“No me avergüenza decir que escribo narrativa de la imaginación fantástica”: Iliana Vargas en entrevista
Iliana Vargas (México, 1978) es autora de una obra inquietante. Su más reciente libro Habitantes del aire caníbal (Resistencia, 2017) da cuenta de ello. Los relatos que lo conforman manifiestan una escritura que explora el lado más onírico y perturbador de una tradición literaria en particular, aquella conocida como literatura fantástica. La autora se confiesa “sin vergüenza ni miedo” como una escritora de narrativa de la imaginación fantástica. Militante de este género que no tiene nada de menor, Iliana sabe que todavía pesan fuertes prejuicios sobre él.
Para acercarme a los linderos de su mundo creativo, la autora me enlista las influencias que la han marcado. Algunos de estos autores no tienen nada que ver con el género fantástico, pero para ella es importante mencionarlos: Hoffmann, Gérard de Nerval, Lautréamont, Quiroga, Borges, Cortázar, Pizarnik, Bioy Casares, Samuel Beckett, James Joyce, Italo Calvino, Francisco Tario, Amparo Dávila hasta llegar a autores contemporáneos como Milorad Pavic, Margaret Atwood, Samantha Schweblin, Guadalupe Nettel, Bernardo Esquinca, Alberto Chimal, y Edgar Omar Avilés. Estos dos últimos —así me lo confiesa la autora— sus maestros más cercanos.
Acompaño a Iliana Vargas a comprar los boletos para la función de Stalker de Andrei Tarkovsky en la Cineteca Nacional, que tendrá lugar en un par de horas. Una vez comprados los boletos, nos dirigimos a la cafetería para conversar para Tercera Vía en torno a su libro, pero sobre todo, para dialogar sobre ese mundo extraño y fascinante de la imaginación fantástica.
¿Cómo fue la génesis de Habitantes del aire caníbal?
Fue hace seis años, cuando yo estaba viviendo en Ecuador. Me sorprendió mucho lo que conocí allá: la gente, los paisajes y las atmósferas. Eso me influenció bastante. De ese viaje nacieron dos libros: Magnetofónica y Habitantes del aire caníbal. Aunque este último ya lo había empezado, allá se cuajó. Y con Magnetofónica fue al revés, cuando regresé a México tuve una idea más clara de cómo terminarlo. De esta manera son libros hermanos.
Si lo piensas un poco, ambos libros se relacionan tanto en personajes como ambientes, y junto con Joni Munn y otras alteraciones del psicosoma, para mí forman parte de una especie de trilogía. Cuando algo te obsesiona lo explotas al máximo hasta que sientes que ya cumpliste con tu tarea y puedes pasar a otra cosa. En estos libros se puede ver el carácter onírico, el peso de los sueños y la confusión entre vigilia y duermevela. Esto es algo que me obsesiona mucho todavía.
¿Escribías a partir de tus sueños o tenías una especie de ritual para acercarte a ese mundo onírico?
Antes tenía un diario de sueños, pero después lo dejé de escribir porque me di cuenta de que todo lo que estaba poniendo ahí lo podía usar de mejor manera en los cuentos. Entonces lo que hice —lo que hago todavía— es que cuando sueño algo que me impresiona mucho o que es muy fuerte en cuanto a lo visual, lo apunto en una libreta. Pero no el sueño tal cual, sino la imagen, el color, un sonido, la impresión, o la anécdota principal… Y después, de alguna forma natural —todavía no me explico cómo—, eso lo relaciono con una historia. Es bien raro; no es que tenga la intención de escribir una historia que traslade lo soñado, sino que empiezo la historia y, a través del inconsciente, se manifiesta un personaje con una experiencia parecida a lo que a mí me pasó en el sueño. Es un proceso muy extraño para mí.
¿Cómo se conecta lo onírico y la literatura con tu afición al cine?
La conexión entre la literatura y el cine está en lo onírico. No se trata de que uno me lleve a lo otro de manera automática; más bien tengo preferencia en la literatura y en el cine por temas oníricos, extraños, o poco convencionales. Mi afición a la literatura nació primero que todo. En el cine veo de todo. Y en la literatura prefiero lo fantástico, lo surreal, lo onírico.
¿Al momento de la escritura de tus cuentos había un empeño en reproducir características cinematográficas?
