México no necesita silencio
Hace unos días, califiqué a algunos medios de comunicación de Jalisco de una manera en la que no debí hacerlo y por eso les ofrezco una disculpa a ellos y a quienes se hayan sentido ofendidos. Entiendo que algunos aspectos de mi vida personal se acotan en el momento en el que represento a una institución pública pero a fin de cuentas, antes de ser un político o un presidente municipal, soy un ser humano. Sin que sea justificación, estaba enojado. Estaba enojado porque despertar todos los días y leer mentiras y ofensas sobre ti, así como la descalificación sistemática de tu trabajo, a cualquiera le generaría una reacción de esa naturaleza. Pero yo tengo una responsabilidad pública y un liderazgo que me obliga a moderar mi lenguaje y atemperar mis ánimos. Lo entiendo y lo asumo como un compromiso de aquí en adelante.
El periodismo cumple con una parte fundamental de la libertad de expresión. Abre camino a una visión ciudadana, fomenta su interés y conocimiento en los asuntos públicos, es vehículo de la transparencia y la rendición de cuentas, es formador de opinión, facilita procesos de diálogo entre sociedad y gobiernos. Es un bien muy preciado para quienes creemos en las vías pacíficas de solución de conflictos, en los derechos humanos como ejes centrales del trabajo de gobierno, en la legitimidad de actuación en el día a día del desempeño público.
Más allá de mis declaraciones, quiero invitar a una reflexión necesaria en el país: requerimos medios capaces de ejercer sin obstáculos una función ética alejada de las mentiras y con una independencia real respecto de los poderes fácticos. No todos los medios, desafortunadamente, ejercen esa independencia y, frente a ello, muchos prefieren quedarse callados para no incomodar. Es tarea de toda la sociedad pero sobre todo también de los buenos periodistas y de los medios profesionales que sirven a la democracia, realizar el necesario debate para que tengamos medios que sean vehículo de la verdad.
México atraviesa por una profunda crisis política e institucional, en donde lo peor que puede pasar es que impere el silencio. Hoy más que nunca, se requiere ejercer la libertad de expresión y la libertad de crítica para enfrentar los abusos y atropellos del poder; para combatir la desinformación y la manipulación; para ejercer nuestra ciudadanía y defender lo que creemos. Sin la crítica libre y el disenso abierto no tendremos herramientas para mejorar y corregir el rumbo de nuestro país.
Como ciudadano, pero también como político, así he entendido a la libertad de expresión, y por ello las críticas y cuestionamientos que he recibido durante mi carrera por parte de medios de comunicación, de periodistas, e incluso de otros actores políticos, cuando provienen de un ejercicio libre, profesional y auténtico, las he asumido como recordatorios de que hay algo que mejorar.
Si todos sabemos que existen algunos medios de comunicación o colaboradores que se ponen al servicio de intereses particulares ¿por qué es una sorpresa que alguien lo diga?. Hay quienes, desde algunos medios de comunicación, pero también desde algunas instituciones públicas, buscan manipular bajo pretexto de libertad de expresión; ante ello me parece que es inadmisible quedarse callado. No debemos cansarnos de ofrecer siempre desde el ámbito de gobierno elementos veraces para nutrir la labor periodística profesional y buscar espacios para decir lo que creemos y de hacerlo respetuosamente.
Es preciso decir que cuando los medios de comunicación se alejan de la verdad no le hacen ningún favor a un país que hoy está viendo asesinados a sus periodistas y activistas, a un país que hoy está sumido en una crisis institucional donde el crimen organizado y una parte de la clase política quieren poner de rodillas a quienes verdaderamente ejercen sus derechos, a quienes ejercen el periodismo libre, crítico y profesional. Quienes han renunciado a la labor de informar y utilizan los medios de comunicación para lucrar no le hacen ningún favor a los periodistas que se dedican a decir la verdad, a quienes se arriesgan a perder su trabajo o su vida por ejercer su libertad.
A México le urge el análisis fino que desentrañe esta realidad, pues la libertad de expresión se debe ejercer de manera frontal y abierta, sometida al escrutinio público. El debate y disenso público deben ser cada vez más normales en la vida democrática de este país, en el que en muchos estados, todavía es común que los gobernantes, en privado, ejerzan un control absoluto sobre quienes les resultan incómodos.
Estoy convencido que no podemos guardar silencio ni ante una clase política que miente ni quienes se ponen al servicio de ésta bajo pretexto de la libertad de expresión. Tan sólo en cuatro años el Gobierno Federal del PRI ha repartido más de 20 mil millones de pesos a medios de comunicación, casi 200 por ciento más de lo autorizado, sin contar a los gobiernos de las entidades federativas, y nos preguntamos ¿de qué le ha servido esto a la libertad de expresión y al fortalecimiento de nuestras instituciones?. Quienes usan esos recursos para extorsionar deben ser señalados y cuestionados abiertamente; quienes, por el contrario, han asumido con responsabilidad y dignidad la importante labor democrática de comunicar e informar, de investigar y difundir, merecen el reconocimiento de todos y, sobre todo, merecen respeto a su trabajo.
Discrepar, criticar y argumentar públicamente constituyen el núcleo de la libertad de expresión. Por ello, hoy no puede haber temas, instituciones, medios, ni personas exentas de la crítica. Quien pretenda defender la libertad de expresión sin reconocer el derecho de cualquier persona a disentir, incluso de los medios de comunicación, está reduciendo la libertad de expresión al monopolio de unos cuantos.
México necesita que se escuchen más voces, que ejerzamos nuestra ciudadanía, que la sociedad civil más despierta y activa no cese de cuestionar ni de disentir, que los medios de comunicación y periodistas ejerzan con libertad y dignidad su profesión. De nada nos va a servir el silencio ante quienes mienten y manipulan desde la comodidad del poder.
De cualquier manera, al gremio periodístico, reitero mi disculpa por la forma en que me expresé el pasado viernes y los invito a seguir debatiendo públicamente sobre México, la ciudad, sus problemas y su futuro.