A 40 años de la pandemia del VIH: Persiste la ignorancia y la discriminación
El 5 de junio de 1981 el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC) alertaba por primera vez de cinco casos de una extraña neumonía en hombres homosexuales previamente sanos tratados en Los Ángeles. Esta patología, de evolución rápida y mortal, empezaría pronto a detectarse también en otros países. México no fue la excepción, pues en 1983 se registró el primer caso de SIDA en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición “Salvador Zubirán”. Pronto se supo que estábamos ante una nueva amenaza para la salud y que llevaría tiempo definir cómo surgía y cómo atacarla.
En 1983, los laboratorios del Instituto Pasteur en París lograron aislar e identificar al agente infeccioso responsable de esta nueva enfermedad: el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH).
La Administración de Medicamentos y Alimentos de EE UU (FDA) aprobó en 1987 el primer medicamento antirretroviral: la zidovudina (AZT). Fue un primer paso, pero las dosis altísimas que se administraron al principio generaban mucha toxicidad y, con el paso del tiempo, perdían eficacia.
La situación mejoró en 1996 con los nuevos estudios que demostraron cómo el virus se podía controlar y volverse indetectable mediante la terapia triple, que combinaba tres o más medicamentos para tratar la infección. Sin embargo, los efectos adversos de la medicación y las múltiples pastillas diarias que debían ingerir los pacientes eran un gran obstáculo para su la adherencia y limitaba su calidad de vida.
En 2012, la FDA autorizó la profilaxis pre-exposición (PrEP). Además, se dio a conocer la primera remisión, el conocido como paciente de Berlín. Hoy, las personas con VIH que toman su medicación de manera regular tienen una calidad de vida óptima, con una esperanza de vida similar a la de las personas seronegativas, y con niveles indetectables de carga viral. El futuro se centra en alcanzar la cura y conseguir una vacuna frente al VIH.
Durante estos 40 años de pandemia, se calcula que han fallecido cerca de 40 millones de personas por sida en todo el mundo.
Por prejuicios las personas transgénero se enfrentan a un mayor riesgo de infección
Justo en estas simbólicas fechas, la revista PLos One ha publicado un nuevo estudio que pone de manifiesto la prevalencia del virus entre el colectivo transgénero de todo el mundo y muestra la necesidad de continuar con los esfuerzos de prevención.
Este trabajo, realizado por investigadores de la Universidad de Maastricht (Países Bajos), es un análisis a gran escala que incluye a casi 50.000 personas trans. Los datos recogidos entre el año 2000 y el 2019 representan el mayor conjunto jamás considerado para este tema.
“La población transgénero se enfrenta a un mayor riesgo de infección. Tanto los hombres como las mujeres trans son vulnerables al virus. Durante el periodo de estudio descubrimos que 1 de cada 5 mujeres trans (el 19,9 %) y alrededor del 3 % de los hombres trans eran seropositivos”, explica Sarah Stutterheim, autora principal.
En comparación con otras personas adultas, las mujeres trans tenían 66 veces más probabilidades de tener VIH, y los hombres trans 6,8 veces más. Además, los científicos holandeses detectaron que la prevalencia variaba en las distintas regiones geográficas, y que África y América Latina parecían estar más afectadas.
“Las mujeres trans tienen más riesgo de contraer el VIH, pero durante mucho tiempo se asumió que los hombres trans no. Esta investigación revela que ellos también tienen casi 7 veces más probabilidades que la población general”, añade Stutterheim. De hecho, como indica Almudena García, coordinadora de Apoyo Positivo, “en la mayoría de los registros se mete al grupo de mujeres trans en el contexto de sexo entre hombres, lo que invisibiliza la realidad”.
¿Qué se puede hacer para mejorar la situación?
Los factores que se esconden tras esta epidemia son numerosos, complejos y dinámicos, y en los últimos años se han actualizado las medidas de prevención frente al VIH. Por ello, los expertos piden ahora que se redoblen los esfuerzos para satisfacer las necesidades únicas de atención de este colectivo.
“Tenemos que ajustar la prevención en las mujeres y hombres trans. Los recursos preventivos (como la profilaxis previa a la exposición, PrEP) y las pruebas del VIH deben ser de fácil acceso, libres de discriminación y juicio”, declara Stutterheim.
“Es fundamental ser sensible con este colectivo, respetando su identidad con el uso correcto de pronombres y mensajes inclusivos. Y abordar las vulnerabilidades a las que se enfrentan en la sociedad, como la segregación y la marginación”
Según García, “hay que tener en cuenta que las personas trans tienen una peor percepción de su estado de salud y bienestar. Más del 50 % retrasa acudir a algún centro sanitario por miedo a los prejuicios o situaciones de discriminación por transfobia o por falta de confianza en el sistema sanitario”.
“Es más, muchas de las personas trans sufren dicha transfobia en todos los ámbitos, lo que puede provocar una alta tasa de desempleo, faltas de apoyo familiar o dificultad en las relaciones sexuales, lo que puede inducir a relaciones de poder, de agresión o de violencia, y del trabajo sexual desprotegido”, continúa.
Los autores subrayan que se necesitarán más estudios para un seguimiento continuado de estas cifras, especialmente para determinar cómo influye en ellas la PrEP, cuyo uso se ha ampliado desde 2019 hasta ahora.
“Tenemos la responsabilidad de crear espacios seguros para todas las personas trans y acompañarlas en su empoderamiento y crecimiento personal, así como luchar por una sociedad libre de discriminación”, concluye la especialista.
Con información de Agencia SINC y AMIIF