Juicio histórico: Monsanto deberá pagar 290 millones de dólares
Desde el “Agente naranja” y el DDT hasta los cultivos genéticamente modificados, Monsanto se ha asociado desde hace mucho con químicos controvertidos, pero una orden judicial de los Estados Unidos para que pague daños porque uno de sus herbicidas puede causar cáncer podría abrir la puerta a miles de juicios adicionales contra la compañía.
Un jurado de California ordenó este viernes al gigante de agroquímicos de Estados Unidos, que fue adquirido por la alemana Bayer en junio, que pague casi 290 millones de dólares en compensaciones a Dewayne Johnson, un jardinero diagnosticado con cáncer después de haber usado repetidamente el herbicida de Monsanto, Roundup.
La demanda se basó en los hallazgos de 2015 de la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer, que forma parte de la Organización Mundial de la Salud de la ONU, que clasificó al glifosato (ingrediente principal de Roundup) como un probable carcinógeno.
Artificialmente dulce
Fundada en 1901 en St. Louis, Missouri, Monsanto debutó con la sacarina edulcorante artificial pero la compañía comenzó a producir agroquímicos en la década de 1940.
Monsanto fue una de las compañías que produjo un defoliante apodado “Agente naranja”, que se ha relacionado con el cáncer y otras enfermedades, para ser utilizado por las fuerzas estadounidenses en Vietnam, pero niega la responsabilidad de cómo lo usaron los militares. La compañía también hizo el insecticida DDT (un químico tóxico que era defendido, tanto por la empresa como por su lobby científico, justo como hoy defienden al Roundup).
Después de que se introdujo en los Estados Unidos como Roundup a mediados de la década de 1970, el uso del glifosato, que se rocía en cultivos alimentarios pero que también se usa ampliamente fuera de la agricultura, como el césped público y la silvicultura, se disparó en todo el mundo.
La compañía comenzó a modificar genéticamente plantas, haciendo que algunas sean resistentes al Roundup y esto generó un salto espectacular después de la introducción en 1996 de cultivos “Roundup Ready” genéticamente modificados, como la soja y el maíz, que sobreviven al glifosato mientras mata las malezas.
Cabe mencionar que el glifosato es el herbicida más utilizado en el mundo, y ahora es producido por una serie de empresas desde la expiración de la patente exclusiva de Monsanto en el año 2000.
Un debate cargado de ideología
El glifosato es objeto de estudios científicos que producen resultados contradictorios sobre si causa cáncer, que alguien se decante por uno u otro extremo parece ser un asunto de ideología; por un lado los ecologistas exigen detener la producción de alimento transgénico, tienen a su favor que debaten sobre argumentos políticos y sociales mucho más sólidos (aunque por lo general muestran desconocimiento profundo sobre las metodologías científicas) y por otro los defensores a ultranza de la biología sintética que, a pesar de posicionarse sobre la base de argumentos científicos, no desarrollan una lectura que incorpore la basta complejidad del problema y muestran un fanatismo extremo a favor de la liberación de los OGM (tergiversando y presentando de formas retorcidas la información disponible sobre el fenómeno).
Un caso emblemático de este fenómeno es el estudio de Séralini que demostraba los efectos cancerígenos del glifosato, y que fue originalmente publicado en Food and Chemical Toxicology (FCT) en septiembre del 2012 1Seralini GE et al, 2012. RETRACTED: Long term toxicity of a Roundup herbicide and a Roundup-tolerant genetically modified maize. Food Chem Toxicol 50:4221–4231., pero fue retractado por el editor en jefe en noviembre del 2013 luego de una sostenida campaña de críticas y difamación de parte de científicos defensores de los organismos genéticamente modificados (OGM) 2http://spinwatch.org/index.php/issues/science/item/164-smelling-a-corporate-rat.
