LancetGate: Un duro golpe a la Ciencia en tiempos de pandemia y desinformación
The Lancet es una de las revistas médicas más antiguas y respetadas del mundo. Recientemente, publicaron un artículo sobre pacientes de Covid que reciben hidroxicloroquina con una conclusión grave: el medicamento aumenta las irregularidades de los latidos cardíacos y disminuye las tasas de supervivencia hospitalaria. A partir de esta publicación los principales ensayos farmacológicos se detuvieron de inmediato pero eventualmente The Lancet se retractó de dicho estudio.
Que una revista de tanto prestigio se haya equivocado de tal forma en un momento como el que vivimos, daña la reputación de la comunidad científica en un momento clave donde las “fake news”, los oportunistas y los medios de comunicación se alínean con fuerzas políticas que buscan apuntalar sus intereses particulares en momentos de crisis.
Para entender la gravedad del asunto, conviene hacer una breve retrospectiva sobre el debate que envuelve a la hidroxicloroquina. Después de que el grupo de infectología del hospital de Marsella, liderado por Didier Raoult publicó los resultadoso preliminares de un estudio donde se mostraba una significativa reducción en la detección del virus en las vías respiratorias de algunos pacientes, la hidroxicloroquina pasó al foco de la agenda política cuando Donald Trump anunció por Twitter que la combinación de este fármaco con “azitromicina podría dar un giro a la pandemia y convertirse en uno de los más grandes hallazgos de la historia de la medicina”.
Pero en mayo, cuando los casos reportados de Covid ya estaban en el orden de 3,2 millones, con 232.864 muertes, la revista New England Journal of Medicine publica un estudio que evalúa el riesgo de muerte por COVID-19 en pacientes con enfermedades cardiovasculares. Algunas semanas después se publica en The Lancet un artículo similar (del que hablamos al principio de la nota). Lo interesante es que ambas publicaciones parten de la misma base de datos de la empresa Surgisphere con información detallada de más de 96.000 pacientes de hospitales de todo el mundo.
Las conclusiones de este estudio son contundentes: el medicamento siendo testado en más de 135 ensayos clínicos en todo el mundo se asocia a una mayor mortalidad hospitalaria. En menos de 48 horas se toman acciones drásticas, la Organización Mundial de la Salud decide detener temporalmente el brazo de hidroxicloroquina de su ensayo clínico internacional Solidarity. En su discurso anunciando la suspensión del ensayo, el director de la OMS hace referencia explícita al artículo de The Lancet. Sanofi también detiene sus ensayos clínicos con el fármaco, la Universidad de Oxford solicita hacer un análisis preliminar de la seguridad de su estudio RECOVERY y miles de médicos modifican su conducta terapéutica en todo el mundo.
Apenas 6 días después 100 investigadores lanzan una carta abierta cuestionando diversos aspectos del estudio publicado por The Lancet con los datos de Surgisphere. En breve, tanto el New England Journal of Medicine como The Lancet publican sendas notas de retractación (escritas por los autores) para sus respectivos artículos. Se cierra uno de los capítulos del escándalo científico más grande relacionado con la pandemia hasta el momento, conocido ahora por el #LancetGate.
Cuatro claves para entender el problema
Un delicado balance entre el rigor y la velocidad: La diseminación del conocimiento científico suele ser un proceso lento. Las revisiones editoriales por pares y las correcciones suelen llevar semanas, a veces incluso meses. Luego hay que añadir la edición y finalmente la publicación. Este proceso intenta garantizar la calidad de la información diseminada. Pero en tiempos de una pandemia causada por un virus nuevo existe una gran demanda de conocimiento y se pone bajo presión a las revistas científicas más conocidas (como The Lancet) para suplir esa demanda. Editores y miembros del equipo deben evaluar un alto volumen de manuscritos y aunque se tomen atajos, el proceso es difícil de acortar si se quieren seguir los pasos, bastante estandarizados en casi todas las revistas. El personal médico y los investigadores buscan saciar sus ansias de información en repositorios preprint donde se colocan manuscritos sin revisión por pares, edición o control de fraude. Pubmed está herido de preprints.
