La historia de las cosas que aún no pasan

Texto y fotos: Heriberto Paredes

A principios de noviembre de 2018, el 9 y 10 para ser precisos, tuvo lugar una conmemoración de suma importancia para el pueblo tepecano y el wixaritari, 5 años atrás en la misma comunidad de San Lorenzo Azqueltán, municipio de Villa Guerrero, Jalisco, una asamblea del Congreso Nacional Indígena (CNI), región Occidente, había dado pie para la legitimación de autoridades autónomas y del fortalecimiento comunitario de la lucha por la recuperación de las tierras.

Media década ha transcurrido, el litigio agrario por el reconocimiento de la propiedad comunal de 38 mil hectáreas continúa al mismo tiempo que las agresiones por parte de habitantes mestizos y del propio alcalde panista, Aldo Gamboa, reelecto recientemente. En las festividades organizadas por la comunidad se contempló, además de actuaciones musicales y la propia convivencia entre pueblos originarios y visitantes, la inauguración de la casa comunal y una ceremonia que sellara el pacto entre tepecanos y wixaritari para defender el territorio.

“El pueblo tepehuano junto con el pueblo wirrarika decidimos recuperar en su totalidad nuestras instituciones comunitarias”
De día el clima parece ser el mismo todo el año, es decir, hace un calor incontrolable, desértico, visitado por algunas ráfagas de tierra que terminan en pequeños tornados en las laderas de Azqueltan. Nada se mueve bajo los rayos del sol, hasta que un convoy de camionetas llega para asistir a esta conmemoración. Las escolta una patrulla de la policía estatal de Jalisco.

Integrantes del CNI, del Consejo Indígena de Gobierno (CIG), miembros de algunas asociaciones civiles y algunos periodistas son recibidos con mucha fraternidad por las mujeres y los hombres que han preparado desde el día anterior cada momento de esta fecha tan relevante. Las manos se estrechan y las miradas de alegría le dan vida a la escena.

«El pueblo tepehuano junto con el pueblo wirrarika decidimos recuperar en su totalidad nuestras instituciones comunitarias, nuestro gobierno agrario y tradicional, así como ejercer la autonomía como la única forma de detener el despojo y no desaparecer como quieren los capitalistas que quieren nuestro territorio. La resistencia por nuestro territorio y la rebeldía para hacer crecer nuestra autonomía, nos llenan de alegría y decimos celebrarlo ahora» son las palabras que comienzan con la apertura de la celebración.

 

El privilegio de estar

Durante toda la noche, una ceremonia encabezada por tepecanos y wixaritari es el único evento que concentra a visitantes y locales. Hay bancas para que la gente se siente cerca del fuego, las ofrendas se colocan como lo marca la tradición y de manera sutil, un canto-discurso comienza a escucharse.

Desconocedores de los detalles de las dos tradiciones que hoy se encuentran enlazándose, quienes asistimos a esta ceremonia podemos percibir la formalidad, el protocolo, la seriedad de llevar a cabo una ceremonia indígena en el atrio de una iglesia católica. Hace siglos que esto no sucedía.

La cultura tepecana es posiblemente la más antigua de las culturas que existen en nuestro país. De manera directa, aproximadamente desde el siglo X habitan estas tierras y han logrado sobrevivir guerras y enfermedades, su lengua no se ha perdido tanto como su vestimenta, pero de los dos hay presencia viva y en esta ceremonia se nota que son la contraparte.

“La resistencia por nuestro territorio y la rebeldía para hacer crecer nuestra autonomía, nos llenan de alegría y decimos celebrarlo ahora”

Un poco más jóvenes, uno o dos siglos, los wixaritari también habitan estos territorios y ahora, gracias a este pacto entre pueblos, no sólo el fortalecimiento de las identidades será posible, sino la defensa de la tierra. Con trajes más vistosos y con los protocolos ceremoniales, esta noche es un nuevo comienzo en la historia de los pueblos indígenas de México.

«Esto es política de alto nivel –comenta un habitante de San Lorenzo que asiste a la ceremonia– , aquí es donde se desmonta el poder capitalista porque no prevé los pasos a seguir de los tepecanos y wixaritari, nuestra alianza». Poco o casi nada alcanzamos a entender de lo que durante toda la noche se dibujó en el fuego y en los cantos/discursos, en las ofrendas y en el sacrificio final, donde una vela se encendía y un poco de sangre se regaba sobre las brasas ardientes.

Lo que sí es posible comprender es que dos pueblos han sellado un pacto para luchar mano a mano, y que estos dos pueblos tienen entre sus costumbres la capacidad de prever lo que sucederá, por lo que no me sorprende lo que un joven comunero me afirma en el amanecer: «Se escribió la historia de las cosas que todavía no pasan».

 

La comunidad existe

varios miembros del gobierno comunal han sido amenazados, algunos secuestrados, golpeados y luego abandonados en parajes lejanos
A pesar de que el gobierno municipal insiste en que San Lorenzo Azqueltan no es una comunidad indígena, la realidad supera su ficción. Tan sólo la lucha por hacer valer los títulos virreinales otorgados en 1733, la organización interna de la comunidad y la frescura de sus estrategias bastan para considerar a la comunidad como existente y con bastante fuerza para seguir su camino.

En estos 5 años de organización autónoma, varios miembros del gobierno comunal han sido amenazados, algunos secuestrados, golpeados y luego abandonados en parajes lejanos como mecanismo de intimidación. Días antes de esta conmemoración, miembros de la alcaldía de Villa Guerrero colocaron cintas amarillas alrededor de la casa comunal, intentando clausurarla.

Quienes se oponen al reconocimiento jurídico y fáctico de las tierras comunales, durante estos 5 años, han tratado de delimitar terrenos con alambres de púas o ganado, obstruyendo de esta forma el libre tránsito que siempre ha existido en el territorio tepehuano-wixaritari.

Una de las formas en las que estas dos culturas coinciden es en considerar al territorio no como una propiedad sino como su casa, el lugar donde habitan y recorren para dejar constancia de las rutas de pesca y de peregrinaciones sagradas. Es decir, para estos pueblos, el territorio se camina y se constituye como tal a partir de vivencias, de experiencias de vida que van generando una geografía determinada. Una geografía sagrada que es tan sólo un fragmento del gran territorio habitado más allá de los límites de los estados que componen México.

Más allá del anquilosado pensamiento en donde se afirma que los pueblos indígenas se oponen al progreso o que deberían de adaptarse a las formas del Estado-Nación, la conmemoración referida y la ceremonia central que la acompañó, son el ejemplo de que se crean estrategias de fraternidad para contrarrestar el despojo, al mismo tiempo que se proponen otros caminos para la reproducción de la vida.

La alianza tepecana-wixaritari es fundamental en el ajedrez de los pueblos originarios en México, representa la fortaleza y la vitalidad de dos culturas ancestrales y sobre todo demuestra que los proyectos de despojo de tierras van a encontrar resistencia y  organización.

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