La industria azucarera patrocina estudios científicos a su favor

¿Cuántas cosas creemos entender pero en realidad se forjaron a base de engaños promovidos por estructuras que forman la opinión pública? De hecho, la belleza profunda del escepticismo científico radica en su capacidad de desarticular esos engaños a pesar de haber caído en ellos o incluso de ser parte fundamental en su construcción histórica.

Eso es lo que ha hecho la revista JAMA Internal Medicine con un análisis basado en documentos de archivo que examina el papel de las empresas azucareras en la investigación de enfermedades coronarias. Los resultados apuntan a estudios patrocinados en los años 60 por las compañías con el objetivo de influir en el debate científico y poner en duda los peligros de azúcar al establecer como ‘culpable’ de estas patologías a la grasa de la dieta.

Para ello, los autores verificaron los documentos internos de la Fundación de Investigación del Azúcar (SRF, por sus siglas en inglés), que más tarde se convirtió en la Asociación del Azúcar. Los papeles incluían correspondencia entre la SRF y un profesor de nutrición de la Universidad de Harvard, que fue codirector del primer programa de investigación de la enfermedad coronaria de la fundación en la década de 1960.

La SRF inició la investigación de enfermedades coronarias en 1965 y su primer proyecto fue una revisión de la literatura publicada en el New England Journal of Medicine en 1967. El texto se centró en la grasa y el colesterol de la dieta como causas de las enfermedades coronarias y minimizó el consumo de azúcar como un factor de riesgo.

Aunque el hallazgo se remonta a hace casi 50 años, los informes más recientes indican que la industria alimentaria ha seguido influyendo

Según el nuevo estudio, fue la SRF quién estableció el objetivo de la revisión, aportó los artículos que se incluirían e incluso recibió borradores del texto, aunque nunca fueron revelados ni la financiación que aportó ni el papel que desempeñó. A pesar de que el tráfico de influencias descubierto se remonta a hace casi 50 años, los informes más recientes indican que la industria alimentaria ha seguido influyendo en estudios sobre nutrición.

“Este balance histórico de los esfuerzos de la industria demuestra la importancia de contar con opiniones escritas por personas sin conflictos de interés y con transparencia en la información financiera”, señalan los autores, que apuntan cómo esa misma revista –de las más prestigiosas en biomedicina– ha requerido desde 1984 que los autores revelen cualquier tipo de interés.

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Es importante subrayar las limitaciones del artículo. Por un lado, los papeles y documentos utilizados en la investigación proporcionan solo una pequeña visión de las actividades de la asociación industrial. Además, los autores no analizaron el papel de otras organizaciones, como las industrias alimentarias, y las figuras clave en dicho episodio no se pudieron entrevistar porque ya han muerto.

“Que sirva como advertencia a políticos, investigadores, editores de revistas y periodistas de la necesidad de considerar el daño a la credibilidad cuando se trata de estudios financiados por compañías de alimentos con intereses creados en los resultados. Hay que encontrar mejores maneras de financiarlos y de gestionar los potenciales intereses en conflicto”.- Marion Nestle, doctora en medicina de la Universidad de Nueva York (EE UU).

Pero los conflictos de interés en la industria alimentaria no son nuevos y las investigaciones rigurosas al respecto tampoco. En el año 2013 la revista especializada PLoS Medicine publicó un artículo en el que se concluye que aquellas investigaciones que cuentan con la financiación de compañías como Coca Cola, Pepsi, u otras relacionadas con el mundo de las bebidas azucaradas, tienen hasta cinco veces más posibilidades de determinar que no existe asociación entre el consumo de refrescos azucarados y el aumento de peso. Esta conclusión se obtienía tras revisar varios estudios que se han realizado desde el año 2006 en torno a dicha relación.

Todos estos ejemplos ponen sobre la mesa de cualquier proyecto las consecuencias de aceptar financiamiento de instituciones, empresas o individuos que busquen favorecer agendas específicas. Cabe preguntarse cuántas investigaciones no están financiadas con recursos de industrias o estructuras institucionales que comprometen la objetividad de los estudios. Si las grandes inyecciones de capital pueden moldear proyectos editoriales con alto grado de credibilidad y consejos editoriales rigurosos, qué podemos esperar de estructuras menos reguladas; por ejemplo las consultorías ambientales que aprueban indiscriminadamente megaproyectos ecocidas.

Con información de Agencia SINC, PLoS Medicine, JAMA Intenal Medicine y Gastronomiaycia | Edición y comentarios del Proyecto Alterius

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