Pero el artículo de Séralini ha sido republicado por Environmental Sciences Europe, incluyendo material extra que aborda las críticas de la publicación original. Los datos brutos que destacan los descubrimientos del estudio también son publicados (a diferencia de los datos para los estudios de la industria que sustentan las aprobaciones regulatorias del Roundup, los cuales son mantenidos en secreto) y mantiene las mismas conclusiones.
De hecho, el juicio viene a darle fuerza al estudio y la postura de Séralini, toda vez que datos internos de Monsanto resultaron fundamentales para la resolución de la jueza Suzanne Ramos Bolanos. Al respecto Brent Wisner, uno de los abogados de Johnson, dijo en un comunicado que los jurados por primera vez habían visto documentos internos de la compañía “que demostraban que Monsanto sabía desde hacía décadas que el glifosato, y específicamente Roundup, podrían causar cáncer”.
A partir de esto, Ramos Bolanos afirmó que Monsanto había omitido advertir a Johnson y otros consumidores sobre los riesgos de cáncer que tenían sus herbicidas y afirmó que encontraron que el glifosato sí representó un peligro sustancial y que había pruebas claras y convincentes de que la empresa había actuado con malicia y de manera represiva.
Ecocidio: Un delito que debe ser perseguible
Aunque la empresa sigue negando los efectos tóxicos del Raundup tendría que explicar por qué hay más de 4000 juicios como el de Johnson esperando desarrollarse. Pocos científicos y hasta los positivistas más alienados y fanáticos protransgénicos (como Patrick Moore), podrían negar que tantos casos de cáncer correlacionados al Roundup cuando menos señalan un sospechoso vínculo que debe ser investigado.
El juicio de San Francisco de Roundup y sus posibles efectos cancerígenos fue el primer litigio de este tipo en contra de la compañía para llevarlo a juicio pero en 2012, Monsanto negoció un acuerdo de $93 millones para resolver un caso con la ciudad de Nitro, en Virginia Occidental, donde una vez se operó una planta que fabricaba un ingrediente principal del Agente Naranja. El municipio acusó a la planta de estar detrás de los problemas de salud que enfrentan las personas en la comunidad.
Un tribunal francés en 2012 encontró que Monsanto era responsable en el caso de un agricultor que dijo haber sufrido problemas neurológicos después de inhalar el herbicida Lasso de la compañía. La compañía ha apelado la resolución. Mientras tanto, las semillas genéticamente modificadas de Monsanto han provocado preocupaciones y desafíos legales en Europa y Estados Unidos.
El año pasado, un tribunal de ciudadanos integrado por un panel de jueces profesionales en La Haya (Países Bajos) encontró culpable a Monsanto en un juicio simulado de violaciones de derechos humanos por daños causados con sus productos químicos; el “Tribunal de Monsanto”, en una resolución meramente simbólica, exigía que el ‘ecocidio’ se considere un delito perseguible y leyes más estrictas para proteger a las personas y al ambiente de las corporaciones.
Los castigos económicos no bastan
Monsanto ahora emplea a 20,000 personas en todo el mundo y genera 15 mil millones de dólares en ingresos anuales. Se puede concluir fácilmente que ni los 93 millones que tuvo que pagar a la ciudad Nitro, ni los 290 millones que tendría que pagar a Johnson (en caso de que no logren echar por tierra el juicio), implican el final de las cuestionables prácticas de una empresa cuyo nombre desaparecerá gracias a la compra por parte de Bayer. Un mecanismo que corresponde a la misma estrategia lingüística que busca suplantar el concepto “transgénico” por el de “OGM”, para resolver la deteriorada imagen de la empresa.
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Pero después de este veredicto, además de los efectos que pueden darse en las regulaciones de Europa y los EUA, los miles de juicios que podrían desarrollarse en los próximos meses representan a la vez, tanto un gran golpe para Bayer-Monsanto, como una oportunidad histórica para apuntalar un paradigma ecológicamente sustentable en la producción alimentaria global.
Con información de Phys.org | Traducción, edición y comentarios del Colectivo Alterius