y que no sirve más que para divagar.

Por supuesto que el sexenio de Peña ha tenido mayores escándalos y su renuncia no es plausible ni la vía inmediata al mejoramiento de las estructuras sociales; lo relevante es abrir el debate ético y con éste, medir los intentos que el mandatario y su gabinete han tenido de transformar un sistema educativo el cual ya ha sido transgredido por él en el plano de lo ético; y de igual forma, sirve como un botón de muestra que nos dice que el ideal meritocrático de las sociedades desarrolladas es casi igual de endeble que el argumento que reza, “La gente es pobre porque no trabaja”.

A pesar de todo, la Constitución no demanda que el Presidente posea un título, pero si éste se decidió en su tiempo, y por sus mentores, a tener un grado, se esperaría que como defensor del Estado de Derecho mexicano; y las instituciones que él dice proteger; que no hubiera plagiado. Y así como un título universitario no asegura una presidencia, ni el asenso social y mucho menos el plagio significa cárcel, lo que sí podría ameritar –si su alma mater lo cree pertinente y condena dichos actos– es la revocación del título que lo avala como Licenciado en Derecho.

Más allá del morbo y la burla, se deben hacer explícitas, en todos los niveles, las prácticas sin ética profesional que todos podemos llevar a cabo, pero con la la posibilidad de elegir no hacerlas.

Y como no se le pueden pedir peras al olmo, quizá sólo salga a ofrecer disculpas por haber hecho mal una tesis.


Referencias

Referencias
1 Bourdieu, P. (2011) Las Estrategias de la Reproducción Social. Argentina, Siglo XXI.
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