Linchamientos en México: la banalización del mal
En lugares donde la violencia alcanza cifras muy altas, el discurso de los héroes y villanos se borra en una espiral de sadismo que hace una la línea borrosa entre lo bueno y lo malo. En el caso de México, los altos niveles de violencia registrados en el país han banalizado el uso de la violencia y ha otorgado la legitimidad a cualquier persona o grupo para utilizarla. La reproducción de la violencia en todos los sectores de la sociedad proviene de dos factores principalmente, el aumento constate de los niveles de inseguridad y la ausencia de un Estado capaz de hacer prevalecer el orden.
En México la inseguridad no sólo ha crecido durante los últimos 8 años, sino que se ha mantenido constante durante todo este tiempo. A pesar de que la tasa de homicidios ha bajado de 21 a 16 entre 2011 y 2015, el primer semestre del 2015 presentó un alza de este delito en comparación a los últimos seis meses del año anterior. Los secuestros y las extorsiones por su parte, también han aumentado durante la administración del Presidente Peña Nieto en un 5.60% y 10.36% respectivamente.
La continuidad de los niveles de violencia se debe en parte a la ineficiencia de las fuerzas de seguridad para combatir el crimen. Este bajo desempeño del Estado para salvaguardar la paz y seguridad de las personas se ve reflejado en la pasada ENVIPE (Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública), en donde más del 50% de la población desconfía de la policía en el país. Ante esta desilución de la sociedad ante las fuerzas del orden, la sociedad civil ha optado por utilizar la violencia como su único mecanismo de protección. Sin embargo, ante estas circunstancias, las personas cometes las mismas atrocidades que las personas que criticaban y odiaban. Por lo tanto, las líneas entre los buenos y los malos quedan borradas, dejando como resultado una comunidad sin respeto a la ley y los derechos humanos.
El pasado 19 de octubre dos encuestadores fueron linchados en el pueblo de Ajalpan, en el estado de Puebla. Al parecer, la gente de Ajalpan pensó que los dos jóvenes encuestadores de la compañía Marketing Research & Services eran presuntos secuestradores. A pesar de que la policía municipal intentó defenderlos, las más de 200 personas lograron arrastrar los dos cuerpos inconscientes de los jóvenes los cuales fueron incendiados entre papeles y basura. Este caso no ha sido el único registrado en los últimos años en el estado de Puebla. Solamente en el presente año se han registrado linchamientos en los municipios de San Martín Texmelucan, Cohuecan y Tehuacán.
Estos casos sin embargo, no son casos aislados de un estado ni reflejan una violencia característica de un solo pueblo. De acuerdo con el estudio Linchamientos en México: recuento de un periodo largo (1988-2014), de los investigadores de la UAM Raúl Rodríguez Guillén y Norma Ilse Veloz Ávila, en México se perpetran alrededor de 13.6 linchamientos al año. Los años con más número de casos registrados fueron 1997 (27 casos), 2010 (47 casos) y 2013 (40 casos). Las entidades federativas con mayor número de linchamientos son Estado de México, Distrito Federal, Puebla, Morelos, Oaxaca, Chiapas y Guerrero.
Fuente: Linchamientos en México: recuento de un periodo largo (1988-2014)
Lo que puede notarse en la gráfica es que a partir del inicio de la guerra contra las drogas en 2006, el número de linchamientos incrementó de manera estrepitosa en el país. Como se mencionó antes, los altos niveles de violencia llevados a cabo por el crimen organizado y la falta de instituciones de seguridad fuertes, han hecho que los ciudadanos hagan su propia justicia con sus propias manos (prohibído en la constitución). Este es uno de los problemas más graves de la violencia; cuando el Estado no es capaz de imponer orden y paz, la violencia ya no es perpetrada por los “malos” de la película sino también por los “buenos”. En este caso se tiene una espiral de la violencia formando así un círculo vicioso de ataques, ilegalidad e inseguridad el cual se vuelve muy difícil de parar.