El placer culposo de La Casa de los Famosos

Cuando la cultura de masas se encuentra con la cultura woke, choca.  Nos sigue sorprendiendo, pero “lo correcto” no siempre es lo que vende. La Casa de los Famosos podría ser un programa respetuoso, libre de discriminación y toxicidad, pero nadie lo vería. Lo peor que puede pasar en un reality es que no pase nada.

¿Qué es lo realmente problemático del programa? ¿La industria que lo diseña o el público que lo consume? Es difícil de saber.

La trama de este programa consiste en el confinamiento de 16 personajes de la farándula, de mayor o menor fama, en una casa durante un mes y medio. No tienen contacto con el mundo exterior, enfrentan “retos” en equipos y son eliminados por la audiencia, que vota quién se queda. Además, se enamoran, se critican, se pelean, etc. Este programa se transmite en Televisa.

A pesar de los dramas, La Casa de los Famosos es vista por millones de personas. Este programa obtuvo más votos que la presidenta electa Claudia Sheinbaum: 35 millones.

La conversación en redes sociales también está en aumento. En cuestión de cuatro semanas, el programa ha sido mencionado 19.8 millones de veces en X. Sin embargo, no todas las menciones son positivas; muchos se han quejado de comentarios machistas o de que los personajes se victimicen para obtener empatía y popularidad.

Ricardo Peralta fue criticado por organizaciones civiles LGBT por acusar de homofobia a otro concursante, Arath de la Torre, quien criticó la forma en que se vestía. La organización civil Círculo Diverso dijo en un comunicado que “los derechos de las personas LGBTTTIQ+ no son un comodín para uso a conveniencia en un concurso de televisión, y Ricardo Peralta no representa ni será vocero de las personas de la diversidad sexual”.

Algo similar ocurrió con Wendy Guevara, la última ganadora de La Casa de los Famosos. La activista Kenya Cuevas la criticó por declaraciones como “un hombre con chichis” o que “orina parado”. Además, dijo que Wendy no representaba un cambio, sino un retroceso en la lucha LGBT. Cuevas se ofreció a educarla y acompañarla para que aprenda a representar correctamente a la comunidad.

Wendy Guevara respondió que tiene libertad de expresión y, aunque respeta el trabajo de las activistas, también pide ese respeto a cambio. “Ay, si gusta la educamos ¿a mí? Qué me va a educar si ni mi mamá me dice qué tengo que hacer o no.”

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Se pueden criticar muchos comentarios y acciones en La Casa de los Famosos. En esta temporada, el influencer Adrián Marcelo salió del programa debido al enojo que desató en redes. Cuando eliminaron a una de sus compañeras del programa dijo: “una mujer menos que maltratar”. Ricardo Peralta, víctima de homofobia, se rió con ganas del comentario misógino.

Estos y otros comentarios provocaron la salida de muchos patrocinadores, como Unilever, Didi, Nestlé, e Ilusión, entre otros. Estas marcas argumentaron que el show no reflejaba sus “valores”. Sin embargo, el abandono de estos patrocinadores me parece forzado y conveniente. Antes de las declaraciones de Adrián Marcelo, el programa tampoco representaba los valores que estas compañías dicen promover. Además, el influencer ya tenía varias denuncias de violencia de género antes de entrar a la casa.

Tras la salida de Adrián Marcelo, Televisa emitió un comunicado en el que afirmaba no tolerar ningún tipo de violencia de género y que era una empresa dedicada al entretenimiento familiar dispuesta a mejorar. Tras tantas denuncias de acoso y abuso sexual dentro de la empresa, me resulta difícil creer esta declaración.

Todos los realities comparten al menos tres características: el voyerismo, la apariencia de realidad y el morbo. El reality más famoso de la historia, “Big Brother”, que se ha realizado en al menos 100 países, desató una ola de críticas, primero de grupos conservadores y luego de intelectuales y educadores, según el académico Daniel Maestre Delgado. Los opositores argumentaron que los realities promovían actitudes y valores nocivos para la sociedad. Sin embargo, los realities son rentables, ya que ahorran en costos de actores y, en algunos casos, en locaciones, y son extremadamente populares.

Es verdad que la telerrealidad a menudo alcanza límites éticamente cuestionables. Por ejemplo, en el programa alemán Big Brother Forever, se construyó una ciudad de 4 mil metros cuadrados y se reclutó a personas para que vivieran allí y fueran grabadas durante el resto de sus vidas. En Make Me a Mum del Reino Unido, una mujer elige entre mil hombres quién donará esperma para su próximo hijo basándose en el físico o el carisma de los concursantes, culminando en una inseminación televisada. En The Swan en Estados Unidos, las concursantes son transformadas por estilistas y cirujanos, y gana la más bella.

Masterman expone en una de sus teorías que entre más telerrealidad, hay menos participación en la vida política, en la vida democrática, en participación ciudadana. Tal vez la conversación de La Casa de los famosos ha disminuido o distraído la conversación sobre la Reforma Judicial que está siendo discutida en el Congreso de la Unión.

Aunque Adrián Marcelo no hubiera participado, los demás participantes distan de ser referentes de moral y voceros de los movimientos sociales. Gala Montes dijo en una conversación: “Yo no estoy para que vayas a medias conmigo, no soy una mujer para besarla un viernes”. Este comentario, que sugiere que hay distintas clases de mujeres, no coincide con su discurso crítico hacia Adrián Marcelo, a quien llamó misógino. Gomita también mencionó que no saldría con un hombre que no ganará al menos medio millón al mes.

Valeria Mondragón, asesora jurídica de víctimas de violencia de género en la colectiva Chinaca Feminista y parte de la Red Digna Ochoa, dijo en una entrevista para El Universal que es imposible que estos discursos no se repliquen, en mayor o menor medida, por los espectadores del programa.

La Casa de los Famosos se tiene que criticar sin caer en el discurso paternalista o clasista que intenta educar a la gran mayoría de la población. La discusión en redes sociales muestra que hay un contrapreso fuerte ante las violencias tan usadas en la televisión. Sin embargo, el número de televidentes y el interés que despertó en redes sociales -con machismo o sin machismo- es un récord. Mientras la gente lo siga viendo “trash tv” seguirá habiendo “trash tv”. 

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