Inteligencia vegetal: Un debate que apenas inicia
En Tercera Vía, ya hemos hablado sobre los estudios en torno a la inteligencia vegetal y de sus implicaciones en el problema de la consciencia. El debate sigue abierto y los resultados de un estudio reciente , dirigido por Frantisek Baluška y publicado en la revista Annals of Botany, parecen demostrar que las plantas, como habría dicho el gran biólogo y filósofo Francisco Varela, también son “consciencia encarnada” 1Para profundizar en el pensamiento de Varela en torno a la consciencia, recomendamos sus libros “Conocer” y “De cuerpo presente”, además de sus ensayos “El fenómeno de la vida” y “La habilidad ética”..
El equipo internacional de investigadores (Japón, Alemania, República Checa e Italia) aplicó una amplia gama de anestésicos a diversos tipos de plantas (chícharo, berro y dionea atrapamoscas) dentro de cámaras cerradas. Una hora después de la aplicación, las plantas quedaron inactivas pero una vez que el efecto de los sedantes dejó de funcionar, las plantas recuperaron sus capacidades (Por ejemplo, la dionea atrapamoscas volvía a reaccionar al estímulo que produce un insecto arrastrándose por sus “fauces”).
¿Es suficiente esto para demostrar la consciencia de las plantas?
Por supuesto, aquí sólo empiezan los problemas conceptuales. Para el biotecnólogo Devang Mehta esto no significa que la plantas tengan consciencia, básicamente porque las plantas carecen de sistema nervioso y otorgar a los vegetales cualidades y habilidades propias de los humanos es solo una proyección “antropomorfizante” (por supuesto la pregunta sigue abierta si cambiamos la dirección y nos cuestionamos si la consciencia es una cualidad y habilidad propia de los humanos; cuando de hecho esa visión ha quedado descartada gracias al estudio de organismos animales no humanos).
En ese mismo artículo, Danny Chamovitz opina que “a pesar de ser increíblemente complejas, las plantas no son inteligentes. Es cierto que presentan respuestas adaptativas al medio que les permiten sobrevivir pero eso no implica que sean conscientes, por ejemplo, de sí mismas”.
Pero el argumento más claro para poner en duda las implicaciones de los resultados de la investigación de Baluška y colaboradores, es que la anestesia provoca que las propiedades físicas de las membranas celulares de cualquier organismo cambien, lo que detiene su funcionamiento normal. También que, una vez que esa presión sobre las células se detiene, el efecto del anestésico se acaba. Y que todo esto sucede por igual tanto en las células de los organismos que componen el reino animal como en las de los organismos que componen el reino vegetal.
Pruebas sobre la inteligencia vegetal
A pesar de lo dicho, otros especialistas están convencidos de la inteligencia y la consciencia de las plantas y sus defensores tienen como base algunas pruebas. Por ejemplo, se ha constado que las plantas se comunican a través de sustancias químicas con hongos y animales. Según el libro La vida secreta de las plantas, de Christopher Bird y Peter Tompkins (reeditado en 2016 por Capitán Swing), las plantas establecerían, además, relaciones de diversa índole con los humanos.
Asimismo, investigaciones como las realizadas por Suzanne Simard, profesora de ecología forestal de la Universidad de Columbia Británica, han demostrado que las plantas alimentan a los miembros débiles de su propia especie proporcionándoles nutrientes, lo que parece indicar que las plantas pueden reconocer a su propia “familia”.
Uno de los descubrimientos más hermosos y llamativos de Simard ha sido la identificación de los “árboles madre”, individuos dentro del bosque que ayudan a las plántulas a crecer, suministrándoles los nutrientes que necesitan a través de las microrrizas (que son las simbiosis que se dan entre los hongos del subsuelo y las raíces de los árboles).
