Entrevista con Emmanuel Vizcaya: “Todo el tiempo están muriendo las formas en las que se expresa la poesía”.

Emmanuel Vizcaya (Ciudad de México, 1989) es dueño de una escritura que para muchos es signo y síntoma de los tiempos vertiginosos por los que atraviesa la realidad en nuestra época. Ha publicado NEO/GN/SYS (Proyecto Literal / Mantarraya Ediciones, 2014), libro de poesía con el que irrumpió en la escena literaria, y los enigmáticos cuentos breves de Aerovitrales (Cuadrivio, 2015). Además de ser un escritor joven que recorre los laberintos de la Ciudad de México acompañado de un maletín, también edita la revista digital [Radiador] Magazine, imparte talleres de escritura creativa y produce ROTTTOR, proyecto de experimentación sonora y música electrónica. El autor platica en exclusiva con terceravía.mx sobre su generación, la muerte de la poesía y las experiencias fragmentarias a las que nos orilla la realidad.

Háblanos un poco de las coordenadas de tu generación y cómo te ubicas en ella.

Afortunadamente, antes de entendernos entre nosotros como escritores, considero a la gente de mi generación como amigos con los que he compartido fiestas, lecturas, anécdotas. Creo que esta generación de la que hablamos (1985-1992 por decir números) es una generación que estéticamente y estilísticamente tiene muchos puntos de contacto. Me interesa leer lo que se escribe, me interesa saber qué están generando, pero prefiero no adoptar un sentimiento de pertenencia o de emulación, aunque tampoco puedo negar que muchas veces abordamos temas bajo las mismas tesituras. Las experiencias que hemos vivido podrían impactarnos de la misma manera y entonces resulta obvio que nuestros estilos puedan cruzarse, pero mi búsqueda personal consiste en no repetir ni repetirme respecto a lo que ya hice en el pasado. Trato de no pasar dos veces por el mismo sitio en cuanto a estilo de escritura se refiere.

¿Qué diferencias encuentras con otras generaciones?

Creo que ésta es una generación de transición. Hay generaciones que representan a toda una corriente estética e ideológica, que hacen una propuesta reveladora en el terreno del arte, y para que esto suceda, se necesitan de otras generaciones que primero preparen ese terreno para tales cambios. Esas son las generaciones de transición. Respecto a lo que se está haciendo ahora, veo que hay muchas propuestas e intereses pero, al menos hasta el momento, no sé si algo realmente está ganando el peso necesario para provocar una ruptura que derive en una nueva corriente. La generación que sigue de la mía (chicos que ahora tienen entre 16 y 23 años) se está empoderando de otras plataformas para generar escritura, sobretodo del internet, los blogs, los tumblr y las mismas redes sociales. Esto es muy evidente, están tratando de resignificar la literatura y ponen todo el esfuerzo, sin embargo, creo que aún es demasiado pronto para asumir que ahí está la revelación. No sé si pronto habrá una ruptura a gran escala, confío más en las rupturas personales, en cuestionar la producción de uno mismo, cuestionar la propia voz y evitar los campos semánticos recurrentes. A mí me parecen más propositivas esas rupturas propias, de lo que ya se ha dicho, de lo que todavía falta por decir. Me gustaría enterarme de que dentro de la generación están existiendo esas rupturas donde la gente que ya se había “estacionado” de pronto sale de su zona de confort y da un giro; eso me gustaría más que preguntarme por algo generacional, de mayores magnitudes. Ahora eso es difícil de saber por la misma cercanía que existe entre nosotros.

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¿Crees en la muerte de la poesía como un género que ya no puede existir por sí mismo y que necesita de otras plataformas para impactar en una sociedad donde ya no tiene cabida?

No creo en la muerte de la poesía, más bien creo que todo el tiempo están muriendo las formas en las que se expresa la poesía. Éstas corresponden a un contexto en particular, a un tiempo histórico, social y estético; entonces, cuando ese contexto cambia, las formas en que la poesía se sostiene dejan de ser vigentes, o si queremos ser más dramáticos, mueren, y es eso lo que da pie a que nazcan otro tipo de formas. Para mí es imposible que muera la poesía porque es una experiencia vital. La escritura y sus formas mutan, pero lo que permanece imperturbable es esa experiencia poética que podrá encontrarse en cualquier tipo de plataforma. Estoy consciente de que no se pueden seguir repitiendo fórmulas que ya no corresponden a este contexto histórico, y que deberíamos preguntarnos por los medios que mejor se acoplen a lo que queremos decir, así como también pensar en qué otros medios quizá lo harán en el futuro.

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Hace poco leí un comentario que aseguraba que la poesía mexicana joven había caído en un artificio: en el que se ponderaba más el lenguaje irreverente que la búsqueda poética. Y tal vez pareciera que se utilizan las mismas fórmulas y se repiten hasta la exageración.

Creo que ese comentario se refiere al efectismo en la poesía, cuando un poema en vez de ser efectivo —lograr lo que pretende en el lector— se vale de recursos mal empleados como el abuso de la retórica, la posible irreverencia, la confrontación sin sustento o simplemente la ingenuidad en cuanto al trato con el público lector. Esto ha sucedido todo el tiempo en la literatura y no creo que se restrinja sólo a los poetas jóvenes mexicanos; sin embargo, sí creo que no hay mucha conciencia de que cosas así siguen sucediendo. Cuando no se tiene muy claro lo que se busca hacer con el poema la opción es valerse de todos los recursos superfluos a la mano para causar estridencia, lo que volvería al poema un elemento artificial. Creo que no es un fenómeno propio de esta generación. Pienso que cualquier exageración, del tipo que sea, es una consecuencia del ansia por sobresalir entre tantas propuestas y voces. No confío en la exageración porque conlleva el riesgo del hartazgo.

