El regreso del racismo y su violencia.
Los recientes acontecimientos en los Estados Unidos en que miles de personas se han manifestado en distintas Ciudades debido a la violencia que agentes de la policía ejercieron contra dos personas de color que terminó en su fallecimiento y que tuvo uno de sus peores capítulos en el asesinato de cinco policías a manos de francotiradores, es un momento más de muchos otros que se registran en la mayor parte de los países del mundo. El racismo como construcción social y cultural fundada en la negación del otro, en el miedo irracional, en la afirmación excluyente de una colectividad ante lo diferente, en discursos políticos y aún en relatos religiosos, habita al seno de las sociedades, y resulta evidente que este problema no se resolverá con negarlo.
Los estudios sobre el racismo tienen su origen en el siglo XIX, cuando anatomistas y antropólogos comenzaron estudios sobre las supuestas diferencias de capacidades físicas y mentales entre seres humanos de distintas etnias y regiones. De esos primeros estudios destacó el de Arthur de Gobineau Essai sur l’inégalité des reces humaines o en español, el Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas donde planteó que la raza blanca poseía el monopolio de la fuerza, belleza e inteligencia, siendo el resto inferiores, por habría de evitarse la mezcla entre razas para impedir la decadencia de la civilización occidental.
Así, en esa época marcada por una fuerte influencia de los trabajos de Charles Darwin, se formó una corriente de pensamiento denominada “darwinismo social” que justificó la supervivencia del más apto en la sociedad, sobra decir que Darwin no abordó las cosas de ese modo. A partir de estos estudios biologistas algunos pensadores sociales legitimaron el dominio de personas sobre otras con base en la supremacía del origen blanco, ario o europeo sobre el resto.
El auge conceptual del racismo como un fenómeno complejo y controvertido se da a partir de las discusiones académicas y políticas derivadas de la Segunda Guerra Mundial y con la lucha por la igualdad de derechos de la comunidad afroamericana. Sin embargo, a partir de la década de los años setenta del siglo XX se registró un abandono relativo de trabajos sobre esta temática.
Sin embargo, en el mundo contemporáneo resurgieron actos que reclaman estudios y políticas que comprendan la transición actual. En trabajos como el de César Colino quien describe el concepto en el Diccionario Crítico de Ciencias Sociales explica que cuando se ocupa la palabra “racismo” en realidad se están explicando fenómenos diferentes como xenofobia, exclusión social, segregación, desigualdad, intolerancia, violencia, privación de derechos, persecución política, religiosa, etnofobia entre otros no menos relaventes, en otros términos, nuestro problema no es sólo el racismo.
Wellman señala que el racismo es un sistema jerárquico de privilegios y exclusión social hacia un grupo determinado por características físicas y culturales que se justifica a partir de creencias socializadas.
Por lo anterior deben asociarse estos conceptos para comprender las líneas por las cuales atraviesa el fenómeno del racismo y no considerarlo una cuestión unidireccional, sino más bien como algo complejo que acontece en las más diversas sociales actuales y que reclama una visión política e institucional para poder darle salidas. Actualmente el concepto con que se enlaza y confunde con frecuencia al racismo es el de xenofobia, que es dicho de forma simple el odio a los extranjeros, a lo diferente desde una postura que un grupo autodefine como lo “nacional”. El racismo encuentra sus raíces en diversos procesos de exclusión social basados en la supuesta superioridad de una etnia o grupo social a partir de diferencias físicas o culturales, por su parte la xenofobia explica la RAE se limita al odio, repugnancia u hostilidad hacia el extranjero, o como señala Cea D’Ancona en el artículo “La exteriorización de la xenofobia” es una reacción de rechazo inmediata y subconsciente contra extraños.
Sociológicamente un connotado autor, Wellman señala que el racismo es un sistema jerárquico de privilegios y exclusión social hacia un grupo determinado por características físicas y culturales que se justifica a partir de creencias socializadas. Se trata entonces se jerarquías sociales, de roles de subordinación y de dominio, de tener lo que otro “no deben” tener, y para ello se les excluye y se les aparta de los beneficios que los “iguales” si tienen.
