La tragedia de la vaquita marina y su inminente extinción en México
La suerte de la Vaquita Marina está escrita… pronto habrá de desaparecer en su ambiente natural. Actualmente se estima que solo existen siete u ocho ejemplares de esta rara especie que tuvo la mala suerte de habitar ecosistemas ubicados en un infierno llamado México. También tuvo la mala suerte de parecerse a la Tatoaba, un pez que cohabita el Alto Golfo de California y que a la vez tuvo la mala suerte de parecerse a la Corvina Amarilla, que a su vez tuvo la mala suerte de tener una vejiga con propiedades afrodisíacas, cuando menos para un sector de la población en China.
Así es que una especie sella su futuro, una serie de accidentes culturales que comienzan con la fragilidad masculina y se convierte en un daño colateral, la víctima de la llamada “pesca incidental” por la persecución de la Tatoaba y su “mágica” vejiga. Y lo que sucede es que la estupidez masculina y la superstición tiene un costo; una vejiga de este pez puede costar hasta 60,000 dólares.
Y no se confunda, no sostengo que las creencias sean necesariamente estúpidas. Creo en lo simbólico y lo mágico, pero cuando el ritual necesario para preparar un caldo con “propiedades afrodisíacas” para aliviar la frágil figura del hombre impotente, depende de poner en riesgo los ecosistemas, más que de tradición hablamos de la idiotez humana en su máxima expresión; del egoísmo ecocida.
Y es que 60,000 dólares por vejiga significan que se puede montar un negocio internacional desde las lógicas de la prohibición y la torpeza institucional. Con esos costos, que exceden en proporción a los de la cocaína, se tiene el sustrato perfecto para que la Vaquita Marina quede a merced del poder empresarial, el crimen organizado y la impunidad gubernamental; una triada tan consistente en todos los procesos de despojo y sobreexplotación que se dan en esta parte del mundo, que solo le deja una posibilidad de permanencia en los esfuerzos heroicos de un grupo de personas que también se encuentran en riesgo permanente; los y las conservacionistas.
“Sin duda hay un desinterés absoluto por la preservación de esta especie. Creen que es más fácil dejar que se extinga y pasar página”.- Diego Ruiz Sabio
Diego Ruiz Sabio, tuvo que abandonar el país para no ser parte de la lista de defensoras y defensores del medio ambiente que han sido asesinados en México. Aun fuera del territorio nacional, Ruiz sigue siendo el codirector del Museo de la Ballena de La Paz, en Baja California Sur y recientemente dio declaraciones reveladoras a Teresa de Miguel, para el diario El País, sobre la situación de la Vaquita y los territorios en donde se disputa su permanencia o su extinción.
“Es una guerra entre la pesca ilegal y nosotros, que estamos tratando de proteger a la especie”, dice desde su exilio, y añade Teresa de Miguel “Pero en el pulso entre los ambientalistas y la delincuencia organizada va ganando esta última”.
La caída poblacional de la especie ha sido brutal, pasó de 600 ejemplares en 1997 existían casi 600 vaquitas a 60 en 2016 y para el año 2017 ya solo había 30 animales registrados. Hoy son solo ocho los individuos censados. La pregunta entonces es -dice de Miguel- ¿Dónde están las autoridades?
Según explica El País, el Gobierno anunció en julio pasado una serie de cambios en la forma en que vigila el área que significaron, en la práctica, hacerle más fácil la tarea a los criminales. Ahora las autoridades usan el 100% de sus recursos contra la pesca ilegal solo si hay al menos 65 barcos en la zona de tolerancia cero -donde, oficialmente, está prohibido hasta el tránsito-. “Es una regulación totalmente impráctica, difícil de explicar en papel y mucho más difícil de llevar a cabo en campo. ¿A qué se refieren? ¿Cuántas embarcaciones? ¿Cuánto personal? La realidad es que no están en el agua vigilando”, critica Alejandro Olivera, representante en México del Centro para la Diversidad Biológica*.
Negación y torpeza: Las respuestas de siempre por parte de las autoridades mexicanas
EL PAÍS solicitó una entrevista con la Procuraduría Federal de Medio Ambiente (Profepa), pero únicamente accedió a responder por escrito a una lista de preguntas. Patricio Rodolfo Vilchis Noriega, encargado de la Subprocuraduría de Recursos Naturales, redactó las respuestas. “La Profepa realiza recorridos de inspección y vigilancia marítima (…) con la finalidad de ejercer el estado de derecho en el mar, evitando la navegación de cualquier tipo de embarcación”, reza el escrito*; no cabe duda de que la retórica política y la burocracia matan tanto como las redes de pesca ilegal.
La experiencia de la organización ecologista estadounidense Sea Shepherd, que trabaja en la zona desde hace años, es muy diferente, ya que desde febrero del años 2020, cuando recibieron un ataque armado por parte de los pescadores furtivos, han tenido varias crisis.
“Que un país permita que una especie endémica se extinga sería una vergüenza internacional absoluta”.- Diego Ruiz Sabio
El 31 de diciembre de 2020, un grupo de cinco lanchas con pescadores furtivos lanzó cócteles molotov contra los activistas cuando intentaban retirar una red ilegal en el área de refugio*. El saldo fue de dos marineros fallecidos, daños a una embarcación de Sea Shepherd, la quema de cuatro vehículos, dos lanchas y un barco del Museo de la Ballena.
Parece que el destino fatal para la Vaquilla se selló cuando el Gobierno decidió que la Marina tiene permitido quitar del agua las redes en la zona de tolerancia cero, esto por la presión ejercida por los pescadores furtivos contra los activistas de la zona.
“Nos limitan exclusivamente a identificar las redes, pero no nos permiten extraerlas. Hay que avisar a las autoridades y esperar que luego pasen a recogerlas” dice Ruiz Sabio. Desde el crucero de observación, el barco del Museo de la Ballena no ha vuelto a salir. Mientras tanto, los pescadores de totoaba y camarón siguen saliendo a faenar con redes prohibidas, con las que consiguen mayor número de presas, pero también de pesca incidental: mantarrayas, tiburones y, claro, vaquitas.
Ante la inacción del Gobierno de México para proteger al cetáceo, Estados Unidos impuso en 2020 un embargo a todos los productos pesqueros del Alto Golfo de California. Y en agosto pasado, la Comisión de Cooperación Ambiental, un mecanismo del T-MEC, aceptó investigar una queja presentada por el Centro de la Diversidad Biológica que, de prosperar, podría terminar en sanciones comerciales contra México. “En todas nuestras comunicaciones estamos solicitando urgencia en el proceso porque la vaquita no puede esperar. Podría extinguirse antes si esta tendencia continúa”, dice Alejandro Olivera, de esa organización*.
La última y frágil esperanza
Y a pesar de todo, del crimen organizado, de las redes de enmalle, de las políticas fallidas, la vaquita marina sigue viva. En el censo de finales de 2021 se avistaron entre una y dos crías, lo que mantiene una pequeña esperanza entre los científicos de que un día se pueda recuperar. Pero para eso haría falta un Gobierno decidido a combatir la pesca ilegal en las aguas del Mar de Cortés, algo que, lamenta Ruiz Sabio, no parece ser el caso. “Después de los conocimientos que hay y la difusión del tema, que un país permita que una especie endémica se extinga sería una vergüenza internacional absoluta”. Solo el tiempo dirá si la vaquita ganó la batalla contra lo que parece ser una condena a la desaparición*.
Con información de *El País