En Habitantes del aire caníbal no tanto. En el libro que estoy escribiendo ahora siento que sí hay esa conciencia de la narrativa cinematográfica. Cuando escribía Habitantes… me pasaba que visualizaba todo como si lo estuviera ante una pantalla de cine, pero no buscaba hacer una secuencia cinematográfica en los cuentos o en las escenas que aparecen. Algunas veces sí pensaba en las atmósferas que podrían reproducirse en el cine pero sobre todo en las atmósferas como las viví o las percibí en esa época: era algo muy onírico, todo el tiempo había una neblina constante, y de esa neblina surgían ruidos extraños. A lo mejor a la gente de Ecuador se le hacía común esto, pero a mí me sacaba mucho de onda, y eso me ayudaba mucho a construir la sensación de lo ominoso en las historias.
Ahora que me lo preguntas, cuando releo las historias siento que tienen un aspecto muy visual, pero más que cinematográficas, resultan muy plásticas, y creo que ello se debe a que también me ha influenciado mucho la pintura, la gráfica y la escultura. Creo que cuando escribes sale todo a la superficie, todo lo mezclas de alguna forma y a lo mejor ése es el trabajo de la escritura: hacer una conexión con todo lo que te ha retroalimentado durante tanto tiempo.
Hagamos un ejercicio de imaginación desbordada. Para esto he elegido el cuento “Señales en fuga” que me gustó mucho. Ahora te pregunto lo siguiente: ¿Qué cineasta te gustaría que lo filmara y cómo te imaginas ese proceso de filmación?
El sueño de mi vida sería Andrei Tarkovsky. Es uno de mis favoritos. Sería increíble que Tarkovsky hubiera leído un cuento mío y lo pudiera ocupar para una de sus historias cinematográficas. Porque él también entendía muy bien esto de lo onírico. “Señales en fuga” es el cuento más onírico de todo el libro, los personajes que aparecen ahí son unas cosas super extrañas. Son personajes que habitan ese umbral entre el mundo de la vigilia y el sueño. Para mí, Tarkovsky maneja de una manera maravillosa ese umbral entre un mundo y otro en todas sus películas.
El cine de Tarkovsky me ha influenciado mucho: la forma, el ambiente visual, la ambientación sonora, la atmósfera, el tipo de película que utiliza para grabar, los colores, los personajes, las historias… No es que quiera imitarlo ni mucho menos, pero todo eso me ha causado una impresión muy fuerte. Él sería el indicado para hacer una adaptación de ese cuento, él entendería perfectamente qué me estoy imaginando cuando pienso en ese ejército de los soñadores, y esa sensación de abandonar el sueño, ese lapso fisiológico en el que el cuerpo se te esfuma en una especie de celuloide. Esta cuestión de la fisiología de un personaje es una cosa muy extraña pero yo creo que él la hubiera entendido. Me hubiera encantado que la filmara él, pero es un sueño súper guajiro.
Regresemos a Habitantes del aire caníbal. ¿Te interesa que haya una etiqueta para este libro, en el sentido de que sea señalado como literatura fantástica? ¿O no te interesa esa etiqueta?
Pienso que es necesario identificar cierto tipo de literatura como fantástica. A mí no me da vergüenza decirlo y hasta me da orgullo: yo escribo narrativa de la imaginación fantástica. No entiendo a esa gente que lo toma como algo peyorativo, como si fuera algo sólo para niños, y aunque lo fuera, ¿qué tiene eso de malo o de vergonzoso? Cuando yo digo “escribo literatura fantástica”, no falta quien me dice “ah, haces cuentos para niños”. ¡No! Lo que he escrito no creo que le guste a un niño, la verdad. La violencia que a veces incluyo en mis cuentos no es idónea para un niño, aunque si un niño lo quiere leer y encuentra personajes o sucesos que le llamen la atención, pues está bien.
Cuando yo digo “escribo literatura fantástica”, no falta quien me dice “ah, haces cuentos para niños”. ¡No!
Escucha nuestro podcast
De lo que me he dado cuenta es de que hay una confusión muy fuerte entre lo fantástico y lo que teóricamente hablando se conoce como lo maravilloso o el fantasy. La gente tiene en realidad una idea preconcebida a causa de la mercadotecnia cinematográfica de ciertas películas que se han catalogado como fantásticas, en las cuales siempre te hablan de temas donde abundan magos, brujas, dragones y asuntos que se resuelven de una forma muy fácil. En este tipo de fantasía no necesitas ningún proceso intelectual para entenderla, porque todo está procesado y es simple entretenimiento y mercadotecnia. Debido a esto empezó la cuestión de crear el concepto de literatura de la imaginación, que propuso Alberto Chimal, quien tiene un texto buenísimo donde explica por qué es necesario eliminar esta cuestión reduccionista de fantástico y expandirlo a la imaginación fantástica. Cuando voy a las librerías y llego a los estantes donde dice literatura fantástica, todos están llenos de libros de sagas. No entienden este concepto, es más bien una cuestión práctica para vender.
