Mar de sangre
“Turbión de males pesa sobre esta ciudad.
Está abrumada ya. Oleaje de sangre la sumerge.
No puede alzar la cabeza entre las turbulentas olas.”
Sófocles. Edipo Rey.
Por más que el presidente Andrés Manuel, presente cifras que supuestamente demuestran que la violencia no ha incrementado de manera significativa en el país, las noticias son escalofriantes.
Entre los crímenes que acontecen todos los días es difícil elegir entre los más atroces. El 13 de abril una balacera en un restaurante ubicado en el estado de Morelos, dejó como saldo tres menores de edad muertos; un niño de cinco años, y dos niñas de nueve y diez años; así como dos adultos y por lo menos una decena de heridos. Una semana más tarde, ahora en Veracruz, un grupo armado irrumpió en una fiesta, asesinando a catorce personas, entre ellas, a un bebé de alrededor de un año.
En Tabasco, la tarde del 21 de abril fueron ejecutadas dos mujeres a plena luz del día. También dos menores resultaron heridos en dicho atentado. Ese mismo día, los cuerpos de madre e hija fueron hallados en el Estado de México, ambas con signos de tortura y violencia sexual. Fueron degolladas. Asimismo en Jalisco hubo otra masacre. El domingo 28 de abril, seis hombres de entre veinte y treinta y cuatro años de edad, fueron asesinados en la Colonia El Carmen, en Guadalajara.
Abril fue un mes violento, otro crimen más en Baja California, consistió en el asesinato de un matrimonio, pero antes, la hija de dicha pareja, fue abusada sexualmente por un grupo de sicarios, quienes después de disparar a sus padres, la obligaron a conducir un auto en cuya cajuela estaban los cuerpos.
Ante este tipo de crímenes, expresiones como barbarie, crueldad y brutalidad, son insuficientes cuando se leen los detalles de cada uno de ellos.
¿Qué pasa por el corazón y la mente de un ser que es capaz de disparar a un grupo de personas indefensas? A un grupo de gente desarmada. Hacer caso omiso ante el miedo y las posibles súplicas de sus víctimas. ¿Qué hicimos como sociedad para poder engendrar hombres cuyo oficio es el de torturar, amedrentar y asesinar?
Las condiciones de México son un caldo de cultivo para el tipo de violencia que padecemos: corrupción, impunidad, pobreza, falta de educación, abandono, entre otras. ¿Cómo frenar esta ola de sangre que ha ahogado a tantas familias? Y para quienes no han experimentado en carne propia la situación, basta con abrir un periódico para percibir la peste del mar de sangre que nos rodea.
El único pensamiento confortable frente a la realidad, es suponer que todas las víctimas o la mayoría de ellas, murieron por alguna razón: vínculos con el crimen organizado, ajuste de cuentas, no ceder ante la exigencia de un asaltante, salir por la madrugada, malas compañías, etcétera. Pensar de ese modo puede causar tranquilidad, ya que si nos mantenemos al margen de todo ello, corremos menos riesgo. Sin embargo esto no es una garantía. Asumir que los asesinatos tienen una justificación y que las víctimas son criminales, nutre la vasta atrocidad que circunda nuestras vidas.
El presidente es optimista, pero a pesar de que dio por terminada la guerra contra el narco, el número de muertes va en ascenso. Es verdad que es difícil frenar de golpe la inercia violenta del país, no obstante, a partir de que asumió el cargo, cada asesinato y cada crimen en general, son parte de su responsabilidad. No se trata del fácil sermón que lo nombra como culpable, sino de pasar del discurso como candidato de la oposición, al ejercicio del poder y la administración de una nación que decidió gobernar, a pesar de las condiciones en las que se encontraba.
Por nuestra parte, como individuos, tal vez nos quede preguntarnos, ¿qué podemos hacer para mitigar el oleaje que nos tiene cercados? No disponemos de muchos recursos. La organización no es una de nuestras cualidades como sociedad, tampoco creo prudente que apelar a acciones como comprar armas o hacer linchamientos, sean la respuesta. Por lo tanto, ¿qué mejor que exigir al Estado que haga frente de una manera eficaz, con una estrategia integral, al grave padecimiento de México? Sin olvidar nuestra tarea como personas, fomentando lo menos posible las conductas violentas, conciliando las diferencias que pueden generar conflictos con los demás, y remendando el roto y desgastado tejido social.