¿El templo de la espiritualidad está en el cerebro?
El lóbulo parietal es uno de los cuatro mayores lóbulos de la corteza cerebral y una de las mayores áreas de asociación del cerebro, lo cual significa que la información proveniente de todas las áreas del cuerpo se combina en esta zona para dar como resultado una información que es más que la suma de sus partes. Según este estudio, se trata de una especie de templo de la espiritualidad humana, a través del cual las personas experimentan en ocasiones el sentimiento de pertenecer a una realidad mucho mayor, algo que ocurre, por ejemplo durante un espectáculo deportivo de masas.
“Las experiencias espirituales son estados persistentes que pueden tener un impacto profundo en la vida de la gente”, explica Marc Potenza, uno de los investigadores, en un comunicado de la citada universidad. “Comprender las bases neurológicas de estas experiencias puede ayudarnos a comprender mejor su papel en la resiliencia, en el restablecimiento de la salud o en el tratamiento de las adicciones”, añade.
Los investigadores señalan que las experiencias espirituales pueden ser religiosas o no, por lo que en su investigación han excluido el término “religiosidad” para definirlas. La investigación entrevistó a un grupo de 27 jóvenes adultos para recoger información sobre sus experiencias pasadas, ya fueran estresantes o relajantes, así como sobre sus experiencias espirituales, entendidas en el sentido indicado.
Anteriores investigaciones sobre estas experiencias se habían desarrollado con monjes y monjas budistas, pero nunca con personas corrientes. Y aunque las experiencias que relataron los participantes eran muy diferentes entre sí, los investigadores encontraron modelos similares de actividad en el córtex parietal de todos ellos.
Lo que expusieron a los participantes decía así: “Nos gustaría que describieras una situación en la que experimentaste una conexión con una potencia superior o una presencia espiritual. Los estados espirituales son aquellos que, por medio de los sentidos, te conectan a algo más grande, una unidad o una fuerza que puede ser vivida como una energía, una fuerza, un poder superior, Dios, una divinidad o una consciencia trascendente”.
Una semana después de contestar a estas cuestiones, los participantes fueron sometidos a examen cerebral mediante la imagen por resonancia magnética funcional (IRMf), que registró su actividad neuronal mientras escuchaban una voz femenina neutra que leía el relato de la experiencia espiritual que cada uno de ellos había contado.
Con esta segunda experiencia, los investigadores conseguían por un lado que los participantes recordaran la experiencia trascendente que habían descrito, y por otro lado, observar en tiempo real la actividad cerebral, con la finalidad de determinar dónde y cómo esta espiritualidad está inscrita cognitivamente.
Los resultados demostraron que cuando estas experiencias espirituales eran recordadas, los participantes presentaban esquemas de actividad neuronal parecida en el lóbulo parietal inferior izquierdo, implicado en la consciencia refleja y en la consciencia del otro. Asimismo, constataron una actividad reducida en el tálamo medial y caudal, regiones del cerebro asociadas al tratamiento sensorial y emocional.
Según los investigadores, estas conclusiones sugieren que las experiencias espirituales pueden implicar un encuentro percibido con una “presencia” espaciosa o una entidad exterior a uno mismo. “Esta interpretación es compatible con un fuerte sentimiento de conexión o de sumisión a una divinidad u otra figura venerada, como se refleja en la literatura religiosa y espiritual”, añaden.
Los autores reconocen la limitación de estos resultados, obtenidos únicamente a través de 27 participantes, todos jóvenes, anglófonos y de la misma localidad geográfica: New Haven, Connecticut (USA). Por eso consideran necesario ampliar el espectro con participantes más diversos para verificar o corregir estos datos.
Pero también es importante señalar que este tipo de estudios pueden conducirnos a una visión reduccionista de los procesos cognitivos, al centrar la atención exclusivamente en la actividad cerebral sin considerar la relación expandida de los procesos neuronales con la actividad sensorimotriz; bajo esta perspectiva, donde la mente no está exclusivamente en el cerebro, la espiritualidad sería un proceso emergente de mayor complejidad.