Avidez por la notoriedad: Esta notoriedad es buscada por editores y autores. Las revistas, una vez alcanzado un estatus que las sitúa entre las más prestigiosas, buscan mantenerlo maximizando lecturas y citas. Para esto es necesario filtrar y refinar hasta obtener solamente artículos de gran impacto que garanticen un nivel de lectura y citación en concordancia con la revista. La combinación de una gran base de datos, procesos analíticos de moda (big data, inteligencia artificial y machine learning) e instituciones a priori de confianza (como Harvard) parece ser prometedora según esta visión de estatus. Los autores quieren publicar en revistas prestigiosas porque significa un espaldarazo a sus carreras según la mayor parte de criterios de evaluación científica y académica. Muy pocos científicos logran publicar artículos originales en estas revistas, y el hecho de hacerlo, incrementa la posibilidad de atraer futuros proyectos de investigación, aumentar la reputación entre sus colegas y progresar en la carrera científica. La ambición desmedida de ciertos autores conlleva conductas poco éticas y científicamente reprobables.
Agenda más allá de la ciencia: Muchas revistas científicas parecen tener la necesidad de mostrar cierta “línea editorial” y jugar un papel en decisiones de políticas públicas a nivel nacional e internacional. Es, desde luego, un proceder tentador pero que se aparta de su mandato principal, que es la diseminación del conocimiento. Desde esta perspectiva, un análisis que pone fin al uso controvertido de un medicamento apoyado por el polémico presidente de los Estados Unidos puede ser visto como una oportunidad muy atractiva.
El sistema: La industria de la publicación científica se ha convertido en un negocio rocambolesco. Es posiblemente el único negocio del mundo en el que los consumidores, (a) envían la materia prima de forma gratuita a la industria (las revistas y las editoriales), (b) contribuyen gratuitamente al procesamiento de la materia en su trabajo como editores asociados, (c) realizan el control de calidad mediante revisiones por pares y finalmente (d) pagan por ver el producto final publicado, ya sea mediante las tasas de open access o mediante suscripciones a las revistas.
¿Es la revisión por pares el verdadero problema?
Para James Heathers, el problema radica en la revisión por pares: “La respuesta es bastante simple. Sucedió porque la revisión por pares, el proceso formal de revisión del trabajo científico antes de que sea aceptado para su publicación, no está diseñado para detectar datos anómalos”. Además, apunta de manera correcta que esta labor no genera beneficios para los investigadores que hacen dichas revisiones “Para empezar, la gran mayoría de la revisión por pares está completamente sin recompensa. La moneda interna de la ciencia consiste completamente en producir nuevos artículos, que forman la piedra angular de su reputación científica”. Esta es la razón principal de que no haya interés en revisar el trabajo de otros, pero también es cierto que el concepto “revisión por pares” arrastra otro problema quizá más grave: el hecho de que “los pares”, aún cuando hagan su trabajo de manera anónima, pueden ser parte de las estructuras que controlan la investigación. Por ejemplo, nadie puede saber si los investigadores que revisaron las publicaciones de The Lancet y del New England Journal of Medicine tenían intereses particulares por trabajar dentro de la industria farmacéutica, específicamente por ser empleados de algún centro de investigación que se beneficiaba si se cancelaban los ensayos con hidroxicloroquina.
Todos somos parte del sistema, copartícipes de la escandalosa situación laboral y retributiva de la mayor parte de investigadores y corresponsables de la perversión del actual sistema de publicaciones científicas.
