El silencio de Avelina Lésper ante el Oroxxo

En un mundo gobernado por el trasiego de las opiniones y los pensamientos en voz alta, el silencio adquiere una profundidad más relevante.  Guardar silencio, entonces, se convierte en una afrenta. No se trata del simplemente célebre “quien calla otorga”, sino de una amenza concedida en un sentido absoluto. Avelina Lésper, una de las críticas más lúcidas (y por ende, más controversiales) del mundo del arte ha aplicado hasta ahora una insondable  ‘ley de hielo’  a la más reciente, exitosa, y también controvertida, pieza de Gabriel Orozco, como usted lo sabe, me refiero al Oroxxo.

El Horror y el Oroxxo están basados en el mismo principio macabro: perturbar. Ni el más oscuro tianguis de Ecatepec es más desconcertante que el Oxxo intervenido del artista. Por supuesto, no se puede comparar una cosa y la otra, sin embargo, en el mundo confuso de los signos artístico toda pieza es representada por la contemplación y la confusión. O dicho de otro modo: el silencio y el discurso.

Juan Villoro, uno de los escritores más destacados de este país, sabe mejor que nadie que el silencio ha dejado de ser el complemento armónico de las palabras. Villoro ha propuesto, a lo largo de toda su carrera literaria, que la otra cara de la palabra es el humor. Avelina Lésper, por el contrario, asume que no hay nada más terrible que la reproducción de una farsa, a través de las palabras se matienen las mentiras, el silencio nulifica o destruye. La crítica es silencio.

El escritor y la crítica de arte juegan también su propio papel: ambos se complementan en una suerte de entendimiento que poco a poco dejará de existir. Silencio y palabra, Villoro y Lésper, Oroxxo y el arte verdadero. Estas son las dicotomías de ocasión, que sólo cumplen el mérito de iniciar una conversación o terminarla.

Juan Villoro, es quizá, quien mejor ha desmenuzado ante la opinión pública el tinglado del Oroxxo. En su artículo El tianguis de los signos, el escritor parte del  siguiente argumento para comprender el análisis de la pieza: “El oficio de pepenador demuestra que el futuro se alimenta de pasado: el desecho tiene segunda vida.” Lésper por su parte, ha pregonado a lo largo de su cruzada crítica: el mundo del arte contemporáneo está invadido por el corporativismo capitalista en el que vivimos. Todo es basura.

La basura puede o no ser perdurable. La cuestión es encontrar un museo que la exponga. “Orozco ha decidido transparentar la condición mercantil del arte llevando a la galería Kurimanzutto la franquicia más representativa del México contemporáneo”, explica Villoro. Con esto, lo que antes eran huesos de aceituna que valían millones de dólares, ahora son latas de cocacola que puedes robar.

Dice el escritor: “Por anglicismo decimos que se trata de tiendas ‘de conveniencia’. Curiosamente, esta traducción literal expresa bien lo que ahí ocurre: estamos ante un enclave para lo que convenga hacer a cualquier hora, incluyendo la ilegalidad. Es la cadena con más robos “hormiga” y la que ofrece mejores posibilidades de encuentros anónimos (en Pátzcuaro pregunté por la situación de inseguridad y un amigo antropólogo me llevó a un Oxxo donde futuros sicarios eran reclutados por una combi blanca)”.

Robar o no robar arte, ¿ésa es la cuestión? Claro que no, el arte sirve para obervar de otro modo la realidad. Villoro, cuya personalidad otorga a sus palabras un sentido de ironía que por instantes produce una ilusión de esperanza, asume la idea marxista del “fetichismo de la mercancía” para sentenciar: “con cada galleta compramos un sueño”.

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Avelina, de manera complementaria, ha referido en otros momentos de su análisis crítico que “el arte no debe contaminarse con el marketing, el cine comercial y los conceptos preconcebidos, el arte está para abrirnos a ámbitos imposibles en la medianía social”. Con su artículo Juan Villoro lanzó una pregunta: El Oroxxo es ¿una crítica a la hidra del capitalismo o la aparición de otra cabeza en el monstruo?. Lésper ¿responderá?

El matrimonio entre el cielo y el infierno tendrá por capilla un Oroxxo, y en eso también hay belleza.

 

 

 

 

 

 

 

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6 comentarios

  1. José C.
    24/02/2017 at 14:26 — Responder

    Avelina Lesper es el policía malo del arte contemporáneo. La muchacha chicha de la película gacha que también gana de los que ella califica como una “farsa”. Lo sabe porque forma parte de ella. También callan los marranos cuando han recibido su mazorca.

  2. Oct
    02/03/2017 at 14:11 — Responder

    También callan los marranos cuando han recibido su mazorca.(x2)

  3. Nikixos
    05/03/2017 at 15:26 — Responder

    Al día siguiente que publicas el articulo Avelina publica en su blog Lol

  4. Hir Alex
    24/07/2017 at 15:35 — Responder

    Tejen una telaraña de palabras que simplemente es eso, una telaraña, que con la mano puedo quitar de mi vista. A eso hemos sido reducidos. A un debate entre si unas donas glaceadas con unas pegatinas es arte o no. En serio que intelectuales tan estupidos.

  5. Liana
    14/09/2017 at 16:27 — Responder

    No tiene que opinar Avelina para saber que esa exposición fue una completa porquería. Y no hace falta una crítica amplia y meticulosa para expresarlo.

  6. Rubén Barajas Zamora
    13/11/2017 at 14:47 — Responder

    Que no sería una opinión sesgada, un escritor malo apoyando a un artista plástico pésimo????

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