Nueve horas para entender el arte de nuestros días (1/9)

El impacto de lo Nuevo: El paraíso mecánico de Robert Hughes

En el campo de los documentales de arte para la televisión abundan los monográficos sobre artistas o estilos determinados, o series eclécticas que combinan artistas de diferentes periodos. Es menos frecuente encontrar series que traten de forma sistemática un periodo amplio de la historia del arte. En lo que se refiere al arte moderno, no hay mucho donde elegir, aunque sí existe un clásico: la serie El impacto de lo nuevo, escrita y presentada por Robert Hughes para la BBC, que la emitió en 1979-1980, paradigma de la televisión entendida como servicio público, no sólo por la información ofrecida, sino también por las inquietudes que pudo despertar, incluso en un sentido vocacional.

Existe un testimonio interesante acerca de su génesis y planteamiento: en un coloquio junto a Alexander Liberman, que se realizó tras la primera semana de filmación en Europa, cuando la serie no tenía siquiera título, Hughes situó el encargo de la BBC como la continuación de la aclamada Civilisation, y definió su objeto de la siguiente forma: abordaría en nueve capítulos el estudio de la modernidad empezando por Courbet y terminando con la subasta Scull, mostrando la influencia recíproca del arte y su contexto histórico, social y tecnológico. Por otro lado, la forma de exposición combinaría el criterio cronológico y temático, y dejaría de lado artes esenciales del siglo XX como la fotografía, el cine, la música y la literatura, no por elección, sino por imperativos económicos derivados del pago de derechos de autor (1).

 EL PARAÍSO MECÁNICO

Damos comienzo a este recorrido mencionando la construcción de la torre Eiffel nombrada por el mismo Hughes como “La torre de babel de la nueva era de la máquina”, el tótem estático del culto al dinamismo.

Uno de los aspectos importantes que abrirían paso a una serie de cambios culturales estaría enmarcado en el centenario de la Revolución francesa en 1889. Por medio de la tecnología, la cultura se estaba reinventando y grandes sucesos científicos aceleraron el proceso evolutivo de las sociedades: En 1877 Thomas Alva Edison inventaría la grabación de sonido atrapando la voz humana por primera vez, en 1879 Edison inventa también la lámpara de filamento incandescente, en 1895 los hermanos Lumiére hicieron mover las imágenes de la “linterna mágica” inventando la cámara y el proyector, Marie Curie para 1898 descubriría el Radio y, aunque nuestro narrador no hace la aclaración, se trata del elemento químico (Ra) cuyo número atómico es 88, elemento un millón de veces más radiactivo que el Uranio; en 1905 Albert Einstein desarrollaría la teoría de la relatividad, base del mayor cambio de la visión humana del universo desde Isaac Newton. Así una serie de descubrimientos, inventos y sucesos harían de este siglo, el siglo de las revoluciones científicas. Se produjo la sensación de un acelerado ritmo de cambio cuando el siglo XlX chocó con el XX, el fin de un tipo de historia y el comienzo de otro.

50568FAC6En cuanto al arte ¿Cómo harían los artistas para producir un dinamismo paralelo a tantos cambios y transformaciones? Pues bien, los primeros artistas que lograron esto fueron los cubistas. El cubismo proponía que la realidad incluye los esfuerzos del pintor para percibirla.

Paul Cézanne es el primer gran artista que aparece en este capítulo y Hughes nos enseña aspectos de su vida y  su obra, que nos darán  luz para comprender a este antecesor del cubismo y su gran genio.  Cézanne quería mostrarnos el proceso de ver, no su resultado final. En Cézanne la afirmación, “Esto es lo que veo” fue reemplazada por ¿Es esto lo que veo?. Posterior a Cézzane, el hombre que llevaría sus ideales al extremo, sería Pablo Picasso acompañado de su gran amigo George Braque; Picasso y Braque deseaban comprimir todos los ángulos de la visión en un mismo momento. La gran pintura de Picasso  “Las Señoritas de Avignon”, fue la obra que promovería un cambio veloz en la historia  del arte,  aunque anclada a las convenciones del desnudo propias de los clásicos y sus manierismos similares a los del El Greco, esta obra es sin duda una pintura de gran vigor formal, casi como si Picasso hubiese tomado un cuchillo y cortado las formas.

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Su  idea inicial era realizar una pintura alegórica a las enfermedades venéreas cuyo nombre sería “El precio del pecado”. Finalmente después de muchos estudios y tratamientos a su pintura, Picasso decidió presentar su obra final como “Las señoritas de Avignon”.