Retomando los apuntes de Michel Wieviorka, el explica que existen fases o niveles del racismo y con ello se puede entender el fenómeno a partir del entorno y actor social que lo ejecuta. Nos habla de a) infraracismo, b) racismo disperso, c) racismo institucionalizado y/o político y d) racismo total. El primero es donde se presenta de forma sutil, poco extendido y sin unidad ni coordinación alguna, es espontáneo, actos generalmente desconocidos, violencia difusa y es difícil de considerar una idea de racismo en la comunidad, lo cual no significa que no exista, sólo que está desarticulado y ocurre que los grupos que lo ejercen no reconocen explícitamente que sus actos son racistas.
Por su parte el racismo disperso es aquel donde la discriminación está más articulada, los prejuicios racistas se encuentran extendidos, la extrema derecha hace declaraciones abiertas y los actos de violencia son frecuentes y abiertos. Habría de señalarse que no hace falta que la extrema derecha realice este tipo de declaraciones, es posible aseverar que puede presentarse esta articulación, estos prejuicios, y estos ataques con diferentes niveles de violencia de manera soterrada, sin que se haga público, sin que alguien se pronuncie en la vida política.
El tercer nivel, es el racismo institucionalizado o político se da a partir de la discriminación y segregación consolidada a través de leyes y vida institucional explícita o implícitamente, se convierte en un fenómeno frecuente en debates políticos y se levantan fácilmente grupos en defensa de derechos contra los partidos que lo promueven. Finalmente el último nivel es el racismo total, en el cual el racismo está expandido en la sociedad a través de una política de raza o racial.
Como puede apreciarse revisar, el fenómeno ha sido estudiado, sin embargo por cuestiones relativas a que este concepto se asoció con movimientos como el nacionalsocialismo y fascismo, durante décadas fue dejado de lado aunque no del todo. El fenómeno racista y la xenofobia existen y en este siglo reaparecen en los movimientos de partidos como el UKIP Partido de la Independencia del Reino Unido y Frente Nacional en Francia comandados por Nigel Farange y Marine Le-Pen respectivamente, en otras palabras, lejos están de haber concluido o que se consideren superados, porque habría de asentarse que estas manifestaciones son políticas y organizadas mientras que el racismo en buena parte de los casos es un fenómeno social que no tiene responsables públicos pero socialmente actúa de forma eficaz, excluyendo familias y comunidades, y a la vez estableciendo relaciones de subordinación y de dominación
Encontramos también los casos de discursos xenófobos por parte del candidato republicano a la presidencia de los Estados Unidos y la respuesta de un grupo llamado Nuevo Partido de Panteras Negras que condenan y cuestionan si las políticas para incluir a todos los ciudadanos norteamericanos no son sólo una farsa pues el racismo existe de facto.
El racismo institucionalizado o político se da a partir de la discriminación y segregación consolidada a través de leyes y vida institucional explícita o implícitamente.
En política y en el mundo de lo político hoy el racismo es un tema que debiera ocupar mayor atención, hemos ocupado miles de horas de atención y energía en asuntos triviales y veleidosos como si las cosas fundamentales de la convivencia social estuviesen resueltas o como si con campañas en los medios fuésemos a resolver algunas de las contradicciones culturales que aún nos aquejan, que si en México hay racismo, sí lo hay, y se mantiene al seno de relaciones profundas de convivencia y relación social, en dinámicas de dominio, en lógicas de exclusión y en prácticas de abuso y francamente depredadoras.
Se reconozca o no, realizamos a lo largo de todo el territorio ataques raciales aunque no sean necesariamente violentos, más aún cuando la diferencia está acompañada de exclusión y de desigualdad social. A la política en nuestro país se le está acabando el tiempo para los candidatos a la carta, para la invención de partidos, para el desperdicio, para los debates insulsos, y para mantener la creencia que repartiendo dinero vamos a superar nuestras contradicciones.
El discurso políticamente correcto hace agua, como lo hacen también las diatribas retóricas, y los mesías políticos de todos colores, es tiempo del regreso de la política informada y con sentido de responsabilidad social, lo que ocurre en los Estados Unidos, Europa, África y Medio Oriente, pero sobre todo lo que ocurre aquí con la convivencia social y con los síndromes de exclusión y desigualdad muestra suficiente evidencia para comenzar a cambiar y eso incluye gobierno y sociedad. Las políticas contra la desigualdad, contra la exclusión, contra el racismo, contra la xenofobia, contra los pueblos y comunidades indígenas así como contra el antisemitismo requieren un nuevo momento, más estudios e investigaciones pero sobre todo una afirmación de la ética política.