El placer de leer a una mujer
Por Débora Hadaza
Es de noche, aún no hace frío, estoy a unos cuarenta minutos de la Isla del Padre, en Texas. La noche está estrellada en esta inmensa llanura y la briza crispa mi cabello. Estoy esperándote en un gran mesabanco de madera, de verdad ¿no vas a venir?
Si hubieras llegado en ese entonces te hubiera dicho que no me gustaban los libros escritos por mujeres. Que me gustaría escribir sin que se note que soy mujer, escribir como los machos, de sexo, mujeres y temas trascendentes de la vida. Te hubiera dicho que en el club de la Serpiente Oliveira, incluso la Maga y Babs, despreciaban al lector hembra porque se conforman con la anécdota, con el sentimentalismo barato y el romanticismo cursi. Hacía falta reflexión, la patafísica y un montón de vida tirada a la basura para que la literatura realmente valiera la pena. Lector hembra y para curarse de machismo decían que no tenía que ver con el sexo del lector sino con la actitud ante la literatura. Como si la actitud hembra fuera así: cursi, fácil de complacer, superflua. Yo te lo contaría creyendo a pie juntillas todo, porque todo lo que había leído hasta ese entonces era literatura escrita por hombres. Por los adorados, geniales, libres y enormes hombres. Sí Freud, quizá realmente echaba de menos mi pene.
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Años han pasado de esa noche en la apestosa Salamanca. ¿Recuerdas? Estabas con el ceño fruncido leyendo quién sabe qué cosa cuando mi ex novio y yo nos sentamos en tu mesa, apenas levantaste la vista para saludar con la cabeza. Mi ex trató de hacerte plática, yo clavé los ojos en el libro que traía y tú rompiste el sofoco y hastío de la noche con una simple pregunta ¿qué lees? Y fue como si la noche resucitara, hablamos de tus libros favoritos, de Miller al que yo nunca había leído, de Cortázar que tú habías comprado pero no leído. Durante años esa fue la pregunta clave para desenmarañar el tiempo, para destrabar las palabras, para darle sentido al frenesí de la vida que no para aunque ruede absurdamente. ¿Qué lees ahora? Blanchot, Byung Chul Han, Bolaño, Murakami, Deleuze, Soler, Munro, Lacán, etc. ¿Qué lees? Sinónimo de ¿en qué palabras se están atorando tus crisis, en qué carreteras se pierden tus dudas, en qué barranco dejas caer tus memorias?
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Hoy hace calor, mucho, aun así estoy tomando café caliente. El café debe ser caliente, negro y amargo ¿como el infierno, la muerte y el amor? Esta noche te contaría que ya no creo en el lector hembra, que amo a Alice Munro y a Lucía Berlín, (de la misma manera que de niña amé a Corrie ten Boom y a otra judía holandesa a quién leí hasta aprenderme cada línea, pero por puro estúpido orgullo literario machista negué. Sí también amé a Rosario Castellanos y hasta a Gabriela Mistral, por supuesto que también a Sor Juana). Esta noche te confesaría que quiero escribir como ellas y que quiero que se note que soy mujer, que ya no extraño tener pene, que amo mi matriz sangrante, aunque me entristecen sus historias de pérdidas irremediables. Esta noche también te podría decir que ser mujer es algo que estoy construyendo y no soy débil, ni cursi; que sé que en la forma se esconde el fondo y que casi todas las mujeres visceralmente sabemos eso, por eso nos maquillamos, por eso cambiamos de look y de tono de voz, de mirada y de sonrisa cada vez que el telón se abre. Esta noche te contaría que para escribir bien es preciso reconocer que no soy escritora, que no he llegado a serlo, que sólo soy una ama de casa que escribe fervientemente, que tengo hijos y ropa por lavar, que soy un desecho en los cócteles y fiestas de las vacas sagradas, que cualquiera de ellos escupiría cada línea de mis letras. Te diría que al igual que Bolaño estoy dispuesta a ser cartera, policía o mesera, que como Lucía Berlín podría igual ser señora de la limpieza, enfermera o maestra, pero nada de eso me haría renunciar. Que un buen lector no tiene género, ni un buen escritor tampoco, ni cabe forzosamente en una forma de vida, de profesión o de pensamiento. Que no entiendo como pude ser tantos años tan tonta, que no sé cómo pude perderme el placer de leer a una mujer.
La noche está asfixiante y tengo mucho café, en serio, de verdad ¿no vas a venir?