Más que un documental sobre la menstruación

Por Anahí Colombón

-¿Qué es la menstruación?

-Es una enfermedad, es un periodo de tiempo, es estar “sucia”, por eso no se puede entrar a los templos sagrados cuando se está sangrando…

Esta pregunta que se les hace a varias chicas y chicos en Hapur, a 60 km de Nueva Delhi, India, abre el documental Period. End of Sentence, el cual se encuentra disponible en Netflix.

Con una duración de tan sólo 26 minutos, este trabajo dirigido por Rayka Zentabchi ganó un premio Oscar el pasado 24 de febrero en la categoría de “Mejor corto documental”. La trama se centra en el proceso por el que cada mes las mujeres atravesamos.

La primera impresión que tenemos al ver este estreno es que cuesta creer que en pleno siglo XXI algo tan natural como la menstruación sea vista como un tema tabú. La falta de información, así como las supersticiones que rodean el periodo femenino, se conjugan en este pequeño poblado de la India, en donde reglar es una condición más bien vergonzosa. Todo esto ha traído como consecuencia que muchas niñas y mujeres en Hapur tengan que dejar sus estudios por sentirse incómodas al no haber las medidas sanitarias suficientes para afrontar este proceso fisiológico.

Pero por fortuna no todo es gris en el corto de Zentabchi. En India también existen mujeres que están reescribiendo la historia.  Un grupo de chicas, sin importar su estado civil, se han asociado para llevar a cabo la fabricación de toallas femeninas, más resistentes y absorbentes que las que se encuentran en el mercado. Y este hecho ha conseguido cambiar un poco las cosas en este lugar, pues gracias a este proyecto muchas mujeres se han puesto a trabajar, actividad que antes era vista como un acto enteramente masculino, lo que las ha llevado a no sólo contribuir con la economía en sus hogares, sino también a dar el primer paso para reivindicar el papel de la mujer en nuestras sociedades modernas.

Pero Period. End of Sentence es más que un documental de toallas femeninas y sangre. Este reportaje es además una reflexión de lo que significa ser mujer en el siglo XXI. A pesar de que en muchos países la voz femenina se ha hecho escuchar en áreas que antes eran sólo del dominio masculino, aún queda mucho por hacer. El feminismo recién empieza en nuestras sociedades, incluso en varios lugares las mujeres siguen siendo víctimas de múltiples abusos. No vayamos tan lejos, en algunas comunidades rurales de México las niñas son vistas como objetos de cambio y su única realidad es ser madres y amas de casa.

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Es verdad que la lucha por la igualdad ha sido un camino difícil y espinoso, pues a través de los siglos el género femenino siempre ha tenido las de perder. En todos los aspectos hemos sido desfavorecidas. En el fisiológico tenemos que soportar las inconveniencias de la regla cada 28 días y parir a nuestras futuras generaciones con dolor; en el social hemos tenido sueldos bajos con respecto a los hombres, pues nuestras capacidades intelectuales han sido minimizadas por la sombra del patriarcado. Incluso en el ámbito religioso se nos ha culpado de la expulsión del paraíso y de ser la causa del pecado original. Durante la Edad Media hombres de ciencia se plantearon la pregunta de si en realidad somos seres con alma, si estamos hechas para el raciocinio. Otros más como Santo Tomás de Aquino nos definieron como varones mutilados.

Nuestro campo de desarrollo se ha visto limitado durante muchos años a los hijos, al hogar y al cuidado de nuestros esposos, hermanos, padres, etc. Pisar una universidad era desafiar las normas impuestas, por eso Sor Juana Inés de la Cruz quiso vestirse como un varón para poder estudiar. Se nos ha dicho brujas por esa conexión espiritual que tenemos con la tierra; muchas fueron quemadas para supuestamente expiar sus culpas, como si el fuego nos hubiera quitado las ganas de luchar por el conocimiento, por querer aprender y cambiar nuestro destino de madres abnegadas.

La ignorancia femenina se ha justificado con la moral. Las mujeres “decentes” nunca contradicen a sus maridos, acatan sus órdenes, se entregan a la bella tarea de ser madres y renuncian a la realización de sus sueños profesionales. Y ni hablar de querer disfrutar de una sexualidad plena y feliz, pues ejercer este derecho te convierte, como diría mi abuela, en una mujer de cascos muy ligeros que no se respeta a sí misma.

Es por esta razón que el Día de la Mujer lo podemos celebrar viendo el trabajo de Zentabchi, el cual por cierto no está sólo destinado para el género femenino, sino que también la invitación a verlo está abierta al masculino, pues hombres y mujeres no somos polos opuestos irreconciliables, no somos enemigos, más bien somos un complemento que mediante la unión hacemos que el universo cobre sentido.

Para finalizar basta decir que este 8 de marzo no conmemoramos el hecho de ser creaturas lindas y delicadas como una rosa, ni mucho menos el que se nos considere como dadoras de vida y de ser el pilar de la familia. El Día Internacional de la Mujer es recordar, y sobre todo agradecer, a todas esas mujeres que tuvieron la osadía de atreverse a mejorar las condiciones de trabajo, de exigir un trato igualitario y de cambiar el destino que para muchas se nos había impuesto desde nuestro nacimiento. Pero aún queda mucho camino por recorrer; hay muchos prejuicios que vencer tal y como Period. End of Sentence lo muestra, por lo que nuestra obligación es ayudar a que derechos primordiales como el acceso a la información, a la salud y a mejores oportunidades en todos los aspectos no sean sólo un sueño para muchas niñas y mujeres en todos los rincones del planeta.

 

 

 

 

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