Pensar el agua y proteger la vida
Por Jesús Vergara-Huerta 1Biólogo e integrante del Colectivo Alterius.
En estos días en que los habitantes de la Ciudad de México sufrimos el desabasto de agua quizá sea buen momento para reflexionar sobre el impacto ecológico de nuestras actividades. No hace falta mucho tiempo sin la afluencia normal del vital líquido para notar que en entre los estados que componen este país somos la demarcación política más dañina para la biota, entre otras cosas debido a nuestras demandas cotidianas de recursos no renovables.
Quizá por primera vez en la vida usted ha pensado en recuperar el agua de la lluvia, sin importar que en el pasado las calles aledañas a su vivienda se inundaran con las fuertes lluvias o por primera vez en mucho tiempo ha tenido que racionar de forma eficiente el agua que utiliza para bañarse, lavar los trastes y, por supuesto, desalojar la mierda y los orines que salen de su cuerpo y el cuerpo de quienes le acompañan en su vivienda. Tal vez usted goce al beber una buena cerveza y podría ser este un buen momento para averiguar cuantos litros de agua se utilizan para producir un litro del alegre brebaje.
Por supuesto que para las personas que están asentadas en las periferias, lo que estamos viviendo en toda la ciudad no es algo nuevo, pero aún en esos espacios el impacto de las obras de mantenimiento también han generado la ruptura de lo cotidiano. De cuatro a seis litros de agua por orina para que no huela mal la casa… un enjuague extra en la lavadora porque importa más el cuidado de la ropa que 12 litros de agua tirados al caño y contaminada con suavitel y demás químicos aromáticos… incluso existen los que abren la llave de la regadera esperando que su calentador automático haga su trabajo, mientras corren litros y litros de agua por el desagüe.
Extrapolar sus datos personales y familiares a nivel poblacional ya le daría una idea muy clara de lo que implica nacer y crecer como un ser humano en un planeta limitado como el nuestro. Tan sólo en esta ciudad estamos hablando de más de 20 millones de personas que todos los días lanzan sus deshechos digestivos a otros tantos millones de litros de agua que podrían ser potables si se trataran de forma eficiente. No recuerdo exactamente la referencia, pero alguien atinó a señalar que quizá el mayor problema ecológico de la historia surgió cuando al ser humano se le ocurrió que a la mierda, en lugar de convertirla en tierra, se le podía convertir en agua.
Eso no es todo, la información que solemos compartir del impacto ambiental que tiene una actividad común como el consumo de carne suele pasar inadvertida en el mejor de los casos o atacada de forma irracional, sesgada y francamente estúpida en el peor escenario. Un fenómeno comprensible si aceptamos que muy pocas personas están dispuestas a criticarse a sí mismas, aceptar sus fallas y actuar en consecuencia (incluso muchas personas que se asumen ecologistas, amantes de los animales y hablan de conciencia ambiental no aceptan las consecuencias personales en los hábitos alimentarios que implican la reducción del consumo de carne)… Ande vaya y calcule aquí su huella ecológica; seguro le sorprenderá la cantidad de planetas como la Tierra que se necesitan para sostener a una población humana que viva exactamente como usted.
Lo cierto es que estos días permiten dichas reflexiones y más allá de presentar expectativas catastróficas (que quizá serían las más realistas), es un punto de partida para intentar nuevas formas en la gestión de los recursos. Existe una tendencia a esperar que las respuestas a nuestros problemas provengan del exterior, sin importar que las instituciones derivadas de las condiciones político-históricas que generaron esa esperanza sean más bien ineptas y corruptas (sobre todo en una sociedad como la nuestra). Esperamos la implementación de nuevas políticas, la romántica idea de un sistema económico justo que resuelva la insalvable contradicción entre progreso y ecocidio, y en última instancia la solución definitiva originada de los grandes centros de investigación científica.
Todas estas expectativas son fantasiosas e impiden la articulación de respuestas inmediatas y personales que tendrían un enorme impacto a nivel global. Esta pequeña crisis del agua que advierte un escenario futuro sumamente complicado, no sólo para esta Ciudad sino para la humanidad en general, podría derivar en una urgente organización autónoma que parta de nuestros pequeños espacios y se extienda más allá como una red común que nos conecte para enfrentar lo que viene. Ya no hablamos de comprometerse a confrontar actividades tan brutalmente ecocidas como las de la mafia inmobiliaria de esta ciudad, sino de algo más simple, tan simple como mantener la costumbre de recuperar unas cuantas cubetas de agua de lluvia para descargar el inodoro.
Por supuesto ese es un sueño que quizá resulte demasiado optimista, cabría esperar que una vez “normalizado” el sistema, la mayoría siga con su vida despilfarrando sin importarle las personas a su alrededor o el futuro de su descendencia. Pero vale la pena mantener el llamado a nuevas formas de vivir porque al final la biósfera se encargará de ponernos en una crisis de la cual saldrán mejor librados quienes asuman desde ahora la protección de la vida y lo que le permite florecer.
Referencias
↑1 | Biólogo e integrante del Colectivo Alterius |
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