Los escritores mexicanos de literatura fantástica tienen lecturas diversas. Cuando lees a alguno de ellos te das cuenta que no sólo han leído a escritores fantásticos sino que también a autores de todo tipo. Puedes encontrar a Kafka, Dostoievski, Tolstói, Galdós, Chéjov, Carver… Esto es algo que he comentado con varios amigos escritores: el género fantástico se nutre de distintas literaturas, y se vuelve algo tan personal y tan individual que cada uno de nosotros tiene una forma de hacerlo. Si nos referimos a la cuestión teórica existen unas normas que definen lo que es fantástico, pero para escribir lo fantástico necesitas tener cierto tipo de experiencias o estar abierto a otro modo de percibir la realidad, el mundo y los otros mundos. Así es como se va acuñando tu propia noción de lo fantástico. No hay una forma de homologar lo fantástico, porque lo fantástico siempre va a incluir la presencia de lo extraño, lo sobrenatural, lo inexplicable, lo ominoso, el quiebre de las convenciones y un uso muy particular del lenguaje; cada escritor decide de qué forma, cómo y cuándo utiliza esos y muchos otros elementos.
¿Cómo compite la literatura fantástica nacional frente al mercado editorial de las grandes sagas?
Ni siquiera hay competencia, porque por desgracia la escritura de literatura fantástica en México no ocupa, a mi parecer, un nicho comercial. Hay algunos escritores que han logrado publicar en editoriales grandes, pero ni siquiera eso ha hecho que sean comercialmente visibles. Aunque no creo que eso sea malo, porque a final de cuentas no escribimos para convertirnos en un producto de masas; hay que entender eso: la literatura fantástica ha pertenecido, desde su gestación en el siglo XIX, a sitios muy marginados y muy marginales, tanto por los temas que trabaja como por la gente que se dedica a ella. Eso le da un aspecto de riqueza raro, y en lo personal, no me gustaría que la literatura fantástica se convirtiera en una moda.
Los libros de literatura fantástica mexicana no tienen la función de entretener; no los puedes vender como algo consumible o desechable, porque todos representan un trabajo intelectual honesto. Agradezco que no tengamos que luchar por un lugar en el ranking de ventas o que tengamos que ver a los otros como nuestros rivales. Eso sería totalmente triste y absurdo, porque a todos nos ha costado lo mismo poder llegar a públicos, poder llegar a editoriales, poder llegar a medios.
¿Quién tiene mayor responsabilidad en que la literatura fantástica no sea un género comercial, las editoriales, los escritores o los lectores?
Depende mucho de las editoriales y de los escritores. Cuando eres honesto con tu escritura no estás pensando en si se va a vender o no se va a vender. Si escribes pensando en que quieres hacer dinero, vas a hacer una literatura fantástica complaciente, con temas y personajes que ya han sido asimilados para que al lector no le cueste ningún trabajo imaginarlos. Pero si quieres hacer una propuesta distinta, que arriesgue, vas a concentrarte en lo que quieres decir, en lo que estás imaginando, en lo que estás soñando.
Si escribes pensando en que quieres hacer dinero, vas a hacer una literatura fantástica complaciente
Debes tener muy claro eso, si tú piensas en la literatura como negocio ya te arruinaste como escritor, porque no es un elemento natural en el proceso de la escritura. Por otro lado, las editoriales obviamente sí deben pensar así, porque ellas sí viven del negocio que están haciendo con la venta de sus libros. Hay editoriales independientes que abren espacios para todo tipo de escritores y tienen claro cuando un libro no se hizo para ser un hit mercantil, pero cuyo contenido vale la pena. Incluso me parece que a estas editoriales les queda claro que no tienen que sacrificar el contenido a cambio de un buen ingreso económico y encuentran la forma de mantenerse a flote sin pedir a alguien que escriba algo que no le nace escribir.
¿Eres partidaria de la afirmación de que la literatura fantástica goza de su mejor momento de salud?
Me gustaría pensar que en algún futuro será mejor que ahora. Digamos que este momento es bueno porque hay muchísimos escritores mexicanos; ya no hablemos de Argentina, Perú, Uruguay o Chile, que también tienen una tradición fantástica. Por ejemplo, Tierra Adentro empezó a publicar a varios narradores dedicados a estos temas. Joni Munn y otras alteraciones del psicosoma tuvo la oportunidad de entrar en esta partida. Además hay otras editoriales independientes que también han apostado por escritores fantásticos mexicanos: Resistencia, Almadía y Paraíso Perdido… Hasta editoriales grandes como Ediciones B o Alfaguara.
