Thomas, Enrique, Ana
“Se Inyectan Asteroides” es una columna de Emmanuel Medina @emmanuelmedina
No sé jugar ajedrez.
Mi papá, a mis siete años, intentó darme lecciones de lo que, en esa época, era una pasión para él, pero nada. Si se trataba de algo matemático, ya me sabía destinado al fracaso: pero sí me aprendí los nombres de las piezas.
Imagina, entonces, un alfil: blanco, discreto y casi invisible. Moviéndose en tangentes y siendo carne de desecho.
Pero imagina en la literatura histórica, uno que es sumamente vital, astuto, leal y sobre todo letal en su ingenio.
Se llama Thomas Cromwell y es la figura más importante de la corte del Rey Enrique Octavo (Nos vamos ahorrar el “VII”, porque leer números romanos puede ser un incordio, para que éste no se un texto literario que no se permite licencias milennials); decía: el alfil, en un imaginario tablero espectral, resulta ser un hombre de una racionalidad poderosa y una lealtad vengativa que se apoderó de las intrigas del palacio de un rey veleidoso y demasiado cercano a los placeres humanos.
Sobre todo aquellos que transpiraban de las mieles de las damas.
Thomas Cromwell es el poderosa figura de un ajedrez inglés que, en un brillante ejercicio de estilo que no precisa de palabras rimbombantes ni frases engoladas, es la mano que mueve las piezas de la Inglaterra pre Isabelina donde el papel de la reina se desecha o entroniza, según el humor del rey / marido Enrique, ante la mojigata Catalina de Aragón, la insolente Ana Bolena y la frágil Jane Seymour.
La inglesa Hilary Mantel (Reino Unido, 1952) ha creado un universo sofocante para regalarnos a cualquier mortal el ansia infinita de saber qué mueve la mente del hijo de un herrero que, página a página, va ascendiendo en la escala social hasta volverse el oscuro señor Secretario: el hombre que susurra al rey, o amedrenta a unos como Thomas Moro y vela el destino de la pequeña Elizabeth, hija de Enrique y Ana; todo para pintar de blanco y negro sus pisadas en cada jugada, en cada movimiento, que considera vital para Inglaterra, según el lector, espectador privilegiado, para penetrar en sus complejos y vengativos pensamientos.
O no.
Tal es la magia de no saber con certeza qué piensan estos espectros literarios que toman vida en un díptico literario auténticamente bello en forma y extraordinariamente forjado en el fondo es la clave para hacer de estas novelas un clásico contemporáno.
“En La Corte del Lobo” y su secuela “Una Reina en el Estrado”, editadas con cuatro años de diferencia y ambas galardonadas, en una nada insólita decisión, con el premio literario más importante de habla inglesa: el Booker Prize, son de largo calado y manufacturadas con precisa, hermosa, casi fantasmal prosa, para describir no más de una década de reinado donde un hombre común, Cromwell, adquirió un poder imposible en el intrincado laberinto de los títulos nobiliarios y las alianzas de sangre.
Como una curiosidad, este par de novelas se llevó a la televisión inglesa de la mano de la prestigiada BBC con su título original, “Wolf´s Hall”, en 10 capitulos de mediana manufactura que se pueden ver, si se quieren saltar las casi mil páginas de este díptico en plataformas como Netflix o Prime Video.
Pero seria una lástima perderse la lectura adictiva que creo Hilary Mantel.
En última instancia, para Thomas Cromwell, el comerciante y abogado más poderoso de la historia inglesa, los lectores del siglo 21 se encontrarán con muchas piezas de marfil de letras para poder entender, con tiento, los entresijos mortales del poder. Hace 5 siglos al otro lado del océano.
O esta misma mañana, en las mañaneras truculentas de ese señor que dirige este apaleado México.
Todo un violento y oscuro ajedrez atemporal.
Hablamos de:
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En La Corte del Lobo
Hilary Mantel
Destino Editorial
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Una Reina en el Estrado
Hilary Mantel
Destino Editorial