Un trip en la frontera: Ciudad Juárez y El Paso desde la mirada de los migrantes
Cuando cruzo la frontera en Ciudad Juárez para ir a El Paso, Texas, nunca sé que esperar. A diario, miles de mexicanos realizan está acción para visitar o para trabajar en el otro lado. Y viceversa, aunque ya no tanto: Ciudad Juárez era el hotspot para ir al dentista y the place to be para los americanos jóvenes que se querían emborracharse.
Después crucé varias veces sola, sobre todo porque estaba realizando un reportaje de un luchador -si, de lucha libre- que vivía en El Paso. En la estación migratoria, cada vez que llegaba, me miraban con sospecha: ¿Por qué quería ir a EEUU? ¿Qué estaba haciendo en México? Mi visa de turista les parecía sospechosa. Tal vez por eso siempre me ponían en la fila de los indocumentados, donde eres sujeto de la indiferencia de la policía: te dejan esperando por horas, intencionalmente, solo para molestar.
Después de que Trump ganara la presidencia -con sus mensajes de horror dirigidos al pueblo mexicano y a todo lo que viene de afuera- estaba preparada para lo peor.
Grande fue mi sorpresa cuando, 15 minutos después de intentar cruzar, me encontraba “al otro lado”. No sé si fue porque me tocó una policía de migración fascinada por que venía de Bélgica, o porque la aduana no estaba bien segura que hacer con europeas con Visa ESTA. Ni siquiera me dejaron pagar los 6 dólares de impuestos “por entrar por tierra”. En cualquier caso, no me importaba: estaba al otro lado y tenía un montón de tiempo antes de continuar mi viaje, por lo que decidí hablar con quienes diariamente van y vienen a través de ambos países:
Los personajes
Irving Cortez
Trabaja en The Coffee Box, un lugar hip para tomar café en medio de la plaza San Jacinto
“Yo vivo en Juárez, allá duermo y tengo mi casa. Trabajo y estudio en El Paso, Texas.
Cruzo todos los días en la mañana, dependiendo la hora que tengo que trabajar o estar en la escuela. Al terminar mis deberes tengo que regresar a casa en Ciudad Juárez. Yo cruzo en carro por el puente. Hay 3 puentes diferentes y cruzo por el libre, creo que es el puente más grande y es de más rápida la entrada. Yo siempre hice máximo 2 horas de fila y ahora no sé qué cambio hicieron, porque es más rápido. Pues cada vez que cruzo en la mañana dura entre 30-40 minutos máximo en carro. A veces dejo mi carro en el centro y camino a pie y llego a mi trabajo en el centro de El Paso caminando.
En Ciudad Juárez porque es más barata la comida, los servicios, todo es más barato que en El Paso
Es muy interesante cruzar el puente y llegar de un centro a otro porque se siente la diferencia entre la gente de Juárez y la gente de El Paso. Yo vivo en Ciudad Juárez porque es más barata la comida, los servicios, todo es más barato que en El Paso. Vivir en El Paso se me hace un poco más aburrido y muy tranquilo y no me acostumbraría porque ya tengo toda mi vida viviendo en Ciudad Juárez. Quizás en un futuro cuando ya tenga mucho dinero y por la seguridad, porque es mucho más seguro en El Paso, traería a mi familia para acá, pero dependería.”
Respecto al tema Trump, Irving lo tiene claro:
“Yo no he sentido la diferencia con la presidencia de Trump, porque es algo normal aquí de cruzar la frontera y son miles de personas que van y vienen de todos lados. Sé que en otros lados se ha puesto un poco más difícil la situación, ya que hay más policías en la frontera, pero aquí yo no he sentido esa presión que nos detengan a nosotros los mexicanos. Pero si siento que hay más racismo, he sentido más odio entre la gente. Pero las cruzadas no han cambiado, siguen igual”.
Brandon Feliciano
Trabaja en el histórico Hotel Gardner y es de raíces hondureñas
“Nací en Honduras y estuve allí hasta los 3 años, porque crecí en Juárez. Estuvimos 10 años parados en Juárez. Mi mama se salió de su país y llegó a Juárez en búsqueda de mejor vida y trabajo. Fue muy difícil: le costó mucho cruzar las fronteras en México, todo México lo cruzó en un tráiler, tuvo que esconderse en las cajas dentro del trailer y para llegar a EEUU cruzó por el desierto de Arizona. Me dijo que antes no era tan difícil cruzar la frontera, pero luego después de separarse de mi papá, se quedó sin papeles y así nos quedemos en . Yo no pude estudiar en México porque no tenía los papeles, y era como que yo estuviera ilegal en México”
A pesar de todo, Brandon no prefiere vivir en USA:
Ciudad Juárez, además, tiene cosas que ofrecer que valen la pena:
“Cruzo mucho la frontera tres veces a la semana. El fin de semana voy alla, salgo un rato y como. Me gusta mucho ir a comer en Juárez: la comida es más barata, más rica y más casera. Aquí me molesta mucho que la comida viene de lata o es comida más procesada. En Juárez hay buen transporte y todo es más fácil: sales de noche y todavía hay como moverte. Para mi ir a mi trabajo en El Paso en transporte público es difícil; tengo que planearlo una hora y media antes porque si no, no llego a tiempo.
Se me hace muy curioso como tengo más tiempo en Juárez que aquí. O pasa que tengo hambre en la noche y pues no hay nada de comer en El Paso: todo está cerrado y por eso voy a Juárez y alla todo el mundo está despierto, todo está abierto”.
Respecto a Trump, las cosas, a ras de suelo, no han cambiado…o no tanto:
“Ahora con Trump no hay cambios, pero la gente cree que puede implementar más racismo, dicen que quitan los permisos de residencia, pero pienso más bien que es la mala información de la gente. Yo no veo más racismo aquí en la frontera, pero donde vive mi mama, ahora vive en Arkansas, a 16 horas de aquí, dice que alla si hay más racismo, dice que hay oficiales de migración que se paren en las escuelas, en los trabajos, para tener un motivo para detener a alguien. Ella no tiene papeles ahorita; es que nunca hemos hecho el trámite para obtenerlos, pero tuvo la suerte que nunca lo ha pasado nada, siempre la tratan normal. Pero aquí en la frontera no se ve el racismo, aunque tal vez es porque el 80% de la gente es mexicana”.
Posdata
Fotos: Annick Donkers
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Desde Ciudad Juárez se pueden admirar los símbolos de Estados Unidos, como Wells Fargo o Bank of América. Si no estuviera separado por rejas y una border patrol paranóica que vigila cada movimiento en la frontera, parece ser una sola ciudad que alberga dos culturas totalmente distintas.
Edición y diseño web: Francisco Trejo
Todas las imágenes: Annick Donkers