Diseño genético: Patentando el yugo social del futuro
Partamos de una pregunta simple: ¿Cuál sería su postura frente al diseño genético si la biotecnología fuera capaz de curar la enfermedad hereditaria de su pequeña hija? Seguramente, ante la pregunta llana, la respuesta inmediata sería la de aceptar sin cortapisas el desarrollo de tecnologías capaces de manipular nuestro ADN y el del resto de los organismos vivos: desde bacterias hasta vertebrados, pasando obviamente por las especies vegetales.
Pero el planteamiento implica una serie de problemas, algunos incluso todavía no visualizados y de difícil solución; sobre todo cuando se llevan al terreno de la bioética. Lo cierto es que el futuro ha llegado pero está detenido por la voracidad capitalista (que en el mundo de la investigación científica se traduce en “la guerra de patentes”), que ahora ha iniciado una batalla legal por el control de la tecnología CRISPR/Cas9*; una herramienta molecular utilizada para “editar” o “corregir” el genoma de cualquier célula, incluyendo a las humanas.
Según la simplista forma convencional de difundir esta herramienta tecnológica, se trata de unas tijeras moleculares que son capaces de cortar cualquier molécula de ADN, tan solo para eliminarla o incluso sustituyéndola de una manera muy precisa y totalmente controlada. Los mecanismos por los que funciona el complejo CRISPR/Cas9 son complejos en sus detalles, pero podemos darnos una idea con el siguiente vídeo:
En agosto del 2015 un equipo de investigadores dirigido por las doctoras Emmanuelle Charpentier en la Universidad de Umeå y Jennifer Doudna, en la Universidad de California en Berkeley, publicó un artículo en la revista Science el que se demostraba cómo convertir esa maquinaria natural en una herramienta de edición “programable”, que servía para cortar cualquier cadena de ADN in vitro. Es decir, lograban programar el sistema para que se dirigiera a una posición específica de un ADN cualquiera (no solo vírico) y lo cortaran. Lo que abría de manera definitiva una nueva era en el diseño genético, sobre todo en lo que respecta a la intervención del genoma humano (1).
Hemos llegado a los tiempos en que efectivamente podemos resolver prácticamente cualquier enfermedad genética con la manipulación simple del ADN, por medio del sistema CRISPR/Cas9, pero la explosión no se detiene ahí. La técnica también facilita la modificación de los genes para diseñar fenotipicamente a los humanos (es decir, elegir las características físicas que lo constituyen), una idea peligrosa en tiempos donde las ideas eugenésicas, que han llevado al Homo Sapiens a las peores atrocidades contra su propia especie, han tomado un impulso notable desde la ideología neoliberal. Las políticas racistas gestadas desde los Estados autoritarios que tanto tememos hoy son validadas desde las posturas liberales de la corporatocracia.
Poco después del famoso artículo de Doudna y Charpentier, en enero de 2013 los laboratorios de George Church en Harvard y Feng Zhang en el Broad Institute del MIT fueron los primeros en publicar artículos demostrando que CRISPR/Cas9 servía para células humanas. Doudna publicó lo propio de manera independiente apenas unas semanas más tarde pero en abril de 2014 Zhang y el Instituto Broad obtuvieron la primera de entre varias patentes generales que cubren el uso de CRISPR en eucariotas. Eso les otorgaba los derechos para usar CRISPR en ratones, cerdos, humanos y prácticamente en cualquier criatura que no fuera una bacteria (1).
Los detalles de la batalla legal entre los investigadores y sus equipos de trabajo, pueden ser revisados en otros medios, pero desnudan el peor lado de la ciencia institucional. Una que hace avances espectaculares siempre cobijados por las industrias y que por tanto los ponen a su completa disposición para capitalizar monetariamente los avances científicos, aprovechando las necesidades sociales. Hay que notar que CRISPR/Cas9 no solo permite la manipulación del genoma humano, también podría ser una poderosa herramienta para continuar con la lógica del diseño genético en la producción alimentaria.
A pesar de que el control del diseño genético mediante esta nueva herramienta biotecnológica es notablemente mayor y podría resolver los problemas asociados a la industria transgénica de nuestros días, sus creadores caen en el mismo error de empresas altamente criticadas como MONSANTO; la de idealizar la tecnología, sin visualizar los potenciales problemas que generaría en entornos abiertos y el desequilibrio ecosistémico que implica la intervención genética directa.
Lo más importante de entender estos asuntos y de acercarnos a los avances científicos, es encontrar la forma de participar activamente como sociedad en los problemas éticos que se presentan e incluso intervenir con herramientas científicas propias. Debemos entender que la ciencia institucional avanza imparablemente y con ella las políticas de Estado; la lógica de las patentes nada tiene que ver con proteger a la biosfera (aunque con ese rostro se presenten sus avances) sino con sostener una carrera que hace crecer una industria multimillonaria. Con el pretexto de la seguridad, los Estados y las grandes empresas se hacen de la propiedad exclusiva de estas tecnologías, pero como hemos visto a lo largo de la historia, solo son utilizadas como medio de control social.
Nuestra tarea es la de acompañar críticamente estos procesos y aprovechar las herramientas abiertas que tenemos a nuestro alcance para construir nuestra propia ciencia. Una que en lugar de hacer enormes y espectaculares avances que fortalecen industrias muy cuestionadas como la farmacéutica o la agrícola, camine con la lógica de proteger y acompañar sabiamente (y no necesariamente manipular) la esencia de lo vital. Si bien nos deslumbramos por los avances científicos espectaculares como el que aquí presentamos, es momento de notar que la ruptura de la tradición racional, al relegar los aspectos simbólicos y emocionales de nuestra relación con la naturaleza, nos está llevando en lo concreto a un deterioro permanente de lo que nos sostiene. Si no se resuelve ese problema, y quizá solo sea posible desde lo comunitario y no desde lo académico, ninguna tecnología por avanzada y espectacular que sea ayudará a crear una sociedad justa y en equilibrio con su entorno.
Texto: Jesús Vergara-Huerta (integrante del Proyecto de Ciencia Libre y Comunitaria ALTERIUS)
(1) Información tomada del blog Dciencia.
*Las siglas CRISPR/Cas9 provienen de Clustered Regularly Interspaced Short Palindromic Repeats, en español “Repeticiones Palindrómicas Cortas Agrupadas y Regularmente interespaciadas.” La segunda es el nombre de una serie de proteínas, principalmente unas nucleasas, que las llamaron así por CRISPR associated system (es decir: “sistema asociado a CRISPR”).
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