Los revisores rara vez dan a conocer su identidad y sus comentarios no suelen ser publicados. Esto facilita la competencia desleal, particularmente en campos específicos. Todo en un ambiente académico donde la reputación puede abrir más puertas que el propio contenido de lo que se escribe y que incentiva la cultura de ‘publica o perece’ (publish or perish). Esta cultura, que ata el progreso profesional al número e impacto de las publicaciones, da pie a conductas inapropiadas orientadas a incentivos.
La ciencia autocorrectiva y una buena oportunidad para mejorar
El #LancetGate puede parecer un duro golpe al prestigio de ciencia, ya que se ha nutrido de numerosos vicios del mundo académico y editorial. Pero también es la oportunidad perfecta para explicar, a quienes no conocen de fondo sus mecanismos, porque se trata de un campo tan confiable.
En primer lugar, este escándalo muestra que la Ciencia es autocorrectiva, ya que fueron las propias estructuras de la comunidad científica quienes reconocieron las debilidades de la publicación original de The Lancet. Si este problema hubiera surgido en un medio convencional o dentro de algún partido político o desde algún grupo que defiende una posición ideológica, difícilmente habrían reconocido su error, no se hubieran retractado y evitarían con ello que el conocimiento avance. Los mejores ejemplos de esto, es lo que sucede con la clase política y los medios de comunicación que operan sin rigor 1Basta como ejemplos la forma en la que López Obrador desestima importantes críticas a su gobierno, apelando a integrarlas en la agenda de fuerzas políticas conservadoras, o las aberrantes difamaciones de Javier Alatorre por las que no ofrece ningún tipo de disculpa. Pero también aquí debemos situar a toda convicción que no surja de una estructura que tenga rigurosos mecanismos de revisión (comprobación/refutación), como es el caso de los charlatanes que aprovechan la crisis actual para vender productos milagro o enriquecerse aprovechando el genuino interés de muchas personas por acercarse a ciertas prácticas espirituales.
Pero para mejorar estos mecanismos de autocorrección, es nacesario que las revisiones de los manuscritos sean abiertas y publicarlas junto a los artículos aceptados. Esto incluiría hacer público el manuscrito inicial, los comentarios de los revisores, los nombres de los revisores, las respuestas de los autores y la versión final. Este cambio haría que los revisores jugaran un papel visible, les asigna una responsabilidad pública que puede ayudar a que su trabajo sea a la vez más certero y su lenguaje más respetuoso. Además, incentivaría al rigor y la atención al detalle en el proceso.
Esto a su vez debe asociarse al reconocimiento del valor económico de la labor de los revisores para las editoriales, que no dejan de ser empresas privadas que se benefician del trabajo de millones de voluntarios cada año.
Esta nota fue escrita por el Colectivo Alterius tomando como base las colaboraciones de Carlos Chaccour, Alberto García-Basteiro y Joe Brew para Agencia SINC y de James Heathers para The Guardian
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Referencias
↑1 | Basta como ejemplos la forma en la que López Obrador desestima importantes críticas a su gobierno, apelando a integrarlas en la agenda de fuerzas políticas conservadoras, o las aberrantes difamaciones de Javier Alatorre por las que no ofrece ningún tipo de disculpa. Pero también aquí debemos situar a toda convicción que no surja de una estructura que tenga rigurosos mecanismos de revisión (comprobación/refutación), como es el caso de los charlatanes que aprovechan la crisis actual para vender productos milagro o enriquecerse aprovechando el genuino interés de muchas personas por acercarse a ciertas prácticas espirituales |
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2 comentarios
[…] se habían seguido hasta ahora hayan saltado por los aires. Uno de los ejemplos más relevantes fue el escándalo del estudio de la hidrroxicloroquina en The Lancet. Aún está por ver cómo esta pandemia afectará a la forma de hacer ciencia y de comunicarla en […]
[…] clave para la humanidad, debido a la crisis multidimensional detonada por la COVID-19. Desde el LancetGate, que desnudó fallas en el sistema de publicaciones, hasta la lucha por patentes en vacunas […]