Pueblo de Xoco sigue resistiendo prácticas de despojo de torre Mitikah y FIBRA UNO

La resistencia del pueblo de Xoco, al sur de la Ciudad de México, es una de esas luchas que se miran como una gesta mítica frente a un Goliat de varios rostros que como principal cabeza tiene al grupo FIBRA UNO, el Fideicomiso de Bienes Raíces que lleva las riendas de la construcción de la Torre Mitikah; un megaproyecto ecocida avalado por el Gobierno de la CDMX.

Como es común, las palabras de Sheinbaum en materia de sustentabilidad, pierden todo su valor cuando miramos los hechos. Palabras vacías que parecen la continuidad de las burlas que la ciudadanía debe soportar por quien encabeza la administración de la Ciudad, sin importar el color de su partido. Mitikah es responsable, entre otras cosas del ecocidio ilegal de la calle Mayorazgo, donde sus trabajadores uniformados como empleados de la CDMX talaron cientos de árboles para preparar una de los accesos principales a su monstruoso inmueble.

Pueblos originarios se organizan para defender a la Naturaleza

En aquella ocasión, Sheinbaum en un alarde de supuesta autoridad y compromiso por el ambiente señaló que habría consecuencias, suspendió por algunos días las obras y amagó con aplicar una irrisoria multa (sobre todo considerando que FIBRA UNO tiene ingresos anuales cercanos a los 20 mil millones de pesos). Si eso no fuera suficiente, meses después su gobierno validado a nivel Federal, premió a Mitikah con un pozo de extracción, para abastecer 211 mil litros de agua al día que requiere tan solo su torre más alta, en una Ciudad que sella su estampa de catástrofe ambiental con una escasez de agua que comienza a notarse con los cierres continuos de abastecimiento en diferentes zonas.

Lo cierto es que FIBRA UNO, junto a otras empresas y fideicomisos que conforman la llamada mafia inmobiliaria en esta ciudad, siguen doblegando al Gobierno de la CDMX, que siempre encuentra formas de defender acciones que van en detrimento de los pueblos y recursos aledaños a la Torre Mitikah, en particular el tradicional Pueblo de Xoco, que no se ha cansado de denunciar estos atropellos y que sigue organizándose para defender sus viviendas y tradiciones.

De ecocidas a defensores del patrimonio arqueológico

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Recientemente, los pobladores de Xoco se organizaron para derribar vayas metálicas que fueron puestas en Mayorazgo, curiosamente cuando habían lanzado una campaña para reforestar dicha avenida el domingo 2 de Mayo. El nuevo pretexto para estas acciones de Mitikah es que, según el INAH, FIBRA UNO se ha convertido en un defensor del patrimonio histórico con acciones de salvamento arqueológico. Cuando en realidad las obras de construcción de la Torre fueron las que pusieron en riesgo los vestigios de la zona en primer lugar.

Mientras los habitantes del Pueblo de Xoco, han insistido desde el primer momento que las obras debían evitarse, ahora la narrativa oficial busca insertar la idea de que Mitikah y FIBRA UNO están creando un corredor cultural que incluye un museo con los objetos que se recuperen de ese salvamento; narrativa con la que se preveé una campaña de desprestigio a las acciones de resistencia del pueblo que nunca fue escuchado por las autoridades que siguen haciendo todo lo necesario para que se les piense como parte del problema y no como la solución.

El pueblo de Xoco denuncia que los tapiales se instalaron para impedir plan de reforestación ciudadana, a dos años del ecocidio por parte de Torre Mitikah en Mayorazgo.

La estrategia de las Manifestaciones de Impacto Ambiental

Desde obras menores, como el puente de Cuemanco, hasta megaproyectos regionales como el Tren Maya y pasando por complejos inmobiliarios y comerciales como Torre Mitikah, las autoridades y empresas constructoras han encontrado en las llamadas Manifestaciones de Impacto Ambiental (MIA’s) la coartada perfecta para seguir devastando todo a su paso y constituyendo un poder político-empresarial que parece no tener frenos legales.

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En política mentir es un arte necesario y las mentiras pueden ser puramente conceptuales, como cuando Sheinbaum dice que transplantará el humedal de Xochimilco, o como cuando utilizan la idea de “puentes de fauna” o “corredores de paso” para insertar en el imaginario la idea de que obras como el Tren Maya no solo impactan poco en el ambiente sino que se convierten como por arte de magia en bendiciones para las redes tróficas de la región; pero sin jamás mencionar los efectos reales que pueden tener estas obras o las múltiples críticas que aún se deben debatir frente a los corredores de paso.

Pero para mentir impunemente se hace indispensable acompañar esas trampas conceptuales con mecanismos legales para desacreditar a las voces críticas y deshabilitar las resistencias. La trampa de las MIA’s consiste en que sin importar el daño que una obra vaya a generar, “expertos” en temas ambientales, generalmente al frente de consultorías coludidas con las constructoras, o figuras académicas con carreras más bien políticas que científicas (por ejemplo Javier Velázquez Moctezuma, quien siendo especialista en problemas de sueño es director científico del Tren Maya y una de las figuras principales en los acuerdos económicos entre FONATUR y la UAM, a cuya información no se puede acceder de forma pública), analizan los efectos ecocidas de las obras y plantean una serie de medidas para mitigar ese impacto.

La mentira está ahí, tan reluciente como la deshonestidad de quien sosteniendo la continuidad de estos proyectos, se vanagloria de transitar hacia un futuro sustentable construyendo una enorme planta solar en los techos de la central de abastos. Pero a las Sheinbaum, a los Velázquez Moctezuma y a quienes aplauden sus decisiones, les hace falta mirar las cosas en su enorme complejidad. Los ecosistemas no saben de recursos legales, ni de narrativas tramposas y los árboles no votan por los farsantes que se disputan el control de los recursos comunes; mientras los discursos sin sentido que pretenden resolver el imparable deterioro ambiental calan en quienes siguen aplaudiendo cada acto del nuevo gobierno, los hechos duros y puros dicen otras cosas; la biosfera sigue en picada y la desigualdad social en aumento.

Texto de Jesús Vergara-Huerta

 


 

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