Covid-19: Sería un gran error volver a cerrar los parques

En Europa hay signos de rebrotes por Covid-19 y por eso los gobiernos comienzan a tomar medidas de nuevo confinamiento, una situación que cabe esperar pronto en México y el resto del continente americano. Para este nuevo ciclo el conocimiento respecto al coronavirus ha mejorado y por ello es posible tomar medidas más efectivas para frenar la curvas de contagios, pero el compromiso entre lo económico y la salud está generando políticas cuestionables que solo generarán más desconfianza entre la población global. Una de ellas, es la que están tomando diversos gobiernos municipales en España para cerrar los parques, cuando no existe ninguna evidencia científica que sostenga esa decisión, sino todo lo contrario.

La comunidad científica internacional no ha parado de ofrecer pruebas de que son los espacios cerrados mal ventilados los ambientes en los que el SARS-CoV-2 se transmite con mayor facilidad. Uno de los primeros estudios en este sentido se publicó en abril y lo realizó un equipo japonés examinando 110 casos de contagio. Rastrearon uno por uno y llegaron a la conclusión de que los espacios cerrados son 18,7 veces más peligrosos que los espacios abiertos.

La opinión fluctuante sobre el cubrebocas

Desde entonces se han publicado cientos de artículos científicos, algunos de ellos muy actuales, sobre cómo el SARS-CoV-2 es capaz de transmitirse por el aire varios metros aprovechando un fenómeno conocido como aerosoles, que son las partículas que emitimos al hablar, al toser e incluso al respirar y que se quedan suspendidas en el aire durante un tiempo. Esas gotículas minúsculas pueden contener virus y si las respiramos nos podemos infectar. Miles de personas dedicadas a la ciencia, desde diferentes áreas de conocimiento, llevan desde el inicio de la pandemia discutiendo la importancia de los aerosoles en la transmisión sencillamente porque de ello se derivan las medidas de seguridad que pueden salvarnos de ser contagiados y de contagiar.

Hay personas que siguen sin entender que las políticas públicas de salud también dependen del avance del conocimiento científico, es por eso que las opiniones de López Gatell han ido cambiando con el tiempo, solo por poner un ejemplo en nuestro contexto nacional. El uso del cubrebocas es actualmente una de las grandes apuestas para frenar el avance del coronavirus pero este conocimiento es relativamente reciente. Al principio de la pandemia, cuando no llevábamos mascarillas, se consideraba que las gotículas pesaban demasiado y no eran capaces de sostenerse tanto tiempo en el aire como para contagiar. Entonces se puso el foco en la vía de contagio por contacto con superficies.

La distancia y la mascarilla son fundamentales para evitar el contagio

Ahora sabemos que las superficies no son tan relevantes como vías de transmisión. Los centros para el control de enfermedades de EE UU (CDC) reconocen como vía principal las gotículas de personas cercanas y como vía secundaria, los aerosoles. La física y la ingeniería mundial llevan meses haciendo simulaciones para ver cuánto tiempo aguantan y a qué distancia son capaces de llegar. Se han hecho pruebas en laboratorios, en espacios abiertos y en espacios cerrados, unos bien ventilados y otros con escasa renovación de aire.

Al respecto, uno de los estudios más recientes se publicó esta semana en la revista Physics of Fluids firmado por investigadores del Instituto India de Tecnología de Bombay. Su conclusión es que los aerosoles son importantes en la transmisión, pero no la vía fundamental. Vuelven a decir en que la distancia y la mascarilla son fundamentales para evitar el contagio, y no dejan de insistir en que el riesgo es mayor en espacios cerrados mal ventilados, a la vez que subrayan la relevancia del tiempo en la ecuación. Más tiempo en un espacio cerrado implica más posibilidad de contagio.

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¿Por qué se cierran los parques?

La estrategia de cerrar los parques se entiende por dos razones fundamentales. Una es por mera gestión de la crisis, ya que quienes enfocan el problema desde la salud pública y la epidemiología insisten en que hay que reducir la vida social de la población. Pero el problema es la razón política-económica, por la que se busca reducir el movimiento de la ciudadanía cancelando espacios de socialización que no tienen efectos económicos directos.

Por eso es que ahora, que la curva vuelve a incrementarse peligrosamente en Europa, algunos gobiernos han vuelto a revisar los espacios de socialización y han decidido que pueden seguir acudiendo al gimnasio, a las tiendas y a los bares, pero no al parque. Por todo lo que se acaba de apuntar es absolutamente ridículo cerrar parques y mantener abiertos los gimnasios, por lo que se hace evidente que están tomando medidas por estrategias meramente económicas. Mantenemos los espacios que generan dinero y obviamos los que favorecen la salud.

De hecho, el peligro de esta decisión es doble porque no favorece en la lucha contra el coronavirus y compromete la salud en general, ya que el cierre de los parques tiene un efecto inmediato sobre la salud de la población. Sobre esto, un estudio del tipo metaanálisis publicado en el año 2018 en la revista Environmental Research, en el cual se revisaron 143 estudios sobre los beneficios que los espacios al aire libre tenían para la salud humana, concluía expresamente que la vida al aire libre reducía la incidencia de enfermedades provocadas por coronavirus. Aunque el estudio se realizó antes de la aparición del SARS-CoV-2, es lógico pensar que los beneficios también se extienden a este nuevo tipo de coronavirus.

Tampoco podemos caer en la ingenuidad de pensar que los parques son la vacuna y que por estar en un parque podemos actuar libremente. Lo que conviene es observar estrategias que han funcionado para mantenerlos abiertos, sin incrementar el riesgo de contagios; por ejemplo, el gobierno canadiense evaluó los riesgos de las actividades habituales en los parques, los mantuvo abiertos e hizo una serie de recomendaciones sobre cómo estar aún más seguros y en la misma línea un equipo científico estadounidense elaboró toda una serie de recomendaciones a corto y largo plazo para mantener los parques abiertos.

El mayor riesgo al tomar este tipo de medidas, es que incrementa la desconfianza de la población en torno a las decisiones gubernamentales. En última instancia esto compromete las estrategias para frenar al Covid-19, ya que cerrando los parques los gobiernos están arriesgando la salud de la población y con esas medidas contradictorias no basadas en evidencias científicas y sin efectos reales sobre los contagios solo provocan que muchas personas sigan cuestionando todas las medidas, incluso las que han dado pruebas sobradas de su eficacia como las mascarillas y la distancia física.

Con información de Elena Lázaro Real y Agencia SINC.

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