Una tabla de Excel y un tupper a la vez: Los sueños perdidos de la economía Godínez
Una persona frente a una computadora, resolviendo temas. Viendo Gmail o Excel fijamente. Puede ser una oficina abierta, que es el eufemismo para todos aquellos lugares que no quisieron invertir en cubículos u despachos en forma. Aquí no hay barreras, te dicen mientras ponen una serie de mesas con equipo de cómputo en fila. Puedes observar lo que tienen tus compañeros en el monitor y viceversa. El uso de audífonos es casi obligatorio, porque un ambiente así es caótico.
Una configuración que los de la oficina abierta envidian es la de aquellos lugares donde al menos tienes dos paredes que te separan de tus compañeros, otorgando algo de privacidad. Es tu lugar. La plantita, la impresión de Cinismo Ilustrado pegada al muro con corcho, tu cojincito en la silla imitación Aeron Herman Miller, algunos documentos impresos que poco serán consultados. Mientras los cubículos fueron originalmente una idea fracasada, empezaron a tomar forma cuando las firmas que los producían comenzaron a elaborarlos de madera modular, como un transformer. En tiempos de la mentada oficina abierta (en sentido muy literal), es una especie de nirvana godín.
Tal vez sientes que tu trabajo de agencia [con todo y el (por ponerlo en una reducción chilanga) trabajo en la Roma/Polanco/Santa Fe, goey] es superior a ser empleado de mostrador, que es la mayor fobia del godín. O que estás un paso adelante de los trabajadores del INEGI o cualquier dependencia de gobierno donde hay paga aceptable, prestaciones, vacaciones, seguridad sindical pero poco desarrollo creativo. Me pagan fuera la ley, pero ejerzo lo que me gusta, se dice el godín de agencia para convencerse que el camino que ha elegido sea el correcto. Aunque seas una especie de permalancer en las puertas corredizas de tres o cuatro despachos.
La plantita, la impresión de Cinismo Ilustrado pegada al muro con corcho, tu cojincito en la silla imitación Aeron Herman Miller,
Si el mundo laboral de profesionistas snob de la aspiracional industria creativa fuera un videojuego de rol, el gremio más bajo sería los freelance sin fama o tantos contactos. Trabajar desde casa, en calzones o perfectamente acicalado. Ir a un café es dudoso, porque la cuenta de 110 pesos del Starbucks (Un Venti + Panini sabor todo sabe a lo mismo) es un buen porcentaje de la paga del proyecto para el señor del comercio local que considera que te hace el favor para que le tengas listos los renders. Y le consigas donde imprimir. Sin reembolso de gasolina. Eso si tienes auto.
Hay un mundo paralelo para los que son (porque en el mundo laboral moderno mandan los anglicismos) trabajadores remotos. Los que hacen la famosa home office. Una especie de estilo de vida freelance pero con derechos y prestaciones. Conectados de manera perpetua. Con el home office viene gran responsabilidad. Es sólo estar frente a una computadora. Existen quienes pagan un coworking space sobrevaluado, nivel renta de un departamento, para hacer uso de muebles chinos que quieren evocar un ambiente internacional, tomar café del Costco y barritas Marinela o galleta Quaker (a precio de oro pero “incluído” en la renta).
Los sueños del Godínez no se llevan con el cliché del millennial estándar. A pesar de su juventud, el godín quiere seguridad laboral, crédito para casa propia, elevar su nivel de vida sin ahogarse en deudas, crecimiento creativo, vacaciones que signifiquen viajar más allá de las fronteras estatales, reconocimiento profesional y tener una vejez con finanzas aseguradas.
Hay una nota en Universia con un título bastante optimista: ¿Freelance o empleo fijo: qué prefieren los trabajadores mexicanos?. Más bien es qué trabajo encuentran. De acuerdo a datos de INEGI del 2016, más del 40% de los jóvenes adultos (20 a 29 años) no tienen trabajo mientras que en el rango de 30 a 39 años la cifra es del 20%.
Hay otro reporte, de OCC, que habla sobre una baja cultura freelancer en México. ¿Es algo a qué aspirar? ¿No es solamente una modalidad de trabajo óptima para los hijos de familias privilegiadas o para aquellos que sea su única opción?. Según la firma especializada en reclutamiento, sólo 11% de los profesionistas labora en modalidad freelance. El artículo habla de una cuestión cultural donde hay una cultura arraigada de ser empleado por una empresa y durar décadas, pero, ¿por qué no aspirar a seguridad laboral para uno y su familia?
¿El modelo idílico freelance expira al momento de tomar responsabilidades reales de manutención propia? Si no específicamente el freelance, la reducción tan dramática de desempleo en el rango de 30 a 39 años nos puede dar una pista.
Sí seguimos buscando en medios más notas insensibles encontramos un texto en Forbes México acerca de los freelance, millennials y espacios físicos de trabajo. Se comenta que el grupo poblacional de los nacidos en los ochenta hasta los dosmiles tempranos, rechaza empleos convencionales, afirmación que puede ser cierta para egresados de universidades privadas que pueden darse el privilegio de no encontrarse o incluso tomar otro par de años y virar completamente su rumbo profesional.
La nota también indica para 2020, el 80% de los espacios de trabajo serán las casas, oficinas compartidas o cafés. ¿Qué tanto nos habla esto de jóvenes chispa que son workaholics? ¿Qué tanto es acerca del estado de una economía donde los empleadores no pueden invertir en oficinas o no tienen ganancias como para establecerse y dar prestaciones?
Es la realidad godín donde vivimos, aquellos con el privilegio de sentarse y usar una computadora para resolver problemas. Nuestros supervisores dirigen, tienen menos horas-compu, los directivos resuelven the big picture. Nosotros, con quince minutos para checar Facebook nos damos por bien servidos.
Seamos egresados de la Ibero o de una universidad pública, tampoco podemos negar nuestro no tan aparente privilegio. Tener juntas, sudar la silla, estar obsesionados con Gmail, y hacer cuentas en Excel es algo deseable para millones de mexicanos que se encuentran lejanos de una situación de empleo digno.
Pero ante el auge del freelance, pareciendo la razón una precaria economía de muchos empleadores, como sociedad falta mucho para mejorar las condiciones laborales.
Mientras tanto, no puedo evitar la escena, soy empático con los trabajadores de la oficina de enfrente. Es un despacho de abogados. Bajan con sus tuppers, compran cualquier cosa en el Oxxo de la esquina, usar el horno de microondas y acaparan todas las mesas para comer los guisados que trajeron. Sus cabrones jefes no les tienen cocina ni comedor. Es que la comida corrida de 50 pesos es para millonarios. Y sí.