Escribir sobre amor
¿Por qué se debería de hablar de amor en el periodismo? Porque el amor, en palabras del filósofo francés Alan Badiou, es aquello que otorga intensidad y significación a la vida.
El periodismo no solo debe de cubrir la nota diaria o la coyuntura. Tampoco debe de tener una función exclusivamente informativa, sino también filosófica y literaria. Debe de definir el “Zeitgeist”, es decir, el espíritu de una época, dar testimonio de qué se piensa y se siente en cierto tiempo y lugar.
De la manera en la que Ana Karenina de León Tolstoi describe la Rusia Imperial antes de su caída, o En busca del tiempo perdido de Marcel Proust narra la Francia antes de la Primera Guerra Mundial. Así el periodismo debe descifrar el estado de ánimo de una generación, contar la Historia a través de las historias personales, particulares.
Respecto al amor, nos encontramos ante una “multiplicidad creciente de situaciones”. Hay relaciones poliamorosas, monógamas, heterosexuales homosexuales, pansexuales y la lista sigue. Hay una nueva jerga, o lenguaje con términos como “emocionalmente no disponible”, “red flags” o “situationship”.
El periodismo falla en mantenerle el ritmo a estas conversaciones. Los medios se limitan a publicar lo cuantificable, las cifras de divorcios que aumentan año con año, la tasa de natalidad baja en algunos países europeos, o el incremento de hogares unipersonales en países como Alemania o Estados Unidos.
Así, desde un marco impersonal e indiferente, las decisiones personales de la gente llegan a las primeras planas, o al menos a la sección de cultura o bienestar.
En cambio, hay un boom de información sobre salud mental, amistad o amor en las redes sociales. Últimamente se han puesto de moda los podcasts “Talk easy”, como Un tal Fredo, en el que invita a influencers o artistas como Teresuch o Dashia, a que cuenten sus historias de desamor. Hablan sobre “cuernos”, mentiras, dan discursos conmovedores sobre el amor propio. “Putos vatos” concluyen.
A la gente le interesan estos temas y los consumen obsesivamente. El periodista, situado en medio de un mar de opiniones, experiencias y simplificaciones, podría hacer un trabajo urgente, explicando con datos, historias, citas literarias y entrevistas con expertos, una visión más rigurosa de estos temas. Podemos hacer de temas complejos y laberínticos algo comprensible.
Hay medios que ya lo hacen. El ejemplo más popular es el podcast de The New York Times, “Modern Love”, que empezó en formato de columna hace dieciocho años. En cada episodio se leen ensayos que tratan desde rupturas amorosas hasta reencuentros entre padres e hijos.
El diario El País publica constantemente sobre amor y amistad. Entre sus columnistas hay grandes escritores como Rosa Montero, Leila Guerriero o Javier Marías. En lo que va del 2024 encontré más de treinta piezas periodísticas que van desde críticas de cine, hasta análisis de Tinder y columnas de opinión sobre la pareja.
En sí misma, la tarea de escribir sobre amor es difícil. Pero sociólogos y filósofos lo han hecho, y en las últimas décadas se han publicado decenas de ensayos y estudios importantes, como: Amor Líquido de Zygmunt Bauman, Todo sobre el amor de Bell Hooks o El fin del amor de Eva Illouz.
¿Entonces por qué el periodismo sobre relaciones en México se ciñe a cifras sobre violencia? Insiste en mostrar con “objetividad” los divorcios y matrimonios cada año. En San Valentín, publican algunas notas más sobre la población soltera, casada, viuda etc. Se limita a lo desapasionado y neutral de un tema que es todo menos eso.
El periodismo está en crisis, y una de las causas es ignorar los intereses y conversaciones de las audiencias. Una de las funciones del periodismo es proveer información certera para que la ciudadanía tome decisiones conscientes. Creo que debe hacer ese mismo trabajo ante algo tan crucial como el amor.