Animales en drogas: No sólo los delfines disfrutan el viaje
En ocasiones las redes sociales explotan por noticias viejas. En días recientes, diarios como Milenio, Exélsior, Clarín y otros más han presentado como una novedad el vídeo de algunos delfines que se drogan con un pez globo.
El vídeo se remonta al 2014 y fue filmado por la BBC, pero fue en 1995 cuando la bióloga marina Lisa Steiner observó por primera vez a un grupo de delfines de dientes rugosos cerca de las Azores, cuando notó que algunos individuos estaban empujando un pez globo inflado.
Le pareció una conducta muy extraña, porque los peces globo producen tetrodotoxina, una de las sustancias más tóxicas y mortíferas que se conocen en el mundo, y en un artículo publicado en 1995, Steiner aventuró la hipótesis de que los delfines estaban consumiendo cantidades minúsculas de esta sustancia para intoxicarse.
Pero los delfines no son los únicos animales que han mostrado afición por sustancias alucinógenas. De hecho, muchas de las plantas que hoy consumimos con fines recreativos, fueron descubiertas por la afición del ganado bovino a estas y otras plantas de suma importancia para la humanidad; como el café. Varios cuentos populares explican cómo el hombre, tras observar el comportamiento extraño y frenético de las cabras que habían comido las bayas de café, se decidiera a probarlas.En Etiopía y Yemen, las cabras mascan ávidamente las hojas de khat, una planta con propiedades euforizantes, una pasión que comparten con los habitantes de esas regiones. Incluso el consumo del frijol de mezcal (Sophora secundiflora), que causa alucinaciones iguales a las del peyote, fue empujado por la curiosidad que despertó el comportamiento extraño de las cabras que lo comían.
Otros ejemplos de afición a las drogas en el reino animal
El neurólogo Davd J. Linden aporta otros ejemplos sorprendentes al respecto. En su libro La brújula del placer, el investigador afirma “en Gabón, en la región ecuatorial de África occidental, se han observado facoceros, elefantes, puescoespines y gorilas comiendo iboga (Tabernanthe iboga), una planta embriagante y alucinógena. Incluso hay pruebas de que los elefantes jóvenes aprenden a comer iboga observando a los adultos de su grupo social. En las tierras altas de Etiopía, las cabras se saltan a los intermediarios del café ronzando bayas de cafeto silvestre para darse un buen “pasón” de cafeína.”
Como bien comenta Sergio Parra, en un artículo para Xataka Ciencia, “es difícil saber si el animal simplemente disfruta comiendo fruta del suelo y soporta los efectos embriagantes para poder hacerlo o si en realidad busca solo los efectos embriagantes”. Pero todo apunta a que la segunda hipótesis es la correcta ya que. “normalmente solo se consume una cantidad muy pequeña de la planta o de la seta, de modo que mientras su efecto nutritivo resulta casi despreciable, su efecto psicoactivo es realmente fuerte”.
Aunque no hay investigaciones rigurosas que confirmen esta conducta, los productores de amapola de la isla de Tasmania informan que los ualabíes entran en sus sembradíos a comerse las plantas, las cuales cultivan como materia prima para la producción de analgésicos controlados. Según un informe de la BBC, después de comer amapolas, los pequeños animales, semejantes al canguro, corren en círculos hasta perder el sentido.
Los primates suelen ser apostar por la estimulación a través de drogas para conseguir vivir experiencias nuevas que en la vida normal no podrían disfrutar. En este caso, los mandriles apuestan por la iboga. Normalmente es una planta que suelen tomar los machos antes de la pelea. Les aporta un estado de euforia y fuerza que hace que sea más fácil luchar para ganar. Es más, esta planta también reduce el dolor de los golpes, de aquí que esté muy de moda entre los mandriles antes de realizar las peleas típicas por el territorio o por las hembras.
Drogas y animales domésticos
Por otro lado tenemos a los animales domésticos. Está claro que cuando se trata de inteligencia, el lugar menos adecuado para buscarla es en ciertos Homo sapiens; es por esto que algunas personas comparten cannabis con sus perros. Tim Hackett, especialista en urgencias veterinarias en la Universidad Estatal de Colorado que atiende a muchos perros que ingieren drogas, explica que la marihuana puede debilitar los músculos de la cabeza de los caninos y ocasionar que éstos se ahoguen con el vómito.
Hackett tiene interés en el potencial terapéutico de la marihuana para los perros, pero como parecen metabolizarla mucho más despacio que los humanos es pésima idea darle dosis de cannabinoides a los canes.
Contrario a lo que pasa con los perritos, la mayoría de los gatos domésticos si optan naturalmente por sustancias embriagantes. Sólo que ellos prefieren los efectos de la nébeda (Nepeta cataria).
Miembro de la familia de la menta, la planta de nébeda o hierba gatera produce un químico embriagador llamado nepetalactona el cual, al inhalarse o ingerirse, causa reacciones como angustia, hiperactividad, somnolencia y babeo.
Los gatos no son los únicos que experimentan los efectos de la nébeda: leones, tigres, leopardos, pumas y linces también responden a la hierba gatera, que crece silvestre en todo el mundo. El efecto es inocuo y suele disiparse en unos 15 minutos.
Pero retomando a Linden, el ejemplo más espectacular de embriaguez animal se da con animales domésticos del pueblo Chukchi de Siberia (https://es.wikipedia.org/wiki/Chukchi), que pastorean rebaños de renos consumen como sacramento ritual a la Amanita muscaria, la conocida seta alucinógena de sombrero rojo con motas blancas. Y lo mismo hacen sus renos. Si encuentran alguna de estas setas bajo los abedules, la engullen y empiezan a andar tambaleándose de un lado a otro en un estado de desorientación, apartándose del rebaño y vagando durante horas mientras sacuden la cabeza sin cesar.
El ingrediente activo de la amanita es el ácido iboténico, que al ser ingerido se biotransforma en otro compuesto, el llamado muscimol, que es el que provoca las alucinaciones. Lo interesante del ácido iboténico es que el cuerpo sólo metaboliza una cantidad muy pequeña para producir muscimol y el resto (cerca del 80 %) se elimina por la orina. El reno ha aprendido que lamer orina cargada de ácido iboténico produce un efecto tan fuerte como el que consigue comiéndose la seta directamente.
Con información de la BBC, National Geographic, Xataka Ciencia, La Vanguardia y El Tiempo.