Delfines y ballenas también lloran la perdida de sus seres queridos

No es la primera vez que la data científica confirma las sorprendentes capacidades de los animales para tomar consciencia y sentir como un humano. De hecho, en 2015 se descubrió que los perros poseían una consciencia de ellos mismos y, en consecuencia, de una gama de emociones como alegría y tristeza. Con el fin de comprender más a profundidad la complejidad de las emociones en ciertos animales, Melissa Reggente, coautora de la investigación publicada en Journal of Mammalogy, decidió analizar el llanto y tristeza de ballenas y delfines.

“El presente estudio viene a corroborar que los adultos lloran por sus muertos jóvenes en una conducta común y generalizada a nivel mundial, en especies de mamíferos muy longevas y altamente sociables”, explican los autores de este trabajo. Lo que más llama la atención a los investigadores es que, mientras realizan sus distintos ritos, los animales dejan de lado la búsqueda de alimento, el apareamiento y otras actividades tan cotidianas como necesarias. Así, han comprobado también que el comportamiento de estos animales difiere cuando un miembro de su grupo fallece.

De acuerdo con su investigación, las ballenas y los delfines de siete tipos de especies podrían sufrir la tristeza como los humanos. Entre las especies se encuentran: delfines tortinillo, delfines nariz de botella del Indo-Pacífico, ballenas orca y cachalotes. Esta tristeza se enfatizaba principalmente cuando las ballenas y los delfines adultos intentaban cuidar y alimentar a sus crías jóvenes, expresándola a través del llanto. Para Reggente, el llanto de las ballenas y los delfines aparece cuando sufren y están estresados: “Ellos saben que hay algo malo.”

La autora comentó en una entrevista con National Geographic, la anécdota de cuando un delfín nariz de botella del Indo-Pacífico intentaba reanimar a una de sus crías: Cuando los biólogos vieron durante un rato cómo el delfín adulto empujaba y tocaba al delfín joven recientemente muerto, decidieron atraparlo con una cuerda y llevarlo a tierra en donde sería enterrado. Aún entonces, el delfín adulto siguió al grupo de biólogos, nadando alrededor y tocando al joven hasta que el agua se volvió tan superficial que le fue imposible seguirlos. Pero aún después de que el delfín joven fuera enterrado, el adulto se mantuvo cerca de la zona. 

Las ballenas y los delfines no son los únicos que sufren de tristeza ante una pérdida; por ejemplo, se ha visto cómo los chimpancés intentan alimentar a sus crías más jóvenes pese a no tener vida ya. “Los animales pasan por un período en el que experimentan el mismo tipo de emociones que nosotros cuando muere un ser querido”, explicaban los investigadores.

A estas alturas preguntarnos si los animales pueden desplegar emociones como la especie humana resulta anacrónico y, de hecho, la aceptación de esta premisa abre múltiples preguntas respecto a la experimentación, confinamiento y explotación comercial de los animales; sobre todo en un momento histórico, en el que tecnologías de diseño genético como CRISPR/Cas9 facilitan la manipulación de organismos no humanos. Para una comunidad científica abstraída y ávida de aplicar las nuevas herramientas biotecnológicas, parece no presentar mayores problemas la experimentación en organismos no humanos, pero lo cierto es que investigaciones como la aquí presentada exigen un amplio debate sobre los alcances y consecuencias éticas de nuestra forma de relacionarnos con otras especies.

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Con información de Journal of Mammalogy, Neuro Science News, Ecoosfera y Cienciaxplora

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