Aparte está el Tumblr que empezaron a hacer Alberto Chimal y Raquel Castro hace algunos años, cuya intención es ir registrando a los escritores mexicanos dedicados a lo fantástico; de ahí su nombre: “La imaginación en México”, el cual enlaza una red de escritores y una muestra de su trabajo.
Volviendo a tu pregunta, no sé si es el mejor momento o el más saludable para la literatura fantástica, pero al menos sí hay una noción de que hay que trabajar y no hay que tener vergüenza ni miedo, ni imponerse ningún obstáculo. No hay que estar pensando en que si se va a dejar de vender, o si va a dejar de haber lectores, o si se dará a conocer en otros países, eso, aunque es importante, es ajeno al impulso creativo. Si el circuito en el que se desenvuelve se fortalece, pues qué mejor, y si uno puede ayudar a que se fortalezca pues doblemente mejor.
Debido a la terrible situación por la que atraviesa el país, muchos escritores han respondido con una literatura que ha abanderado ciertos géneros, como la crónica o la novela realista. ¿Cómo abordas la realidad del país desde tu escritura?
Me molestan los prejuicios que hay contra la literatura fantástica. Uno de ellos señala que es una literatura de evasión, que todo lo que tenga que ver con la imaginación es para evadir la realidad. Y no es cierto; no es que uno le esté dando la vuelta a la realidad, simplemente encuentras una forma distinta para hablar de ella, y es válido. La literatura realista a veces me da la impresión de que estoy leyendo la nota roja del periódico, o que hay una serie de fórmulas y temas muy evidentes y repetitivos que no me cuentan nada que no encuentre en los noticieros. Con la literatura fantástica tienes una herramienta para abordar la realidad sin que sea una calca; hay cuentos y novelas de este género que también pueden ser crudos; hay muchos escritores de literatura fantástica que hablan de cosas reales y cuentan cosas que suceden todos los días, y buscan hacer algo distinto con ello.
Lo fantástico no puede existir sin lo real.
Lo fantástico no puede existir sin lo real. Lo fantástico transforma la realidad, no la evade. Y eso es lo que mucha gente no entiende. No lo entiende porque no lo ha leído con atención. La gente sólo dice “es que ustedes hablan de fantasmitas y de vampiros y de extraterrestres”, desde ahí hay una visión de “no me importa, porque parece que no tienes los pies en la tierra”. Muchas veces nosotros tenemos más los pies en la tierra que ellos, la verdad.
¿Cómo se pueden acabar esos prejuicios?
Lo fantástico es una expresión natural del ser humano, en algún momento lo vas a explorar, ya sea como creador o como lector. Está ahí, es algo latente, es algo imposible de hacer desaparecer del inconsciente. Negarse a ello nada más porque hay una mala lectura es como negar una de las cosas más apasionantes de la vida, es como negar un lado del propio ser humano. Pero si no tienen la inquietud verdadera, si lo ven como algo forzado, algo que no quieren hacer, pues no lo van a disfrutar, no lo van a entender, y le van a ver todos los peros posibles.
Hace poco tuvo lugar el homenaje del INBA a Amparo Dávila, quien es una de las influencias más fuertes dentro de tu desarrollo creativo. ¿Cuál es tu opinión de la revalorización de esta autora?
Fue muy obvia la postura rígida e institucional de algunos participantes que tenían la necesidad de especificar que “no, Amparo Dávila no escribió literatura fantástica, no hay por qué etiquetarla así”. Sé que ella misma ha dicho que sólo escribía sin saber si lo que hacía era fantástico o no. Pero a través de su escritura es posible intuir sus lecturas; conocemos el contacto que tuvo con Cortázar; leemos los cuentos y encontramos ahí la esencia de lo fantástico. Tal vez ella no tenía la noción de lo fantástico como lo conocemos ahora si tomamos en cuenta que su primer libro es de 1959 y la referencia teórica que tenemos es Introducción a la literatura fantástica de Todorov, publicado en 1970.
Me parece una irresponsabilidad seguir con el juego de que lo fantástico no es profesional, no va en serio, y que es un género menor y desvalorizado, cuando se ha practicado desde hace tantos años en nuestro país.
***
Diseño web: Francisco Jesús Trejo Corona