La leyenda de la figura de cera de Trump
Dicen que la figura de Trump en el Museo de Cera de la Ciudad de México está viva. La noticia llega a los oídos de este reportero a través de una anécdota que sugiere una nota macabra. En la era de la ‘posverdad’ las historias de espíritus del más allá son un recurso que los políticos no han aprovechado lo suficiente.
Contaré la historia tal como la escuché de mi vecino Ramiro, quien es guardia de seguridad en dicho museo. No nos hacemos responsables por el trauma que pueda ocasionarle la lectura de este artículo.
Una noche mi vecino escuchó a Donald Trump hablar. Supuso que la televisión sintonizaba el noticiero, pero ninguno de los televisores que usan los guardias había sido encendido. La cosa fue de unos minutos, el silencio volvió a reinar en la salas de exhibición. Tal vez fue un celular, alguien estaba viendo un video, se dijo sin mayor preocupación.
La noche siguiente volvió a aullar Donald Trump, escupiendo su famosa frase: “construiré el muro y tú lo pagarás”. Por supuesto lo dijo en inglés, pero Ramiro me lo contó en una variante del español bastante amena. Mortificado por la cercanía de la amenaza racista, investigó si sus compañeros no le estaban practicando bullying laboral.
El evento se repitió durante una semana, mientras que mi vecino agotaba todas las explicaciones.
La cosa es que el buen Ramiro era el único que escuchaba a la figura de cera. Así que, contra los consejos de su madre, decidió visitar a un especialista. Fue al mercado de Sonora y pidió una consulta. La espiritista no se sorprendió al escuchar su caso, sin embargo, no tenía ningún amuleto contra estatuas de cera de Trump. Se trataba entonces de un mal muy reciente, que implicaba una investigación psicomántica todavía en ciernes.
Su caso era inédito, pero nada del otro mundo para la santera. La mujer le explicó que en los años 60 se pusieron de moda los ataques paranormales de las figuras de cera. Un evento particular que sólo sucedió en México dadas las condiciones psico-energéticas [sic] de nuestro país. “¿No viste Santo en el museo de cera?”, le preguntó la espiritista al atónito Ramiro. “Cuando el río suena es porque agua lleva”, sentenció la mujer de tres ojos. El cine mexicano fue, hasta hace pocos años, el reflejo más certero de nuestra realidad.
La clarividencia de la santera fue suprema, tras consultar con los huesos de los espíritus, éstos le aconsejaron una opción que ni a ella misma se le hubiera ocurrido. Mi vecino recibió un amuleto para cruzar la frontera con buena fortuna.
La bolsita roja tenía que colgarse a la altura del corazón, bajo la playera, y usarse todas las noches en su trabajo hasta que el espíritu violento de Donald Trump cediera al poder de la migración fantasma. Una pregunta me había asaltado mientras escuchaba su narración, cómo era posible que el espíritu poseyera a la figura si Trump todavía no estaba muerto. Mi observación no sorprendió al buen Ramiro. “La energía se manifiesta en tres esferas parahumanas: la primera de ellas en el campo astral, la segunda en el campo mental y la tercera en el campo fisiológico”.
La energía astral del presidente de los Estados Unidos era tan fuerte que se concentró en un momento particular del espacio-tiempo, muy ajeno a su propia presencia temporal-histórica, algo así como que la estatua funcionó de pararrayos, una situación azarosa.
El amuleto dio resultado. Ramiro me confesó que, aunque no creía en fantasmas, “más valía, no quiero perder mi trabajo, las cosas no andan nada bien”.
En efecto, las cosas no andan nada bien.
Yo te pregunto estimado lector ¿y tú qué hubieras hecho?