Pueblos originarios se organizan para defender a la Naturaleza
A pocos días de cerrar un 2019 marcado por una crisis civilizatoria que se agrava por causa del deterioro ambiental y la continuidad de un sistema económico global que pretende desarrollo por medio de la explotación de recursos naturales limitados, diversos pueblos en resistencia se han reunido para compartir sus experiencias en torno a la defensa de sus tierras, su cultura y la naturaleza.
El Foro en Defensa del Territorio y la Madre Tierra, convocado por el CNI y organizado junto a las bases de apoyo y la comandancia del EZLN, aportó un diagnóstico actualizado de los conflictos socio ambientales que surgen por el esquema extractivista de empresas nacionales y extranjeras; Una política publica que ha sido llamada en este encuentro como “la cuarta aniquilación”, ya que sigue siendo la base de la economía nacional, a pesar de los discursos oficiales.
Ya que la historia reciente de la política electoral en México, ha logrado dividir a la mayoría de los mexicanos en un par de grupos ideologizados que aplauden o rechazan toda acción que emana del actual gobierno, conviene revisar la importante radiografía que ha elaborado durante años el Colectivo Geocomunes, sobre el impacto ambiental, el despojo, el desplazamiento forzado de las comunidades originarias asentadas en zonas estratégicas para la explotación minera, la instalación de gasoductos y los corredores comerciales como el Tren Maya.
Proyectos diseñados desde la entrada de las políticas neoliberales y que hoy pretenden ser impuestos por medio de consultas que no toman en cuenta las demandas de los pueblos indígenas, sino que están diseñadas para validar una política que sigue viéndoles como peones sin derechos.
La falsa dicotomía que atraviesa toda discusión cotidiana al respecto se diluye cuando se observan los datos brutos del despojo y la sobreexplotación, pero sobre todo cuando se escuchan las palabras de comunidades que luchan en todo el territorio nacional y que comparten historias de represión, desaparición forzada y exterminio, enfrentando a diario un aparato de poder articulado por tres ejes que actúan como una misma fuerza de dominación: gobiernos en sus tres niveles, empresas sobre todo trasnacionales y células del crimen organizado.
Frente este aparato que parece imparable, la determinación de las comunidades en resistencia es quizá la emoción más potente de las que se pudieron percibir en el encuentro que se realizó en el nuevo Caracol Jacinto Canek.
“El capitalismo buscará refugio en las tierras de las montañas y los cerros donde nos mandaron. Ahora esas son las buenas tierras y el capitalismo vendrá para desalojarnos, porque ahí se acumulan más riquezas naturales. Necesitan del carbón, del petróleo, de las minas”.- Zapatista de los Altos de Chiapas.
Paradójicamente, la política global del exterminio ha logrado articular poco a poco a miles de luchas y millones de personas en todo el mundo. Hoy no sólo los pueblos originarios se organizan para defender a la Madre Tierra, sino que se suman miles de comunidades de espacios urbanos que de a poco desaprenden la cultura impuesta del crecimiento individualista y abrazan la importancia de la conservación y el uso sustentable de los bienes comunes.
Y es que en este encuentro quedó demostrado que la llamada mafia del poder sigue en pie, y que lo mismo pretende romper el delicado balance de las selvas del sureste para instalar un corredor de mercancías, que contamina y drena los mantos acuíferos de una urbe como la Ciudad de México que sigue condenada al colapso por la ineptitud de quienes lejos de castigar a proyectos como la Torre Mitikah, después del ecocidio de avenida Mayorazgo, le otorgan permisos para la construcción de un pozo que tan sólo para su torre más alta drenará 211 mil litros de agua al día y que obviamente seguirá rompiendo el tejido común del pueblo de Xoco, quien se ha manifestado desde el principio contra este insostenible megaproyecto.
La racionalidad ilógica de los defensores del progreso, les impide ver que a pesar de la implementación de infraestructuras como el deprimido de Mixcoac, la Ciudad de México se dirige sin freno a la muerte ambiental. Ni se resuelven los embotellamientos, ni se mejora la calidad de vida, a pesar de las nuevas plazas comerciales que aumentan sin control y se presentan como pequeños oasis para la sociedad del consumo. La política del centro neurálgico del país, hoy en manos de Sheinbaum, permite apreciar que en todo el país continuarán los discursos de siempre y los resultados de siempre, que pasan inadvertidos para un electorado que se resiste a aceptar que una vez más depositaron esperanzas en estructuras diseñadas para el saqueo.
Más allá de la inminente derrota de la gran urbe, que en el Foro quedó ilustrada con el ecocidio que la empresa ‘Quiero Casa’ realiza desde hace años en el predio de la calle Aztecas 215 de la colonia Coyoacán, donde cada segundo tira 60 litros de agua pura proveniente de un acuífero subterráneo al drenaje más cercano, se compartieron problemas similares desde el norte, con la tribu Yaqui del pueblo Bácum en Sonora, hasta el sur, con la lucha del los Binnizá de Oaxaca.
