La arenga de la 4T; símbolos, sentimientos y una omisión
#EspíritusAnimales, una columna de Dario Riva Palacio (@dariorp)
Desde el neolítico, como explica Bertrand Russell, la cohesión social que agrupaba diversas familias ofrecía ventajas que garantizarían la supervivencia de la tribu. A lo largo de la historia, diferentes civilizaciones se organizaban para mejorar la administración de recursos e instituciones para el ejercicio del poder, hasta constituir Estados nacionales. La historia de estos Estados se cuenta a través de ideas, personajes y hechos, que se convierten en símbolos comunes de largo plazo y facilitan la enarbolación de los sentimientos de la nación, más allá de diferencias individuales.
Los símbolos son las figuras retóricas abstractas dotadas de identidad. Los símbolos patrios son el Himno, la Bandera y el Escudo, y conforman una narrativa nacional. Dos de ellos se constituyeron como tal en la independencia:
- El Escudo nace como Símbolo Patrio del México independiente en 1821 y fue enarbolado tanto por liberales como por conservadores, mostrando diferentes ángulos de un águila. De origen prehispánico y señalada por Huitzilopochtli como el lugar para formar una gran civilización, el Escudo finalmente muestra, de acuerdo a códices indígenas, su perfil izquierdo.
- La Bandera más bella del mundo nace con el Ejercito Trigarante. Representa garantías que se han actualizado, pero que fungieron como el símbolo de cohesión necesaria para la consumación de la independencia. El abrazo de Acatempan reunió el sentimiento independentista tanto del ejercito realista como el de los Insurgentes. Vicente Guerrero es el personaje histórico que simboliza esa etapa de la independencia; Iturbide había luchado contra él antes y se convirtió en Emperador de México después.
La narrativa nacional no tiene un espacio simbólico para autoridades imperialistas. Pero sí para la inclusión, sí para la abolición de la esclavitud, sí para el Benemérito de la Patria. Vicente Guerrero, inexplicablemente ausente en el primer grito de la cuarta transformación en la capital, antes Tenochtitlan, fue recordado por la Secretaria de Gobernación en la cuna del movimiento de independencia: Dolores, Hidalgo.
En los últimos años, estos símbolos seguían congregando a mexicanos a llenar la plancha del zócalo entre retenes y otras medidas de seguridad. Se escuchaban los “Vivas”; pero también constan en videos gritos de “asesino” a quien inició la Guerra contra el Narcotráfico que, aunado al tráfico de armas y el empoderamiento de los cárteles generaron una ola de violencia con tendencia creciente que hasta hoy sigue vigente. Ese, y otro tipo de manifestaciones de protesta se han presentado principalmente en los últimos 2 sexenios. Gran parte de la población no se veía representada en ellos; el primero acusado de espurio, y el segundo de un producto mediático encontrado con el levantamiento pacífico de los estudiantes del movimiento #YoSoy132.
Este año, López Obrador ofrece en su primer grito 20 vivas (que como dijimos, debieron de haber sido 21 con Vicente Guerrero), a los que 130 mil asistentes, más los que gritaron desde sus casas, contestaron “Viva”, “No estás solo”, “Presidente”, “Sí se pudo”, y “Es un honor estar con Obrador”.
Es falso que el pueblo esté polarizado. Algunos grupos los están. Algunos actores en medios. Pero la aprobación del presidente a lo largo del país sigue siendo histórica. Y claro que existen ciudadanos libres que no simpatizan con el presidente, esto es sano en el ejercicio democrático.
Una arenga política es un discurso solemne que busca enaltecer el ánimo general en torno a símbolos. Ante las problemáticas actuales, pareciera que durante la ceremonia del grito de Independencia, y a través de la inclusión de nuevos “vivas”, Andrés Manuel propone sumarle a los símbolos patrios los sentimientos de inclusión, de cultura, de paz y de democracia a la narrativa nacional. ¿Qué mexicano no estaría de acuerdo con ellos?
¡Viva México!