México tiembla, un recuento de lo sucedido durante el sismo de México 2017
El 19 de septiembre del 2017, exactamente 32 años después del catastrófico terremoto del 85 y 12 días después del Terremoto de Chiapas, la Ciudad de México fue gravemente afectada tras un sismo con magnitud de 7.1 en la escala de Richter, convirtiéndose en uno de los más devastadores en la historia reciente de México. El Terremoto de Puebla del 2017, conocido así por la ubicación de su epicentro, ocasionó grandes daños en los estados del centro del país, sin embargo, la capital fue la entidad con el mayor número de víctimas mortales.
Para el sismo de 2017, México ya había desarrollado una infraestructura y procedimientos más avanzados para la gestión de desastres, en parte debido a las lecciones aprendidas del terremoto de 1985, pues a partir de este se creó el Sistema Nacional de Protección Civil para proteger a los ciudadanos y reducir los daños por desastres naturales. De la misma manera, las reglas de construcción en la Ciudad de México cambiaron y en 1989 comenzó el proyecto para la creación del Sistema de Alerta Sísmica para la Ciudad de México (SAS).
En la actualidad, este sistema detecta las ondas sísmicas superficiales que son mayores a una magnitud de 5 en la escala de Richter, alertando a los habitantes de la Ciudad de México 50 segundos antes de que se presente el sismo, pero en el 2017 la alerta sonó once segundos después de que hubiera iniciado, apenas cuando las ondas llegaron a la ciudad, por lo que no hubo una evacuación completa y hubo mayores afectaciones.
El temblor provocó colapsos de edificios y estructuras, dejando un saldo trágico de 228 personas fallecidas en la capital (369 en total), miles de heridos y considerable daño a la infraestructura. Muchas edificaciones antiguas de la Ciudad de México fueron especialmente afectadas, destacando la caída de varias fachadas y edificios de gran altura.
La magnitud y el impacto del terremoto generaron una respuesta de emergencia rápida pero desafiante, aunque gracias a la experiencia acumulada de los eventos anteriores pudo ser más organizada. Los equipos de rescate trabajaron arduamente para buscar sobrevivientes entre los escombros, mientras que la población local y los voluntarios también se movilizaron para ayudar en las labores de rescate y apoyo. A pesar de los obstáculos, la cooperación entre equipos locales e internacionales, ONGs y voluntarios fue esencial para salvar vidas y atender a los afectados por el desastre. Este evento también subrayó la necesidad de mejorar las normas de construcción y los sistemas de preparación para desastres en la región.
Aún después de unos meses, las consecuencias del sismo siguen estando latentes…
En muchos casos los edificios no colapsaron completamente, pero sufrieron daños estructurales graves, lo que los hizo inhabitables o peligrosos para sus ocupantes. Esto provocó una crisis de vivienda y desplazamiento para muchas familias y las llevó a una situación de incertidumbre sobre si podrían regresar a sus viviendas o si tendrían que ser demolidas. En lo que eso se determinaba se vieron obligadas a buscar alojamiento provisional con familiares, amigos o refugiarse en albergues improvisados donde la capacidad era limitada y la calidad de vida era precaria, lo que generó complicaciones adicionales.
La ansiedad, el estrés y la incertidumbre sobre el futuro fueron comunes, principalmente entre las personas desplazadas. En algunos casos, la pérdida de viviendas también afectó la estructura comunitaria, ya que algunas personas se vieron obligadas a mudarse a diferentes áreas, dejando atrás las vidas que ya habían construido. El trauma del terremoto y la pérdida de seres queridos, viviendas y pertenencias tuvieron un impacto significativo en la salud mental de los afectados.
Las consecuencias del terremoto del 2017 van desde la pérdida de vidas y la destrucción material hasta cambios en las políticas de construcción y la respuesta a desastres. Pero, al mismo tiempo, dejó valiosas lecciones sobre la gestión de desastres, la importancia de la preparación y la capacidad de respuesta comunitaria. Lecciones que están siendo incorporadas en la planificación y preparación para futuros eventos sísmicos y otras emergencias.