Has hablado de las rupturas personales, NEO/GN/SYS es un libro que es la culminación de un proyecto concebido como una trilogía, después escribes Aerovitrales. Evidentemente hay una ruptura entre estas dos obras.

Sí, para empezar fue una mudanza temporal de la poesía hacia la narrativa. NEO/GN/SYS fue un proyecto de tres libros a lo largo de tres años. Luego, Aerovitrales funcionó como una válvula de escape porque esos tres años fueron intensos en cuanto a escritura poética, fue una especie de descanso escribir un libro de cuento breve. Si bien es lógico que hay puntos de contacto porque soy la misma persona, traté de que ambos libros fueran independientes, que se sostuvieran por sí mismos. En parte quizá porque tengo cierto rechazo hacia los libros encadenados que sólo se pueden apreciar en su totalidad si ya se leyeron previamente los antecesores. Si hay un autor favorito, me gusta que cualquier libro que tome de él pueda entenderlo como un ente individual a pesar de todos los puntos de contacto que tenga con su obra anterior y que tendrá con su obra posterior. También es inevitable evidenciarse como autor de ciertos textos, y eso está bien, porque entonces uno demuestra que es dueño de una voz única y particular. Pero en cuanto a continuidades como de líneas de ensamblaje, yo prefiero despegarme y tener propuestas distintas en cada proyecto.

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Veo otra ruptura: en NEO/GN/SYS había la necesidad de expresarse con un lenguaje híbrido, tecnológico, aquello que no era natural u orgánico, salvo lo natural que ahora resulta nuestra convivencia con la tecnología. Pero en Aerovitrales hay otro lenguaje más indefinible…

Sí, me parece más difícil definir qué tipo de lenguaje tiene Aerovitrales porque con NEO/GN/SYS tenía claro que con la poesía quería generar un segundo cosmos, artificial, lleno de máquinas. Con Aerovitrales sentí la libertad de narrar, de ser contundente. No pensé en un lenguaje específico, simplemente cada cuento me pedía una manera determinada de narrarlo. Respondí a las necesidades inmediatas de lo que estaba diciendo.

Esta creación de microficciones corresponden, como dice el mismo Alberto Chimal al escribir sobre tu libro, a una especie de sentimiento moderno: “es un signo de cómo el mundo que construimos nos lleva a una existencia de experiencias fragmentarias”.

Alguna vez dije que si yo tuviera que empatar un tipo de texto con la realidad contemporánea, para mí la microficción (que es la mayor parte de Aerovitrales) sería como el zapping televisivo, estar cambiando de canal buscando algo interesante pero viendo muchas imágenes fragmentarias en todo ese trayecto. También entraría en esa comparación la manera en que navegamos en internet, de hipervínculo en hipervínculo, casi con frenesí, pasando por cincuenta o cien imágenes por minuto que apenas vislumbramos. La microficción casi es eso: imágenes breves que se quedan en la memoria por la fuerza de su impacto, por su contundencia enmarcada en la velocidad. Así son los tiempos de ahora.

Vivimos en la época de la velocidad, no podemos ver algo en internet más allá de los 3 minutos, ¿seguiremos siendo capaces de leer algo más allá de las dos cuartillas? ¿crees que en un futuro los escritores ya no podrán o no querrán escribir textos largos?

Es una cuestión de hábitos. Si te pones a pensar en la cantidad de cosas que en tres horas puedes leer en internet, y si las apilas en un documento para imprimir, fácilmente hacen un libro de cincuenta páginas. Estamos leyendo mucho, la gente lee mucho, pero no en formato impreso. Siempre seremos capaces de leer textos largos pero claro que las plataformas digitales han fomentado una lectura y una apreciación de cosas inmediata, veloz y fragmentaria. Es evidente que se siguen escribiendo y publicando textos kilométricos, tanto poesía como prosa. Yo soy muy fan de Twitter, es mi única red social, y alguna vez comenté que estar tan acostumbrado a la brevedad y contundencia de los tweets (sólo 140 caracteres) había transformado mi manera de escribir porque ahora mis ensayos ya no llegaban a más de una o dos páginas. Claro que lo dije a manera de broma, pero luego esa misma noche me quedé reflexionando sobre si en verdad era cierto que esta exigencia de brevedad de Twitter estaba afectando mi manera de escribir, y que quizá por eso ya no podía extenderme hojas y hojas cavilando en una sola idea. Puedo decir que tuve mi episodio de duda con esa broma, aunque ya hablando en serio, no creo que el mundo digital vaya a modificar abruptamente la manera en que nos expresamos.

En tu obra hay una interacción con la Ciudad de México, eres un escritor que le da vida a cosas como máquinas, satélites, objetos, artefactos. En Aerovitrales está esa interacción con la ciudad, a la que vuelves un personaje y tú mismo te vuelves un personaje de ella.


Creo que esa interacción era inevitable puesto que siempre he vivido en la ciudad y los personajes y las escenas que salen en Aerovitrales pertenecen a ella, a mi entorno inmediato. En Aerovitrales iba a ser muy difícil separarme de lo urbano y citadino porque es una narrativa de experiencias y vivencias que me sucedieron y transformé, o que quise que sucedieran e imaginé.

Para finalizar, ¿cómo le hace un escritor para sobrevivir en una de las ciudades más caóticas del mundo?

Con la consciencia de saber que nunca será demasiado tarde para morir joven.

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1 comentario

  1. Daniel Sánchez Ostaszewski
    26/09/2016 at 19:31 — Responder

    El tipo de jóvenes que necesitamos. Un gran ejemplo de lucidez y elocuencia.

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