Por otro lado, están también los resultados obtenidos por Monica Gagliano, de la Universidad de Australia Occidental, en una investigación de 2014 sobre la capacidad de aprendizaje y memoria de las plantas; En este caso, se puso a prueba a la Mimosa púdica, una planta que cierra sus hojas inmediatamente cuando entra en contacto con potenciales depredadores. Lo que hicieron los científicos fue dejar caer agua sobre las hojas varias veces. En principio, estas se cerraban, pero “al descubrir” la planta que las gotas no eran perjudiciales, dejó de cerrarlas. Las Mimosas fueron por tanto capaces de adquirir un comportamiento aprendido -en cuestión de segundos- y lo conservaron durante varias semanas.
A partir de estos y otros descubrimientos, investigadores como Stefano Mancuso, que participó en el estudio de Gagliano y que es Director del Laboratorio Internacional de Neurobiología Vegetal de la Universidad de Florencia, defienden que, a pesar de carecer de cerebro y sistema nervioso, las plantas son inteligentes: sus acciones, dice Mancuso, demuestran que luchan por la supervivencia aplicando estrategias (en 2017, Mancuso publicó El futuro es vegetal en la editorial Galaxia Gutenberg).
Superar la mirada reduccionista
Es curioso que aun cuando la “consciencia” es un concepto abierto a debate, algunos investigadores se resistan a cuestionarla. Este es uno de los efectos del pensamiento positivista en las ciencias cognitivas. Lo que quiero decir es que, aun cuando es comprensible que asumir planteamientos simplistas y reduccionistas (por ejemplo la visión computacionista de la mente) para apostar al desarrollo tecnológico son una buena estrategia, necesitamos recuperar los planteamientos heterodoxos sobre el problema mente-cerebro/cuerpo.
Esto es lo que reflexiona el filósofo de la Universidad del País Vasco Michael Marder, en su libro Plant Thinking: A Philosophy of Vegetal Lifeya que para élestá bastante claro que las plantas están en sintonía con su entorno y que, en función de él, toman muchas decisiones complejas, como el momento en que deben florecer.
“Si la conciencia significa ser ‘con conocimiento’, las plantas se ajustan a la perfección a este concepto”, señala Marder. Añade que, por tanto, “antes de descartar por completo la existencia de esta facultad de alto nivel (en los vegetales), deberíamos considerar lo que una planta puede ser”.
Para Gagliano, pensar en nosotros mismos nos proporciona una sensación subjetiva de lo que puede ser la vida interior de un árbol o de un arbusto. Sin embargo, la vegetación podría estar llevando una existencia interior rica, de otra manera; “Para mí, el papel de la ciencia es explorar y explorar, especialmente lo que no sabemos. Pero la realidad es que mucha investigación académica tiende a explorar lo que ya sabemos porque es seguro (…)”.
Por eso mismo el problema no es sólo científico, sino por sobre todo filosófico; ya que se trata de cuestionar y debatir lo cotidiano. Para Francisco Varela, la consciencia es política; es un asunto que toca todas las dimensiones humanas incluyendo las dinámicas sociales y políticas. Eso es lo que está en el centro del debate, ya que ampliar nuestro concepto de inteligencia supone planteamientos bioéticos radicales que el status quo no quiere abordar. Por supuesto que el problema no es si estos descubrimientos cuestionan la moralidad de las dietas vegetarianas, como burdamente señala Danny Chamovitz, sino la carga que implica sostener un sistema económico basado en el ecocidio permanente.
Por eso la pregunta de Monica Gagliano es la más pertinente de todas: “¿Qué pasaría si todo lo que nos rodea es inteligente, a su manera, y nosotros no estamos siendo lo suficientemente inteligentes como para verlo?”.
Con información de Agencia T21 | Selección, edición y notas del Colectivo Alterius.
Referencias
↑1 | Para profundizar en el pensamiento de Varela en torno a la consciencia, recomendamos sus libros “Conocer” y “De cuerpo presente”, además de sus ensayos “El fenómeno de la vida” y “La habilidad ética”. |
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