Otra resistencia de las grandes ciudades que tuvo presencia en el Foro fue la de los habitantes del Barrio San Luicito. En el micrófono del pleno explicaron: “Cuando llegamos a Monterrey hace muchos años, nos lanzaron al cerro donde no había más que un pedregal. Ahora que ya no caben sus proyectos, nos quieren desplazar porque estorbamos lo que los empresarios llaman ‘florecimiento económico’, porque nuestras casas les parecen feas y pobres, porque les estorbamos”.
Pero en el encuentro por supuesto las voces predominantes fueron las originarias. Como por ejemplo la de los huicholes de San Lorenzo, Jalisco, quienes luchan para que no se les despoje de 95 mil hectáreas; territorio ahora concesionado de forma ilegal a la industria minera, hidráulica y de hidrocarburos.
LECCIONES PARA LA ESPERANZA
Además de la resistencia territorial, los pueblos que luchan se organizan primero para entender al monstruo que confrontan, ya que el gobierno no cumple con su obligación de informar el estado y las implicaciones de los megaproyectos que pretenden desarrollar en sus comunidades. Al contrario, la política produce y aprovecha la ignorancia generalizada sobre la devastación ecológica que acarrean este tipo de inversiones y divide a los pueblos que ha sumido en la miseria con un discurso sesgado centrado en el progreso y la creación de empleos.
Al igual que los yaquis de Sonora, los habitantes de El Mezquital en Nayarit, los zoques de Chiapas y la mayor parte de las resistencias en el país, los huicholes de San Lorenzo llevan su lucha hasta instancias legales donde han logrado detener algunos proyectos con amparos. Sin embargo, al no representar una solución definitiva, sino un escalón más que deben sortear los inversionistas, esta parte del proceso de resistencia se convierte en una de las más riesgosas para los pueblos ya que deben enfrentar amenazas, desapariciones y asesinatos para desarticular su lucha. Todo esto en un marco político-cultural que contempla a la impartición de justicia como otra forma de producir desigualdad, para seguir explotando a los de abajo y enriqueciendo a los de arriba.
“Para imponerlo recurre el gobierno a consultas amañadas, a la división comunitaria para obtener los permisos para abrir los caminos de conexión. Nunca nos han dicho exactamente cómo están los trazos. No se nos ha informado del impacto ecológico, y mucho menos quienes son las grandes empresas inversoras”, denunciaron integrantes de la Asamblea de Pueblos de Juchitán, Oaxaca.
Fueron varias las voces del Foro en Defensa del Territorio y la Madre Tierra, que reconocieron como su primer tarea la de informar pueblo por pueblo, visitando casa por casa realizando campañas alternativas de información y articulando en asambleas populares las acciones para detener el despojo.
“Hemos hecho acuerdos y estamos caminando de a poquito, fortaleciéndonos como pueblos, diseñando reglamentos que contemplen la autonomía sobre nuestra tierra y nuestros recursos, haciendo conciencia sobre el derecho a decidir que tenemos sobre nuestro territorio”, explicaron habitantes de Consejo Regional Indígena de Ixmujil, Campeche.
Otros, como los habitantes de la zona de La Parota, en Guerrero, explicaron cómo durante cinco años han mantenido un plantón y bloqueado los caminos que llevan a la zona donde pretenden construir una hidroeléctrica. O los wixárika, que han llevado su lucha al Tribunal Agrario. Y los tzeltales y zoques de Chiapas, que hicieron alianza con diversos grupos y organizaciones que buscan la conservación del medioambiente*.
“Nosotros, las hijas e hijos de estas tierras tenemos la necesidad de organizar para defender, tenemos la obligación de defenderla y cuidarla porque el territorio y madre tierra no pueden autodefenderse por si misma. Tenemos que pensar como defender nuestro territorio y la madre tierra”, dijo en su momento el comandante Moisés del EZLN.
Con ejemplos notables como los de Cherán en Michoacán, otra comunidad autónoma que luego de confrontar al crimen organizado que se apropiaba de sus bosques, apelaron legalmente a la libre determinación de los pueblos para gobernarse según sus propias costumbres y lograron expulsar a los partidos políticos y a las estructuras institucionales que les habían sumido en la barbarie que azota la región.
Con intervenciones de luchas similares en otras partes del mundo, como las del pueblo Mapche y las mujeres revolucionarias de Kurdistán, la suma de experiencias del Foro en Defensa del Territorio y la Madre Tierra nos han dado las lecciones de siempre, tan simples como difíciles de seguir porque implican un compromiso cotidiano con otras formas de vivir.
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Pero es la crisis climática global, que salió a relucir en muchos de las intervenciones de los pueblos, quien nos ha dado el aprendizaje más relevante; esta guerra que nos imponen nadie la puede ganar, pero es un escenario ineludible que nos convoca y demanda una postura firme frente a la lógica de control y dominación de la clase política que dirige a nuestras sociedades.
Al final, para quienes escuchamos el llamado urgente de las y los defensores de la Madre Tierra, en este foro y en todos los lugares del mundo donde los originarios siguen protegiendo la vida, todo se reduce a una simple cuestión… ¿O estamos con los pueblos, aquellos que caminan con autonomía y autodeterminación, o seguimos abonando al sistema de muerte?