La imagen de los Juegos Olímpicos “México 68” que nunca olvidaré
"De repente entró en el Estadio, la espigada figura de Enriqueta Basilio, la encargada de dar un recorrido completo al recinto y después dirigirse hacia el pebetero, para encenderlo; fue la primera mujer en la historia de esta contienda, en realizar este acto", escribe para #VíaAlternativa Jose Bastide
Por Jose Bastide
Era el jueves 10 octubre de 1968, mi padre llegó como siempre alrededor de las 9 de la noche, yo lo estaba esperando para cenar. Entró con una sonrisa en su cara y después de saludar a mi mamá con un beso, volteó hacía mí y me dijo: “¿Qué crees que traigo aquí?”, yo sorprendido, no supe qué responder. Entonces sacó de su chamarra tres boletos de color rosa mexicano y me les dio diciendo: “Son para la inauguración de los Juegos Olímpicos, así que el sábado, tu hermana y nosotros dos nos vamos al Estadio de Ciudad Universitaria (C.U.)”.
No lo podía creer, yo era un puberto de apenas 13 años y mi hermana iba a cumplir los 11, todos en la escuela comentaban que la Olimpiada, como coloquialmente se le conocía, iba a empezar ese fin de semana. Nunca me imaginé que mi padre, me fuera a sorprender con ese regalo. Nadie a mí alrededor había comentado que asistiría, si acaso, esperaban verla por la televisión.
El día esperado llegó, nos levantamos muy temprano, mi madre ya tenía preparado el desayuno, el cual consumimos rápidamente. Después nos dio una bolsa con unas tortas y salimos rumbo a nuestra aventura. Aunque todavía no daban las 8 de la mañana, las calles ya se encontraban de fiesta, se notaba mucha ebullición en ellas. Caminamos a la Av. Revolución, y tomamos un camión que nos llevó hasta el “Barrio de Loreto”, ahí era su terminal, así que mi padre nos tomó de la mano y a pie nos dirigimos a C.U.
Cuando llegamos todo era impactante, lleno de globos, las banderas de todos los países participantes ondeaban en las astabandera, había muchos policías y representantes del ejército, los cuales te revisaban antes de entrar al Estadio. Una vez salvada esta etapa, unas edecanes vestidas de color rosa mexicano, te indicaban por donde tenías que ir para encontrar el lugar que te tocaba.
A las nueve de la mañana ya estábamos instalados, nuestros lugares eran excelentes, en la parte alta, pero en el centro del Estadio, desde ahí podíamos ver de frente el Palco Presidencial y del lado izquierdo el pebetero. La inauguración, no empezaría sino hasta alrededor del medio día.
El tiempo se fue volando, y aproximadamente un cuarto de hora antes de las 12, se anunció la llegada del Presidente Gustavo Díaz Ordaz, el público no lo recibió con mucho agrado, hubo rechifla de los asistentes, pero casi enseguida se anunció que la Antorcha Olímpica estaba por arribar y todo mundo guardó silencio ante tal expectación. De repente entró en el Estadio, la espigada figura de Enriqueta Basilio, la encargada de dar un recorrido completo al recinto y después dirigirse hacia el pebetero, para encenderlo; fue la primera mujer en la historia de esta contienda, en realizar este acto.
Pasado este emocionante momento, el Presidente declaró inaugurados los “Juegos Olímpicos de México 68”, los cadetes del Ejercito Militar, abrieron varias jaulas que estaban a sus pies y dejaron volar, cientos de palomas que después supe, significaban la paz. Posteriormente iniciaron varias disciplinas, las cuales fueron en el ramo del atletismo, ya que en ese estadio, se celebraría la totalidad de estos eventos.
Alrededor de las 8 de la noche, se terminó ese primer día de actividades y felices regresamos a nuestra casa. Mi hermana, a las pocas calles, rendida se quedó dormida en los brazos de mi padre. Yo por el contrario, no pude conciliar el sueño por muchas horas después del arribo a nuestra casa.
Fue una experiencia inolvidable, que llevo grabada en el corazón y en la memoria, con la cual mi padre nos hizo felices y quedó marcada en los recuerdos más relevantes de mi vida.