Algunas pistas para pensar la experiencia de la cuarentena (porque no es como nos la contaron): 

Viendo aquí, leyendo allá, escuchando por acullá, estas son algunas de mis pistas para pensar la experiencia de la cuarentena:

-Tiempo raso. Es cierto que ahorramos el tiempo y la energía que usábamos en nuestros traslados, pero también que no podemos usar ese tiempo en salir, pasear, ir a bailar o practicar un deporte. No es tiempo de goce. Lo que tenemos es tiempo y energía estancados: un flujo contenido que aplana las experiencias disponibles y crea una tensión difícil de gestionar.

-Imperativos omnipresentes. En nombre de nuestro bienestar se promueven muchos mandatos para la cuarentena: tenemos que hacer ejercicio, balancear la dieta, mantenernos activos, aprender algo nuevo, ser productivos y sostener nuestras relaciones personales en estado óptimo. Vamos, que yo quiero hacer algunas de esas cosas, y es bueno tener opciones…pero eso es distinto a dejar que estos imperativos colonicen nuestra vida, que nos abrumen y nos hagan sentir culpables por no estar dispuestos, con ánimos ni energías de cumplirlos. 

-Anestesia activa. Se ha desplegado un bufete enorme de actividades a realizar: lo que sea antes que aburrirnos, o peor, pensar lo que está pasando; hay que hacer un crucigrama, recorrer un museo virtual o armar un rompecabezas antes que sentir y habitar la crisis. ¡Mantente ocupado! ¿Por qué? ¿Hay algo tan terrible que no debo ver y por eso es mejor estar haciendo algo? No cabe duda de que el aburrimiento sigue siendo percibido como el mayor de los males en la era de la hiperactividad, el rendimiento y la autoexplotación. 

-Una misma historia, miles de versiones. No hay una sola manera de pasar la cuarentena. Hay gente deprimida y gente que ha encontrado la manera de ser feliz. Hay gente con mucha angustia, ansiosa y en duelo, mientras que otros que se sienten creativos, alegres y animados. Aceptar que un mismo evento nos toca de manera distinta (sin dejar de lado que hay muchas condiciones económicas y vidas en juego que lo determinan) es importante para la construcción de cualquier relato común. 

-Automatismo teórico. Las crisis hace polvo lo que creíamos saber respecto a la realidad. Siempre existe la tentación de disparar en cuanto vuela el pato (¡para eso es la munición teórica!) pero creo que ahora mismo es preferible callar, escuchar, sentir y pensar con calma. De lo contrario, utilizaremos nuestros moldes de pensamiento de toda la vida…y acabaremos viendo horrorizados cómo “hermosas teorías acaban siendo aplastadas por un puñado de hechos”, como diría Arendt…(¡ven lo fácil que es caer! ¡ya saqué mi referencia!).

-El refugio invadido. Muchas de las cosas que nos gustan son placenteras porque rompen con la vida cotidiana. Son nuestro refugio ante los males del mundo. Parte de su encanto es que nos liberan de lo que pasa allá afuera; pero cuando se convierten en lo único que se puede hacer, se vuelven insufribles. A veces solo hay que reajustar. Otras, el efecto puede ser más devastador: acabamos odiando las actividades que amábamos porque en un punto no había vida vivible fuera de ellas. 

-Inutilidad. Vivir supone dolor, incomodidad, aburrimiento, hastío. Hay veces que les podemos sacar provecho, y usarlas para ser mejores. Pero otras ocasiones (la mayoría, me temo) pasaremos por situaciones malas, vulgares, incómodas y jodidas…para nada. ASÍ ES LA VIDA. Hay que aprender a lidiar con ello. 

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