Cezanne, Braque, Picasso

Si bien Picasso abriría el camino del cubismo, durante los dos años siguientes 1908 y 1909 George Braque expandió sus horizontes. Obsesionado con Cezanne, amaba saber si su estructura, solidez, ambigüedad y su manera de deconstruir un cuadro podrían ser llevados a un nivel más alto, por lo que Braque en esta búsqueda, recorre los mismos lugares que su admirado Cezanne.

Es probable que George Braque hubiese podido inventar el cubismo por sí solo, pero le faltaría la potencia de las formas pesadas y densas de Picasso, el poder plástico de un escultor vertido en pintura. Para 1911 nos advierte Hughes, que Braque y Picasso estaban pintando como siameses. Es inevitable pensar que las obras de estos dos personajes eran parientes de los inventos de Einstein, Tomas Edison, Curie, los hermanos Lumiere o John Ford.

Braque, Picasso 1911

El paso siguiente que el cubismo propondría sería el collage, pegar maderas, objetos y periódicos a un lienzo. A Braque y Picasso se les uniría el artista Juan Gris quien para Robert Hughes fue un artista un tanto más oscuro y misterioso pero con la misma potencia plástica que los dos artistas anteriores. El cuarto gran cubista fue Fernand Leger, Fernand pintaba al hombre como una máquina, imágenes de la era mecánica para el hombre de la calle, donde el cuerpo era plasmado como si estuviera hecho de piezas intercambiables.

Robert Delaunay esposo de la también conocida pintora Sonia Delaunay, pintaría la torre Eiffel en repetidas ocasiones casi de manera convulsiva. Si cubistas como Fernand Leger creían que el meollo de lo moderno era la estructura, Robert Delaunay propuso que era la luz, su emblema era el disco como una gran alegoría de lo nuevo.

“Uno de los efectos que causan los museos con sus grandes e impecables paredes blancas, es que hacen que el arte parezca más nuevo de los que realmente es” – Robert Hughes

Gris, Leger, Delaunay, Braque

El futurismo aparece de la mano de Filippo Tommaso Marinetti, un genio de la publicidad que incluso precedió el happening antes, mucho antes de John Cage o Allan Kaprow. Marinetti proclamó el Manifiesto Futurista en 1909 donde exaltó  que la máquina había creado nuevos visionarios, entre ellos él y quienes desearan seguir su ideología. Para Marinetti, un hombre enérgico y desbordante, la máquina era poder e impacto, lo cual dejó claro en su manifiesto:

…Queremos glorificar la guerra –única higiene del mundo– el militarismo, el patriotismo, el gesto destructor de los libertarios, las bellas ideas por las cuales se muere y el desprecio de la mujer.   Queremos destruir los museos, las bibliotecas, las academias de todo tipo, y combatir contra el moralismo, el feminismo y contra toda vileza oportunista y utilitaria. (Fragmento del manifiesto futurista 1909)

Para lograr esa sensación de movimiento que tanto les apasionaba, los futuristas utilizaban las imágenes sucesivas de una figura, como fueron las fotografías  de Eadweard Muybridge, en este sentido, podemos observar que algunas pinturas de Giacomo Balla parecían transcripciones de estas fotografías. Además de movimiento, los futuristas deseaban pintar el ruido; estaban atraídos por todo aquello que fuera maquínico y ruidoso, esto se ve reflejado en el cuadro de Umberto Boccioni, “Los ruidos de la calle invaden la casa”.


futurismo

Por otro lado, no todos los artistas de esta época tenían esa veneración insaciable por el movimiento y la máquina, algunos la veían con ironía o incluso con cautela. Francis Picabia  o Marcel Duchamp relacionaban la máquina con algo no tan positivo, sexo o religión. Picabia por su parte quería ridiculizar la pintura, pero al mismo tiempo se veía atrapado en ella, intentaba plantear la máquina como un retrato “macabro” de la humanidad, sexo maquínico, personalidad maquínica; mientras que Marcel Duchamp llevaría la visión de la máquina a un nivel mucho más alto antes de dejar el arte por el ajedrez.

Desnudo bajando por una escalera” seguía teniendo el patrón de las fotografías de Muybridge y sin embargo para algunos futuristas de París esta pintura no seguiría ninguna de sus teorías. Duchamp no fue ni cubista ni futurista y es muy probable que tuviesen razón. Esta pintura de Duchamp daría paso a su gran obra maestra “El gran vidrio” el gran paso entre el optimismo y la decepción, tras 40 años de paz en Europa, la máquina se volvió hacia el hombre y la peor guerra de la historia canceló la fe en la buena tecnología, el mito del futuro se desmoronó y el arte europeo entro en sus años oscuros (2).


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Ésta entrada es una recopilación de diferentes fuentes: (1) Introducción de Xavier Ferré en Jot Down | (2) Imágenes y descripción del documental de Ursula Ochoa en La Artillería | Documental alojado en youtube por Laurentix1701 

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