Empleo y desarrollo humano.
Para toda nación en desarrollo y también para todo país desarrollado uno de los grandes desafíos que tiene en su agenda de trabajo constitucional y de gobierno radica en crear condiciones para que la ciudadanía tenga trabajo o empleo, sin duda, el valor del trabajo constituye más que un tema de ingreso, representa una oportunidad de realización personal y colectiva, una forma de reconocimiento familiar, comunitaria y social, y al mismo tiempo una posibilidad, al menos en las expectativas, de acceder a más satisfactores y por tanto a un mejor nivel de vida. La relación entre trabajo e ingreso ha sido en los últimos años un tema de debate en nuestro país, lo es porque la definición del salario mínimo se convirtió con el paso de los años en el punto de arranque de los ingresos de las trabajadoras y trabajadores, el cual dicho sea de paso se muestra insuficiente para que un persona satisfaga sus necesidades básicas, no se diga si se trata de una familia.
En México mucho se ha escrito sobre el número de empleos que es necesario crear cada año para responder a la demanda de un sector creciente de la población económicamente activa, sin embargo, se enfrentan retos estructurales y coyunturas que han hecho por demás difícil llegar a superar la barrera de crear, por lo menos, un millón de empleos por año. La problemática va desde la competitividad del país en sus diferentes vectores hasta las crisis económicas en el vecino país, el estancamiento de la economía global, la crisis europea, y ahora el crecimiento de la economía de China que en resumen terminó por encarecer el dólar. Ante esta situación hay muchas cosas que sí podemos hacer como es mejorar la productividad, lo cual se dice fácil, pero para lograrlo se requiere de seguridad pública, de eficacia en el sistema de justicia, de abatir la corrupción, de tener condiciones claras de gobernabilidad donde la vida política no le imponga costos al desarrollo, y de sistemas de desregulación avanzados.
En materia propiamente laboral la inversión en el capital humano nos lleva desde la necesidad de superar el rezago educativo hasta opciones de capacitación, formación y entrenamiento laboral que respondan a las necesidades de las empresas y que atraigan inversiones para personal más y mejor preparado. Hoy existe un mercado mundial del empleo, es así porque el desarrollo del sector servicios a través de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación permite que una empresa contrate determinados servicios, incluso de orden administrativo, gerencial, de software avanzado y de telecomunicaciones en otras naciones, mismo caso de los gobiernos. Hoy los nichos de mercado laboral tienden a ser más especializados y suponen una competencia global.
La reforma laboral que se aprobó en nuestro país hace sólo unos años representa un avance, pero es insuficiente sin acciones concretas de los diferentes sectores productivos como son la capacitación, la promoción de mejores ingresos, la inversión en capacidades laborales, y la atención del personal desde una visión integral. En México de acuerdo con cifras del Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática (INEGI) para el cuarto trimestre del año 2015 la Población Económicamente Activa (PEA) era de 53 millones 809 personas, de esta 51 millones 568 mil se encontraba ocupada, por tanto se presentó una tasa de desocupación del 4.2 por ciento; en ese marco, la tasa de trabajo asalariado era del 64 por ciento mientras que existía una tasa de informalidad laboral del 58 por ciento; según el propio INEGI, entre los mayores retos que se observan en la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) 2015 está que el promedio de remuneraciones se ubica entre 1 y 2 salarios mínimos con 12 millones 556 mil 245 trabajadores y de 2 a 3 salarios mínimos con 10 millones 163 mil trabajadores; de igual manera la Encuesta reveló que el nivel de desempleo se estabiliza, mientras las condiciones de empleo precario continuaron su tendencia de crecimiento al aumentar a 14.5 por ciento durante febrero de 2016, lo que representó un aumento el 2.2% respecto del mismo periodo del año anterior.
En pocas palabras, una masa de trabajadoras y trabajadores cercana a los 23 millones de personas recibe entre uno y tres salarios mínimos en nuestro país, la informalidad ha estado en los niveles de la ocupación formal por años, y la precariedad en el empleo es una constante; por tanto, es necesario sopesar desde la necesidad de nuestro propio desarrollo lo que ha asentado la Organización Internacional de Trabajo (OIT) “El trabajo decente sintetiza las aspiraciones de las personas durante su vida laboral. Significa la oportunidad de acceder a un empleo productivo que genere un ingreso justo, la seguridad en el lugar de trabajo y la protección social para las familias, mejores perspectivas de desarrollo personal e integración social, libertad para que los individuos expresen sus opiniones, se organicen y participen en las decisiones que afectan sus vidas, y la igualdad de oportunidades y trato para todos.” Esta definición expresa las condiciones del derecho humano al trabajo, o bien lo que por años conocimos en nuestro país como las garantías sociales, que entreveraron el derecho al trabajo con la salud, la educación, la seguridad social, el deporte, y la protección de las leyes ante los abusos.
El trabajo decente es una ruta aspiracional y necesaria para apuntalar el desarrollo de la nación mexicana, en especial, el trabajo que brinda seguridad social, porque de esta seguridad dependen los sistemas de pensiones, el acceso a los servicios de salud, y otras serie de prestaciones por demás sustantivas al llegar al punto de ser adultos mayores. Hemos dado pasos importante como país al lograr la reforma laboral, pero hace falta que la política en la materia se fortalezca y articule con el esfuerzo de distintos sectores, se trata de un desafío nacional que tienen referentes globales, se trata de crear dinámicas regionales y estatales sobre las necesidades de las empresas, formación educativa bajo una oferta abierta, infraestructura disponible, adecuación e integración dinámica de los planes y programas de estudio, sistemas de incentivos fundados en la protección social de quienes trabajan, y en especial de la mejora de los niveles de ingreso.
En México se necesitan más y mejores empleos, del gobierno en su conjunto también depende crear condiciones para la inversión productiva en la era de los servicios y de la revolución de la calidad; condiciones que significan mejores leyes, mejor aplicación del Estado de derecho y mejor desempeño institucional para la inversión, son muchos los retos que tenemos pero sí hemos logrado avanzar. Lo importante es asumir la decisión de invertir en nuestro país, de generar la oferta educativa que se necesita donde se necesita, de apostar al desarrollo del mercado interno donde tenemos aun territorios inexplorados y de atreverse a innovar para ofrecer oportunidades a las nuevas generaciones. Los empleos no se crean por decreto, son en cambio el resultado de una decisión y de un trabajo colectivo que va del gobierno a la sociedad civil como un proceso continuo y perfectible, ese es el tamaño de nuestro reto en materia de trabajo.